¿Preparados?

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Notaba un peso sobre su pecho que no era especialmente molesto, pero... estaba ahí y no comprendía por qué. Al principio quería descubrir de qué se trataba sin tener que abrir los ojos porque le apetecía mucho seguir durmiendo, pero sabía que eso no era posible, así que, muy a su pesar, abrió ligeramente el ojo izquierdo y esperó a acostumbrarse a la pequeña rendija de luz que entraba en el camarote. En cuanto abrió el otro ojo, comprendió que estaba pasando.

Recordaba que no estaba en su camarote sino en el de Raoul y, también recordaba como el rubio había quitado la barrera improvisada de cojines, y se había acercado a abrazarle con la excusa de que siempre necesitaba abrazar algo para dormir y no podía coger la almohada –le sonó a una excusa muy pobre, pero no iba a protestar porque seguro que se cabreaba y se apartaba. Por eso no se sorprendió (en exceso) al girarse y ver la cabeza de Raoul sobre su hombro y su brazo agarrado a su cintura.

Claro que no era la primera vez que se encontraba en esa situación, –algo que nunca admitiría delante de sus amigas para que dejaran de ser tan intensas y no se metieran con ellos- él y Raoul habían compartido cama en más de una ocasión. Solo para dormir, por supuesto. La primera vez que eso había pasado fue tras volver al barco con la cabra de Alfred. Raoul estaba enfadado, echaba chispas porque Mireya y Miriam habían tomado una decisión y no habían tenido en cuenta que él era el capitán, así que se había metido en su camarote sin mediar palabra con nadie. Las chicas habían decidido que por lo menos tenía que cenar, ya que el rubio no había aparecido por la cocina y era muy raro que su estómago no estuviera rugiendo como un condenado –sí, Raoul era un monstruo devorador de alimentos y su cuerpo parecía necesitar una mayor cantidad de comida que el del resto- y, quien mejor para llevarle la cena que... exacto, Agoney.

Por supuesto él había protestado sin parar, no quería tener que acercarse a Raoul en condiciones normales, mucho menos cuando estaba hambriento y podría arrancarle la cabeza de cuajo si se enfadaba, pero nadie podía discutir con Nerea y acabar ganando, así que finalmente accedió a llevarle el plato. Muy al contrario de lo que esperaba, Raoul se había comportado con él mejor que nunca –eso sí, le había quitado el plato de las manos de golpe- e incluso le había pedido que se quedara haciéndole compañía porque no le apetecía cenar solo. Esa noche Agoney había descubierto que, después de hartarse a comer y que le entrara sueño, su capitán era como un niño pequeño que solo pedía mimos y abrazos. Por supuesto mantenía eso en secreto, no podía salir a decirle a las otras tres que Raoul le había pedido, textualmente "Ago, abrázame y cántame algo que sino no puedo dormir a gusto". Bueno, podría contarlo, pero, o bien no se lo creerían o bien empezarían a volverse locas y a molestar a Raoul, y prefería no ver como reaccionaba el otro a eso. También era cierto que había decidido no comentar nada de esa noche al rubio, quizá era su subconsciente quien se lo había pedido y a él no le hacía nada de gracia y, sinceramente, no quería arriesgarse a que destrozara sus ilusiones.

Mientras seguía admirando esa visión que tenía a su lado, el otro empezó a desperezarse y arrugó la nariz al notar que una franja de luz caía sobre su cara. La cantidad de autocontrol que necesitó Agoney para no lanzarse sobre los labios del muchacho era algo que nadie llegaría a comprender nunca. Sopesó hacerse el dormido y así ver la reacción de Raoul al levantarse, pero seguramente sería igual que siempre –mirarlo, sonreír un poco, acabar de despertarse y levantarse sin decir nada más- así que no valía la pena.

Mantuvo sus ojos en el rostro de Raoul hasta que los ojos de este se abrieron del todo y se centraron en los suyos.

-¿Qué? –si la voz de Raoul era atractiva de normal, escucharla recién despierto era una experiencia religiosa- ¿No tienes nada mejor que hacer que quedarte mirándome como un acosador?

Con las manos vacías por culpa de AlfredWhere stories live. Discover now