Time

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Miércoles. 

La mañana fría entró por la puerta de mi casa en cuanto la abrí para salir de mi humilde hogar. Caminé con pasos tranquilos por el edificio, medianamente alto donde vivía, hasta el ascensor. 

Las puertas se cerraron enfrente de mí y los auriculares en mis oídos me encerraron en un mundo paralelo a la realidad. Las cuatro paredes me contenían a mí y bajaban tan rápido como la música lenta sonaba en mis oídos. 

Bostecé y acomodé mi cabello por encima de mis hombros. 

Otra vez mis pies me condujeron despreocupadamente por la vereda de la calle y terminé en la parada de autobús super poblada de quienes iban a cumplir con sus responsabilidades. Llevaba mi teléfono en el bolsillo, desde donde salían mi auriculares y lo miré para conocer el tiempo con el que contaba, tal vez, no pudiera llegar a tiempo. 

Ubicarme en el momento que vivía hizo que me diera cuenta de que ese día, en un par de horas conocería a la futura esposa de Genaro y un largo escalofrío subió por mi espalda, recorrió todo mi cuerpo y se deshizo. 

Traté de pensar en lo que Elisa me había estado hablando, seguramente volver a la suerte de relación que tenía con Genaro no era necesariamente la mejor decisión y quizá, no lleguemos a mucho, pero mi intuición me llevaba a seguir intentando.

Ese miércoles desperté con la sensación de que algo malo ocurriría pero aún así no te rehusas a cumplir con los planes pactados, entonces, continuas con tu vida como normalmente lo haces y cuando caes en la cuenta, estás chocando contra un conflicto. 

Mis dedos se cruzaron rogando que el problema se desligara de Genaro. 

Tampoco pretendía que mis "nudos en la historia" tuvieran que ver con mis estudios, tal vez podría pasar algo ordinario como... ¿Caerme? ¿perder el ómnibus? ¿Llegar tarde? Alguna cosa trivial que terminara siendo algo... No tan trivial y sí, significativo. Pero que no se colara en mis asuntos enteramente personales. 

Me pregunté, mientras una ola de viento frío rozó mi cara y tiró mi cabello hacía atrás, si Aurelio tendría razón. ¿Qué otra explicación podríamos darle a un encuentro que parecía casual e insustancial y terminó siendo todo lo contrario? ¿Cómo se podrían conectar dos personas en tan poco tiempo? ¿Por qué? 

A Genaro no lo conocía lo suficiente, sin embargo, sentía que no necesitaba más tiempo para saber que no podía perderme de su compañía y aunque ni siquiera hayamos pasado, ni una sola vez, lo incómodamente cerca como para que mi ropa conserve su olor cuando él se marchara, quería seguir teniendo nuestros mediodías de café, porque eran nuestros, solo nuestros. 

Llegué a la facultad preparada para el último exámen del trimestre antes del receso. 

Mi cuerpo pedía a gritos vacaciones, un respiro. Tiempo. 

Entré ligeramente y tomé asiento en el mismo lugar alejado del escritorio, como casi siempre, y esperé. Otra vez, los muchos alumnos se dispersaron en subgrupos para estudiar durante los minutos previos al examen. 

Las paredes blancas del salón no tenían mucho que decir y los bancos de madera clara eran la peor tortura de una persona que tiene que permanecer allí más de cinco horas. 

Sacudí mi pie izquierdo por debajo de la mesa y me crucé de brazos sobre mi estómago, como si ese movimiento me quitara los nervios. Mi consciente estaba reafirmando conocimientos desde la voz interna pero una parte un poco más poderosa me insitaba a que me calmara, porque -naturalmente- estaba cansada y eso no me dejaba concentrarme, prestar atención, o incluso, dejar de estar nerviosa. Sin embargo, me mantuve con un semblante tranquilo, aún cuando sacudía mi pie por debajo del asiento, acomodé mi cabello con un gesto y centré mi atención en un punto fijo.

Ya no llevaba los auricualeres puestos, ya no tenía la excusa para no pensar. 

El susurro de mis compañeros parecía crecer con el correr de los minutos, parecía incrementar y confundirme. Imaginé las ojeras debajo de mis ojos, profundas y oscuras. Imaginé mi propia palidez y quise esconder mi rostro con mi cabello y el cuello de mi tapado negro. Jugueteé con mis anillos en mis dedos. 

Sonó el escandaloso timbre y la gente comenzó a acudir a sus respectivos lugares, el ambiente se tornó como de competencia, estaba la adrenalina que se podia llegar a sentir en una montaña rusa, la necesidad de que el juego acabara como en la Mansión Embrujada, y la sensación de estar colgando de un arnés en el aire porque nada es seguro hasta que llegas a tierra firme o hasta que los resultados de la prueba sean positivos, en este caso. 

La profesora comenzó con una breve introducción sobre "lo que sería mejor hacer" en la prueba, entregó las propuestas y volvió a tener la palabra: -Manos a la obra. 

La señora retacona de grandes ojos castaños y baja estatura, llevaba un cabello rojizo medianamente largo. Vestía colores oscuros, sobríos. 

Tomé un respiro y comencé a depositar todo mi conocimiento sobre la hoja. Los renglones parecían ir y venir, igual que las letras. <<Quizá me empezaba a fallar la vista>> pensé. 

Las preguntas parecían fáciles pero las lagunas mentales bloquearon el conocimiento. ¿Qué hacer cuándo no se sabe qué hacer? Traté de improvisar rellenando las respuestas con información que salía de alguna parte de mí hasta llegar al punto de responder la pregunta planteada. 

<<Puedo con esto>> me dije a mi misma. <<Puedo>> volví a decir. 

Indudablemente, la prueba había durado al menos tres días en mi perspectiva de conteo personal. Más de lo normal, obvio. 

Salí casi descompuesta, aunque procuré el mismo semblante calmo de la entrada porque no había necesidad de alterar la expresión. 

Las siguientes clases fueron igual que el relleno de mis respuestas del examen: innecesarios. 

Apenas saqué apuntes, pero pude anotar todas las páginas de los libros que el profesor leyó.

Cuando el último timbre sonó, tomé mis cosas y salí casi corriendo hasta la cafetería. 

Comenzaba el receso. 

La puerta de la cafetería se abrió y dejó salir el tranquilizador olor a café. Aquel era un miércoles liberador, eso pude entender. 

Observé que además de mí, solo había una persona junto a la barra esperando ser atendido. 

Aurelio no estaba detrás del mostrador y me extrañé. En los días previos ni siquiera había hablado con Mattia, tampoco había preguntado por Leticia, solo hablé con Genaro Martino. 

Tomé asiento en la mesa de siempre para esperar a mis compañeros de mesa pero me di cuenta que necesitaba verme en el espejo. Mejorar mi aspecto si fuese necesario o solo constatar que estaba bien.

Caminé rápidamente al baño de damas y me paré frente a la Emma pálida del espejo. Intenté acomodar mi cabello para que lo segundo que llamase mi atención fuese mi cara y tuve bastante suerte, sin poder hacer más, volví a la mesa a esperar. 

Diez minutos después la puerta se abrió. 

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A quien esté enganchado con la historia siento decirle que hasta aquí el capitulo de hoy. Siento mucho no poder avanzar demasiado pero en toda novela es necesario tener un estancamiento, más si es prometedor lo que viene después. PROMETEDOR JAJAJA! No sé si es prometedor, a quien le conté se fascinó, espero a ustedes también! 

Dentro de poco subo el encuentro entre las "parejas". Me parece que necesariamente tiene que ser un capitulo aparte, porque puedo sacar mucho jugo de las conversaciones y eso. (Les doy explicaciones para evitar insultos -Kari, amiga mía-). Nuevamente, PERDÓN por cortarlo así!

Por favor, si les gustó, si odiaron, si les dio lo mismo este capitulo diganme!!!! Necesito saber. Gracias por leer!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Voten, voten, votennnnn! 

Saludosssss♥ 

Emma  & GenaroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora