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La recuperación es difícil, pero lo tenía que superar. Desde su vuelta a la vida, Yuri había aprendido a apreciarse, y descubrió que no estaba solo. Yuuri no lo había dejado en ningún momento. Aprendió, que las cosas felices eran muy pequeñas, pero no por eso menos importantes. También había aprendido que no siempre tendría la razón, y había discusiones que tenía que perder.

Las peleas con Yuuri eran mínimas y absurdas, cosas como dejar la tapa del baño arriba, o cerrar la pasta de dientes, parear los calcetines cuando salían de la secadora o no tender la cama al despertarse.

Como le había dicho el pelinegro, la prensa lo olvidó, y así lo hizo toda la gente. En su pequeño y bello mundo solo existían él, Yuuri, su jardín y sus estampados de leopardos, ya saben, antes muerta que sencilla.

Era una mañana soleada, ambos jóvenes despertaron debido a la luz del sol que se filtraba a través de sus cortinas.

El rubio abrió los ojos primero, lo que vio era una imagen a la cual estaba ya acostumbrado. El pelinegro realmente parecía un ángel. Sus largas pestañas negras caían suavemente sobre sus ojo, incluso su despeinado cabello lucía realmente bien. Su piel blanca, y la parte sonrojada de sus mejillas; todo en él era perfecto. Sus rosados labios estaban entreabiertos, Yuri no se había percatado mucho, pero los finos labios del japonés formaban un corazón. 

Con la yema de los dedos, el rubio delineó los labios del contrario, provocando una risa del otro. Su cara se tiñó de carmín.

- ¿Estabas despierto? -dijo el rubio desviando la mirada, quitando la mano a su vez.

- Me desperté hace poco, no te enojes. -dice, besando la coronilla del rubio.

- Si, si. Entiendo. -vuelve a alzar la mirada, sonriendo dulcemente al mayor.- ¿Quieres levantarte ahora?

- No, quedémonos así un poco más. Quédate conmigo, Yuri.





Ayudándote a Olvidarlo [[PAUSADA]]Where stories live. Discover now