Otro vampiro en el pueblo

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Otro vampiro en el pueblo

Unos le saludaban con respeto al reconocerle, otros, curiosos, se limitaban a observarle desde lejos y a cuchichear a sus espaldas. Ardith y Romynah, con disimulo intercambiaban miradas en complicidad, conteniendo la risa al escuchar las ocurrencias de la gente. Cómo si ellas no pudiesen oír los comentarios, muchos de ellos de asombro y de halagos, seguían de largo.

 Cómo si ellas no pudiesen oír los comentarios, muchos de ellos de asombro y de halagos, seguían de largo

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Y es que a la duquesa había que voltearse a mirarle. La beldad rubia caminaba irradiando aires de realeza y de divinidad, si es que la palabra divinidad resultase la más apropiada para describir a un vampiro. Despreocupada, se paseó por la plaza oliendo las flores en los puestos y hasta se detuvo a aplaudir a los músicos ambulantes como cualquier mortal lo hubiese hecho. Cuando era humana, pocas veces salió fuera del castillo, luego de que su madre muriera. Solo luego de su transformación y junto a su adorado Edmund, fue que pudo ser quien en verdad era ella.

Ya en el mercado, tomó su tiempo en escoger todo fruto y semilla que quería añadir a su despensa. Desde tubérculos y frutos exóticos traídos del nuevo mundo, hasta especias del lejano Oriente. Todo aquello que le era familiar de la cocina londinense, aunque ella misma no fuese a ingerirlo, salvo en especiales ocasiones, deseaba tenerlo en la cocina del castillo y cultivarlo en su huerto. Traer víveres ella misma, siempre ayudó a ahuyentar sospechas sobre su identidad y le acercaba más a su humanidad.

Romynah daba instrucciones al chofer para que llevase las compras al auto, toda vez que ellas irían a la boutique como su última parada

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Romynah daba instrucciones al chofer para que llevase las compras al auto, toda vez que ellas irían a la boutique como su última parada. Ambas, una al lado de la otra, avanzaban por las calles adoquinadas, coronadas en tejados de terracota y balcones floridos, alejándose de la concurrida plaza hasta la siguiente esquina, donde se hallaba la tienda de la aclamada modista, Madame Betancourt.

Ardith se detuvo de repente, justo pasando el recién inaugurado hotel del pueblo a admirar remodelada estructura. —Si no viviera tan cerca, de seguro me hospedaría aquí. Me parece tan pintoresco y a la vez tan elegante—, sonrió la duquesa.

Vindicta (Lista corta Watty's 2018)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora