Otro vampiro en el pueblo

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—Bueno, recuerde que se podrá hospedar en uno de los lujosos hoteles de Berlín cuando vaya a visitar a su esposo. Así que no se aflija, que pronto será.

—Tienes razón Romynah. En un par de semanas caemos de sorpresa por allá. Extraño a Edmund un mundo.

—Y lo mejor es que irá estrenando vestidos nuevos—,  la sirviente añadió en un tono cargado con la confianza que hay entre amigas.

—Iremos—, Ardith tomó de la mano a la ama de llaves, dejando atrás cualquier protocolo que distanciara toda diferencia entre clases sociales.

—Iremos pues—, Romynah asintió con una gran sonrisa.

El rostro de Ardith cambió de pronto, apretando las manos de la otra mujer, sus ojos cambiaron  de azul cielo a rubí en un segundo, mientras miraba en todas direcciones escudriñando los alrededores. —Hay otro vampiro cerca.

—¿Lo ha percibido? Sí, yo también...— titubeó Romynah—. No se preocupe, los de nuestra especie suelen vagabundear por estos lares. Los nómadas vienen seguido a cazar en los densos bosques del Harz.

—Qué tonta yo. A veces se me olvida que no somos los únicos. Es cierto, con el tiempo se nos ha obligado a buscar alimento en los lugares más remotos.

—Claro... y no está muy cerca. Debe andar a las afueras del pueblo... No pasa nada mi señora. Sigamos. Vamos de compras y olvidemos el asunto—. Romynah tomó de la mano de Ardith la sombrilla y la cerró, mientras le animaba a seguir por la callejuela sombreada por los balcones.

En la tienda, Madame Betancourt, recibió a Ardith con grandes atenciones. Mientras le invitaba un té, le mostraba la recién llegada mercancía, los más finos vestidos, zapatos y bolsos llegados desde Francia. Romynah y Ardith admiraban de igual modo, las creaciones propias de la modista, quien impartía instrucciones a las costureras en el taller en un rústico alemán con un pesado acento francés.

Con emoción, la duquesa escogía de entre las exquisitas telas, brocados y encajes los que se utilizarían en varios diseños a encargar. Laboriosas, las chicas tomaban las medidas a las damas con sumo cuidado, atendiendo a los detalles y requerimientos tanto de Ardith como de Madame Betancourt.

Allí en la boutique se les fue el tiempo y al cabo de unas horas salieron muy contentas llevando entre los artículos, botas de tacón, abrigos de piel y sombreros para el cruento invierno que se avecinaba. Afuera el chofer esperaba presto a asistir a la duquesa con el cargamento bajo un cielo que pronto se nublaba y que comenzaba a despedir el sol que recién comenzaba a descender.

Fue cuando se acercaban al hotel que Ardith percibió nuevamente la presencial del vampiro y esta vez demasiado cerca como para ignorarlo . —Puedes ir a buscar el auto. No te preocupes, deja estos paquetes con nosotras y nos recoges aquí.— la duquesa urgió al chofer en retirarse. —Está muy cerca.

—Sí, mi señora, muy cerca— Romynah asintió con obvia preocupación en su rostro.

En el vestíbulo del hotel, se escuchó una discusión que hizo que tanto Ardith como la ama de llaves se asomaran, junto a otros transeúntes curiosos. Allí entonces fue que ambas le vieron. Con un notable acento italiano, aquel apuesto caballero masticaba el alemán argumentando en la recepción algún asunto.

—¡No puede ser que no se me pueda conseguir una habitación. Puedo pagar la suite más cara si es necesario, pero yo necesito hospedarme por esta noche—, el hombre, que no era humano, sino el vampiro que habían detectado, soltaba sobre el mostrador una bolsa llena de monedas de oro.

Vindicta (Lista corta Watty's 2018)Where stories live. Discover now