Ocurrió una semana antes de los finales cuando no deje pasar una de sus bromas tontas y llevo como resultado una guerra de comida en la cafetería y una nariz rota. Yo se la rompí. Impactante ¿no? Fue el primer puñetazo que he tirado en mi vida. Ambas fuimos suspendidas definitivamente después de que la directora fuese víctima de una de las bolas de comida mas grandes que han existido. Decir que mamá y papá estaban furiosos por mi comportamiento era poco. Y gracias a que mi madre y la de Melanie básicamente rogaron a la directora por piedad, fue que pudimos presentar los exámenes de fin de semestre.

—Es que no me lo creo—niega pasándose las manos por la cara—. Estabas defendiéndote, esa chica lleva haciéndote la vida imposible desde siempre. 

—«Haciéndonos»—le corrijo.

—..Y, ¿ahora que al fin te defiendes, es considerado como algo malo?

Me encojo de hombros.

—Ya vez lo que opina papá sobre la violencia, que no es la solución y blah blah.

—¿Pero si esta bien cada vez que te mete el pie en deporte? ¿O cuando te tiro la mochila al barro? ¿Qué me dices de la vez que te jalo la silla a mitad de la clase y te torciste la muñeca al caer? ¿Esa violencia si está justificada?

—Pero dijiste que te lesionaste jugando al voleibol, Max.

Los ojos de Anna me miran tristes. Los de mi mejor amigo en cambio caen con pesadez en mí. 

Gracias, Anna.

—¿Qué tal si me esperas en el auto, eh? Dile a papá que iré en un segundo.

La pequeña asiente y sale corriendo a toda prisa hasta desaparecer. Cuando me giro, la mirada de Joss sigue dura con las manos en las caderas esperando impaciente por una explicación.

—¿Por qué no les has dicho?—interroga de inmediato.

—Lo haré, ¿okey?

No, no lo haré. Y lo peor de todo es que lo sabe.

—Hazlo ahora—sugiere.

—Papá ni siquiera me cree, ¿que sentido tiene que lo haga?.

Y no miento. La ultima vez que llamaron a mis padres a dirección, en nuestro regreso a casa, papá dijo que dejara de poner excusas para llamar la atención pero, ¿Por que querría hacerlo? La tengo de sobra y no necesariamente por que haga algo para conseguirla. Solo hace falta que sepan que soy una Evans para que miradas de todo tipo caigan sobre mí, descartando los rumores que inventan, que no son nada buenos tampoco.

—¿Ósea que no lo harás?

Le dedico una mirada obvia y se gira pasándose las manos por el cabello notablemente molesto. 

—¿Que sentido tiene ya, Joss?

—¡Que aún se pueden arreglar las cosas! Ese sentido tiene, Max—interviene exaltado—. Que aún puedes quedarte

Su voz se rompe. Se gira para que no lo vea pero su espalda subiendo y bajando lo delata. Es primera vez que veo llorar a Joss de esta manera en un largo tiempo. Hace cuatro años cuando sus padres fallecieron en un accidente de tráfico, se rompió por completo. Es que ni siquiera me puedo imaginar tener que pasar por una situación así y aunque fue duro para él, logró superarlo. Fue fuerte por él y por su abuela, quien pasó la mayoría del tiempo en el hospital al enterarse del fallecimiento de su hijo. Joss se encargo de estar con ella en todo momento, asistió al funeral y al entierro. Estaba roto y siempre se mantuvo de pie. Fuerte. Becca y yo estuvimos a su lado en todo momento. Un tiempo después se mudo ella. Ahora es mi turno.

Paso mis brazos por su cintura rodeándolo, escuchándolo sollozar. Odia que lo miren llorar y respeto eso. Después de un rato cuando parece mas tranquilo, se gira. Lleva los ojos hinchados y las mejillas húmedas.

—No llores, vato. Don't cry—le doy un puñetazo suave en el hombro.

—Tonta—empuja divertido.—Tienes que arruinar siempre los momentos sentimentales sino no estás contenta, ¿no?—río encogiéndome de hombros. Este tira de mi con delicadeza pellizcando mis mejillas—. Prométeme que me llamaras, que me mandaras mensajes todos los días a todas horas, que me avisaras que estas haciendo en todo momento, me dirás que música estas escuchando, cuando vayas al baño, que estas comiendo o si no estas comiendo para regañarte y también cuando tengas hambre para llevarte comida.

—¿Serías capaz?—interrogo sorprendida.

—Soy capaz de llevarte comida hasta Marte si te encuentras allá, pequeña marciana.

Justo cuando planeaba dejar de llorar, se me vuelven a llenar los ojos de lágrimas. Me dedica una sonrisa genuina y se la devuelvo con el corazón derretido de ternura.

—Te quiero, lo sabes, ¿verdad?

Asiento en su manos.

—¡Niños!—la voz de mamá nos sorprende haciéndonos girar. 

Se encuentra en la puerta con una sonrisa de oreja a oreja y sacándonos fotos con su móvil. Joss posa seductor como si se tratase de una sesión fotográfica jaloneando mis mejillas de un lado a otro, haciendo que las carcajadas de mamá aumenten cada vez más y casi puedo ver lo enrojecida que quedare cuando me suelte. 

—¡Hora de irnos!—papá grita desde el coche.

Es entonces que salimos. Joss nos acompaña hasta el coche donde se despide de Anna llenándole la cara de besos. Mamá le da un abrazo fuerte con un beso a la mejilla y papá le da otro abrazo acompañado de un apretón de manos. Me sorprendería si fuese alguien más pero con Joss no. Siempre lo ha considerado como a un hijo, le tiene demasiado aprecio. 

Un último abrazo sincero es nuestra despedida final. Deposita un beso en mi frente y entro al auto. Cuando papá lo pone en marcha, me niego a mirar atrás por que se que si lo hago volveré a romperme.

DESDE MI BALCÓN©Where stories live. Discover now