Take me back to the start

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El viernes había despertado con un intenso dolor de espalda a raíz del estrés que el estudio me estaba significando. 

Vestí una calza negra, un canguro rojo y el tapado negro. Las converse rojas iban esquivando charcos de agua y mi pelo iba atado en un rodete. Mi bolso calentaba mis piernas en el viaje en el ómnibus mientras mi mente se iba preparando para el primer exámen. 

Las personas iban muy despreocupadas hablando de temas banales, mientras mi mente se retorcía entre un montón de leyes sobre el Derecho Internacional. <<Me irá bien>> me quise dar ánimo, pero ahí estaban mis miedos e inseguridad comprimiendo toda mi sapiensa a la nada misma. 

Busqué valor, fuerza y tranquilidad dentro de mí. La misma que me había hecho pasar tres años consecutivos en la Facultad. 

Ni siquiera fui escuchando música, ni siquiera oía los murmullos de los demás pasajeros, solo mi mente repitiendo definiciones, tratados y leyes. 

Llegué a la institución temblando, aunque no sabía si de frío o nervios. Conservé mis manos en los bolsillos del tapado negro mientras esperaba que sonara el timbre y me recosté contra una pared. Una chica de cabello rojizo entró y salió varias veces del salón con uno o dos libros en la mano y una cuadernola abierta. La chica buscaba a alguien pero ni siquiera pude escuchar a quién. Contuve la respiración, exhalé. Seguía nerviosa.

Otro montón de estudiantes se sentaron en el piso a leer el material y sacarse dudas entre ellos. 

<<Es estúpido>> pensé <<lo que ya no aprendieron hasta ahora no lo aprenderán en cinco minutos>> sin embargo, no dije nada. Observé mis uñas despintadas y bostecé. 

Una vez me enseñaron que las personas bostezan por dos razones: A) sueño.  B) Falta de oxígeno. 

Sueño no tenía, los nervios no me lo permitían, se estancaban en la boca de mi estómago como una piedra y transmitían ondas al resto de mi cuerpo. Tal vez, sea falta de oxígeno porque en varias ocaciones me encontré a mi misma con los puños cerrados en los bolsillos, los dientes apretados y los labios también, sacándo todo el aire del cuerpo. Nervios. Nervios. Nervios. 

Tiré mi cabeza hacía atrás y miré a mis costados, el tiempo suele pasar lento cuando debería pasar rápido. Los estudiantes continuaban llegando de a montones y se colocaban contra la pared junto a la puerta de entrada del salón. Troné mis dedos mientras reponía el aire bueno en mi cuerpo. 

Caminé de pared a pared por el pasillo, el tmbre seguía sin sonar. El profesor seguía sin aparecer. 

Cerca de quince alumnos entraron directamente al salón y buscaron donde sentarse, yo los seguí. Me senté sobre una pierna en una vieja butaca de madera y esperé moviendo la pierna sobre el piso. Saqué mi lapicera y mi cuaderno para escribir tratando de distraerme. ¿Cómo puedes obligarte a olvidar algo sin que salga mal? No había forma. Hice un pequeño dibujo con figuras abstráctas en donde sin querer, una de las figuras formaba una "G" invertida. <<Genaro>>pensé. ¿Por qué lo encontré en esta época? ¿Por qué tan tarde? ¿O por qué tan temprano? ¿Otra vez el "no-destino" jugándome una mala pasada? 

Seguramente, pensar en él no sea tan buena idea, pero ¿qué podía hacer? ¿Seguir ahorcándome con la inseguridad?

Últimamente, descubrí que algunas respuestas se responden con otra pregunta y aunque eso parezca que no nos conduce a nada, no hay más alternativas. Tal vez en la vida no todo está resuelto, no todo tiene un punto final. Algunas cosas pueden salir mal, algunas cosas pueden no tener alternativa, no hay respuesta. Sin certeza. Vacías. Inconclusas. 

Es posible que Genaro y yo seamos un acto fallido, una historia que formuló una pregunta y que obtuvo,  a raíz de ella, otra, así nunca se llegó a una conclusión. Y si, el "no-destinto" intentó que fuéramos algo falló porque alguien le preguntó: "¿qué tal si no llegan a nada?". 

Emma  & GenaroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora