Ahora mismo sentía una gran presión en el pecho, ya no estaba haciendo esto porque sintiera curiosidad, pues al ver a aquellos chicos esforzándose tanto porque saliera perfecto sentía que él también debía dar los mejor de sí. Tanto él como ellos estaban esperado ver un demonio, y se sentiría realmente fatal si llegara a decepcionarlos.

- Craig, acércate.-Ordenó la chica.- Extiende tu brazo.

- ¿Para qué?

- Necesitamos tu sangre.- Craig abrió la boca para decirle que se jodiera, pero ella lo interrumpió antes.- Eres tú quien va a invocarlo, la sangre de alguien más no funcionaría, el demonio se saldría de control y nos joderíamos todos.- espetó con voz molesta.

Craig emitió un gruñido, finalmente extendió el brazo y ella. La chica hizo un corte diagonal en el antebrazo. Craig se asustó al ver la sangre brotar, le ardía la piel. Si bien no era una cortada precisamente grande, dolía de una manera indescriptible. Si esto no funcionaba y sus padres veían aquello le darían la reprimenda de su vida.

Ni siquiera se preocuparon en vendar la herida. Craig presionó su brazo contra su pecho, con la esperanza de poder detener el sangrado.

- Recuerda tratarlo con amabilidad. Si tú no le agradas en lugar de cumplir tus deseos puede traerte las peores desdichas.- informó Mike.

No es como si aquello fuera a tranquilizarlo, de todas formas. Aspiró profundamente, se sentó frente a la esquina en la que se encontraba el frasco con su sangre, como se lo indicaron, y se preparó mentalmente. Los chicos se posicionaron detrás de él, asegurando que estarían ahí para cualquier cosa que necesitara, pero Craig estaba seguro de que correrían a penas tuvieran la oportunidad.

Clyde tenía la cara enterrada en sus rodillas, no había salido corriendo aún porque el cementerio estaba oscuro y porque no tenía como regresar.

Lentamente Craig comenzó a pronunciar las palabras, sin saber lo que estaba diciendo y esperando que lo estuviera haciendo bien.

De un momento a otro el pentagrama en el piso se tornó de un color azul claro y brillante. Craig quería cerrar los ojos, incluso sentado le temblaban las rodillas, tenía ganas de orinar por el miedo. Y ni hablar del profundo deseo de salir corriendo. Sin embargo, continuó con lo suyo tragándose todo el miedo, es decir, él fue quien había aceptado aquello.

Las velas que daban luz a la habitación se apagaron al mismo tiempo, el pentagrama cada vez irradiaba más y más luz formando una especie de prisma. De cierta manera resultaba precioso. El rayo luminoso conectando el piso con el techo.

El nerviosismo acumulado provocó que Craig pronunciara la penúltima palabra mal. Al parecer sólo él se dio cuenta. O eso pensaba. La luz se apagó de repente, dejando la habitación en penumbras. El azabache estaba a punto de agradecer al cielo el que no hubiera funcionado cuando una especie de estallido de luz lo dejó cegado por un momento.

Cuando su vista se acostumbró al cambio radical pudo observar como una figura humanoide se materializaba en el centro del pentagrama, justo frente a él.

Recordó entonces la palabras de Pete. Se supone que debería tener un propósito fijo y pensar en él, pero había olvidado por completo que era. Un montón de palabras vagaron por su mente, tantas y con tanta rapidez que no podía aferrarse a ninguna.

Los ojos de aquél ser fueron los primeros en materializarse por completo, Craig sintió que se le escapaba el aire cuando sus miradas se encontraron.

- Son preciosos.- soltó sin querer. No podía dejar de observar aquellos bellos ojos color zafiro, tan vacios, sin vida, sin emoción alguna.

Una frase por fin pudo formarse en su mente, su más profundo deseo. "Sólo quiero conocerlo"

Una emoción se presentó en los orbes que tenía delante. Sorpresa. Como si fuera aquél ser quien se encontrara con algo inimaginable. Cuando terminó de materializarse Craig se dio cuenta de que no sólo sus ojos eran bellos, todo él lo era. Desde su cabello rubio y desordenado, cómo si acabara de levantarse, hasta sus pies descalzos.

- Será un placer servirle.- mencionó el demonio, inclinando un poco la cabeza. Su voz era algo que Craig jamás habría imaginado. Tenía una entonación infantil, alargaba algunas vocales, y tan sólo en esa pequeña frase la potencia de su voz había subido y bajado al menos tres veces.

-Es un gusto conocerte.- tartamudeó Craig.

- A la mierda.- exclamó Pete.

Al parecer incluso ellos habían cerrado los ojos. El demonio, al darse cuenta de las demás presencias en la habitación los miró a todos con recelo y desapareció. De alguna manera Craig sentía que no se había ido.

Observó el desastre que había quedado. El pentagrama se había quedado grabado en el piso, como si lo que hubiera ardido fuera pólvora.

- Déjalo así.- dijo Mike. Craig lo miró con el entrecejo fruncido.- Hemos hecho mucho ruido, seguro alguien se ha dado cuenta.

- Van a atraparnos como nos quedemos aquí. Mueve el culo.- dijo Pete recogiendo la mochila y saliendo del lugar a paso rápido.

Craig se agachó junto a Clyde y lo tomó del codo. El chico lo miraba con terror, Craig quiso darle un golpe, esta había sido su idea, en primer lugar. Tiró de su codo para levantarlo y caminaron juntos detrás de los góticos.

Al llegar a casa Craig entró por la ventana de la cocina, que había dejado abierta antes de salir. Subió por las escaleras y al llegar a su habitación se tiró sobre la cama mirando al techo. No podía borrar la imagen de aquel ser, siempre le habían hecho creer que los demonios eran seres horripilantes, pero aquél... tenía más parecido a un chico, uno muy bello. Con el rostro redondo y las mejillas rosas. Ni hablar de sus ojos.

Sus compañeros, en el trayecto de regreso, se habían privado de hacer algún comentario. Sentía un poco de pena por Clyde, el chico estaba más pálido que de costumbre y se notaban las ganas que tenía de vomitar.

No podía dormir así que sólo se quedó mirando su techo a oscuras. Serían las dos de la mañana cuando una luz debil se hizo presente en su cuarto. Craig se le quedó mirando hasta que el cuerpo del chico se manifestó de nuevo. Para ser un demonio era demasiado lento.

El demonio lo miró a los ojos y desplegó sus exageradamente grandes alas. Eran tan grandes que terminó tirando al piso las pertenencias que Craig tenía en la mesada junto a su cama, al parecer no se percató de ello e intentó volar. Terminó por chocar contra el techo y calló al suelo con un golpe sordo. Vaya demonio más tonto, pensó Craig.

- Deja de hacer tanto ruido, vas a despertar a mis padres.

El ser lo miró desde el piso con el entrecejo fruncido, y a pesar de eso parecía... avergonzado. Craig rodó los ojos. Se levantó para arrodillarse frente a él.

- ¿Hay alguna manera de que hagas esto más pequeño?- preguntó tocando sus alas.

El demonio se sentó con las piernas cruzadas, cerró sus ojos y sus alas redujeron su tamaño a uno más adecuado a su estatura. Que, por cierto, Craig estaba seguro de que él era más alto que el demonio.

- ¿Cuál es tu nombre?- peguntó con aquella voz tan dulcemente macabra que tenía.

- Craig Tucker.- respondió.- ¿Cuál es el tuyo?

- Tweek.- dijo. Se talló la cara con ambas manos dejando sus mejillas rojas.- ¿Que es lo que realmente quieres? Porque eso de sólo querer conocerme no me lo trago.

Craig  volvió a su cama.

- Si te soy sincero, realmente no esperaba que funcionara.

Tweek lo miró con curiosidad, subió también a la cama de Craig y se echó a su lado. Craig lo miró con el entrecejo fruncido. Se supone que debería causarle temor, que no debería estar tan cerca de él, pero, vamos, Tweek ni siquiera causaba miedo. Era tan torpe y tan bello que resultaba incluso agradable tenerlo cerca.

Ni siquiera se dio cuenta de en que momento se quedó dormido, pero en sus sueños sentía una presencia extraña vagando en sus recuerdos.

——

Hace mucho que no publico una historia, y esta en particular me tiene muy emocionada.

Alma Brillante ~Creek~Where stories live. Discover now