Epílogo

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-Y menos mal que pude salvaros el culo.

-Deja de mentir –apareció su amiga por la puerta- tú no le salvaste el culo a nadie.

-Vaya –se levantó la morena que había estado sentada frente al fuego- Habías dicho que ibas a dar una vuelta. Dime, Mimi, ¿qué clase de vuelta dura seis horas?

-Eh... ¿una larga?

Detrás de la barra Aitana rodó los ojos.

-A ver, pareja, no os entretengáis con otra discusión que no quiero ver como desaparecéis en la bodega para arreglarlo. Todavía tengo marcada a fuego la última vez –un escalofrío recorrió su cuerpo.

-¿Lo tenéis todo preparado? –apareció Nerea cargada con varios ramos de flores ignorando el tema del que estaban hablando.

Fue Ricky el que se levantó a ayudarla para poder colocarlos por la taberna, aunque siempre cumpliendo las órdenes de la pequeña. A fin de cuentas esa taberna era suya. Bueno, de Aitana también ya que habían decidido que era un trabajo un poco más seguro y, gracias a la colaboración de Ana, que se encargaba de todos los documentos, pudieron conseguir un permiso para que su mercancía la transportara el Cafetería Salva, que ahora llevaba Mireya con mano firme. Aunque de eso último nadie había dudado nunca.

Junto a Mireya navegaban normalmente Ricky, Mimi, Amaia y Miriam, y, cuando estaban en tierra, colaboraban todo lo que podían en la taberna. Ricky parecía no haber entendido que 'colaborar con la taberna' no consistía en beberse cada gota de vino que él había llevado hacía horas, pero aparte de eso todo iba como la seda.

-¡Ya estamos aquí! –anunció Agoney apareciendo por la puerta, seguido muy de cerca por Raoul quien, desde que se había retirado de la capitanía, parecía mucho más relajado.

Lo cierto era que entre Agoney y Mireya habían decidido echarle del barco. Los dos chicos tenían dinero suficiente para dedicarse a la vida contemplativa gracias a la última aventura que habían hecho después de lo de Tinte, así que decidieron que lo mejor era evitar riesgos y se retiraron a una pequeña casa en el campo, convenientemente cerca de la taberna.

-Llegáis tarde –bajó por las escaleras Mireya- he estado a punto de empezar a repartir bofetadas.

-No lo digas muy fuerte que Ana te ayuda.

-No te preocupes, a mí solo me gusta pegarte a ti –le respondió a su novia.

-¿Queréis que os regale un látigo por navidad? Seguro que le dais uso –al ver la mirada que le lanzaron las dos chicas reculó- era una broma, no hace falta poner esa cara.

Raoul ya se había sentado en un banco y Aitana le dio una colleja al pasar por detrás para que se pusiera de pie y les ayudara.

-¿Pero por qué estáis tan estresadas?

-¡Porque van a llegar dentro de nada y queremos que esto esté perfecto! ¡Para una vez que nos organizamos tiene que quedar bien! –gritó Nerea quitando a Ricky de en medio porque no le gustaba como estaba dejando las flores- Y además...

-¡Hola! –la alegre voz de Amaia entrando por la puerta cortó la frase de la rubia- ¿Por qué hay tantas flores?

-Pues nos ha salido mal la idea –dijo Mimi al ver aparecer a las dos chicas a las que querían hacerles la sorpresa, aunque tampoco parecía muy preocupada porque se acababa de sentar encima de la mesa.

Amaia y Miriam se habían casado hacía un mes, aunque en realidad nadie sabía si era una boda válida porque la había oficiado Ricky, un detalle sin importancia. Había sido una boda completamente normal, con las dos que se casaban siendo totalmente conscientes de que iban a casarse, no como les había pasado a otros dos, y sin cabras.

Sabiendo que merecían las vacaciones que iban a tomarse, Aitana había pensado en preparar una sorpresa de vuelta a casa, pero como siempre las cosas no les iban a salir como esperaban.

-La culpa ha sido tuya –le golpeó Ana en el brazo- si no hubieras tardado tanto nos habría dado tiempo.

-La culpa es de Raoul y Agoney que han llegado tarde –replicó inmediatamente Mimi quitándose de encima el problema.

-Entended que tienen problemas –dijo Mireya, sentada sobre la barra y limándose las uñas como si no le preocupara el desastre- problemas para comportarse como humanos funcionales en vez de como conejos.

Raoul se puso completamente rojo y se cruzó de brazos. Siempre tenían que hablar de lo mismo y, sí, puede que tuvieran razón, pero eso no les daba derecho a burlarse de él constantemente.

-Bueno –interrumpió Miriam- apreciamos el intento de sorpresa, no os preocupéis. Por cierto –se giró intentando encontrar algo- ¿no falta alguien?

-Ah, sí, lo estaba buscando en esas seis horas de paseo que he dado –dijo Mimi bien fuerte para que no tuvieran excusa para echarle la bronca por su paseo- pero no lo he visto por ninguna parte.

-¿Me buscabais?

En la puerta y con una enorme sonrisa –que acompañaba a ese sombrero gigante, uno muy poco favorecedor, todo sea dicho- estaba Alfred. No dudaron en ir corriendo a abrazarle. 

El chico era a quien menos veían normalmente porque ahora era un verdadero capitán pirata. Tenía un buque a su cargo y dirigía las mejores expediciones. Aun así intentaba hacer un hueco para las ocasiones especiales, como había sido la boda de Miriam y Amaia o aquella vez en la que Ricky le pidió que fuera porque quería probar una receta nueva. Lo que no le dijo Ricky era que esa receta contenía los mismos frutos que Amaia y Raoul tomaron aquella vez y... bueno, los resultados fueron los esperados.

-Pensábamos que no ibas a venir.

-No podía perderme la vuelta de estas dos. Además –los miró con un brillo en los ojos, uno que indicaba que tenía algo interesante que contar- tengo una cosa pensada pero... necesitaría a la mejor tripulación posible. ¿A alguien le interesaría ir a buscar los restos del Flor do Mar?

Hubo muchas miradas compartidas y varias sonrisas aparecieron. Quizá no habían dejado esa vida tan atrás como pensaban y era hora de volver a una nueva aventura.


Pues hasta aquí llegamos, tengo que decir que me lo he pasado genial escribiendo esta historia (y que mientras repasaba para asegurarme de que cada detalle aparecía, aun sabiendo lo que había puesto, me entraba un ataque de risa) y os tengo que agradecer los comentarios, las lecturas y todo.

Después de esto toca descansar un poquito y, quien sabe si en otro momento se me ocurra hacer alguna historia como esta, que no es nada serio pero también está bien hacer cosas así de vez en cuando.

¡Muchas gracias por todo!

Con las manos vacías por culpa de AlfredDonde viven las historias. Descúbrelo ahora