El secuestro

417 20 12
                                    





Había una quietud anecdótica en Marukawa Shoten a esas horas de la mañana. Y a él le gustaba ser testigo de ello, de lo que la vida hacía con ese edificio, que consideraba un segundo hogar. En dos horas, los pasillos se llenarían del bullicio de un día laboral, del ajetreo que formaba parte de los cimientos de la editorial.

No esperaba encontrarse al nuevo miembro de la familia Marukawa, Onodera Ritsu, y por su reacción él tampoco contaba con ver al asistente del presidente. El ojiverde se veía irritado, nada fuera de lo usual y Asahina pensó que estaba a punto del colapso. No le sonrió, más le dedicó una mirada amable característico de Kaoru.

- ¿Takano-san te hace venir tan temprano?

- Oh no – mencionó con fastidio – yo quería terminar con esto. – Señaló la pila de manuscritos sobre el escritorio - no pensé que ser editor de manga fuese tan complicado.

- En realidad, no lo es tanto, pronto te acostumbrarás.

Ritsu asintió y por unos segundos los dos se miraron sin decir más. El rosto de Asahina volvió a convertirse en una máscara de rigidez, hizo una pequeña reverencia.

- Gracias por tu trabajo.

Y se marchó en seguida tomando el pasillo que conducía a la oficina de Ryuichiro. Ritsu lo observó alejarse y continuó con lo que hacía. La pregunta murió en su garganta apenas se había gestado en su mente. Kaoru estaba seguro de que el heredero de Onodera Shoten quería preguntarle porqué no estaba en Literatura, teniendo experiencia en el área y seguramente si era posible una transferencia.

Ryuichiro había sido quien pidiera colocar a Onodera en Esmeralda, siendo la única vez que el menor daba una orden de esa forma tan arbitraria, utilizando su poder como directivo. Comprendía sus razones, Onodera Shoten era una pequeña editorial en comparación con el monstruo que era Marukawa, siendo tal vez la más importante editorial de Japón. La editorial no tenía sección de Manga, sólo se dedicaban a la edición y publicación de literatura convencional. Ritsu era un buen editor, colocarlo en Literatura, terminaría por hacer sucumbir a la editorial de su padre. Además, Ryuichiro no demeritaba los mangas, les tenía el mismo respeto que a un libro tradicional. Sonrió al recordar su definición "Son lo mismo, pero con dibujitos" . Le tocaba al nuevo aprender a valorar los mangas.

No le desagradaba Ritsu, más había algo en su actitud que lo irritaba. Era raro en Kaoru caer en comparaciones y juicios apresurados, más le era inevitable hacer algo tan fuera de si mismo, con el nuevo recluta. Ryuichiro solía llamarlo "Nanahikari" lo cual a todas luces molestaba al otro, pero era verdad. Parte de la insolencia de su amante era decir verdades incómodas, Ryuichiro había aceptado el hecho de ser él mismo un nanahikari, no por cinismo, sino por el simple hecho que era verdad, eran hijos de sus padres. Pero a diferencia de Ritsu, el moreno había aceptado su compromiso con la empresa de su padre y había ascendido desde abajo, como editor y directivo, su talento había hablado por si mismo, había soportado los cotilleos de "radio pasillo" defendiéndose con altanería, pero con verdad. Y estaba el otro aspecto, posiblemente el causante de su recelo. Siempre había sido buen observador, Takano-san estaba enamorado de él, era evidente el amor del editor en jefe de Esmeralda por Ritsu. No podía dejar de sentir cierta simpatía por Takano ante los desplantes del ojiverde. O Takano-san lo amaba profundamente, o era masoquista.

Entró a la oficina, saludando a la planta que estaba junto a su escritorio, un pequeño retoño de la que tenía en su departamento. Acarició las acampanadas flores y le habló de forma dulce. De nuevo el semblante cambió, en los rasgos maduros y flemáticos, se translució el alma compasiva y amorosa del castaño.

El osito de KaoruWhere stories live. Discover now