—¿Alex? —me saludó Paula sorprendida al verme en compañía de quien le había dicho que no debía conocer. Me miró con cara interrogante, dejando su celular de lado.

No tenía intención de presentarla. Por un segundo consideré decir que no era mi hermana, ¿Quizás fingir ser su novio? Sí. Así de desesperado estaba, pero dudaba mucho que me siguiera la corriente.

—¿Tú eres el famoso Anton? —preguntó mi hermana, rompiendo el silencio, pero haciendo aún más incómoda la situación.

—¿Famoso? —Sonrió Anton, mirándome con una ceja levantada, dándole un nuevo mordisco a su snack. Paula se sonrojó por su metida de pata, mientras yo quería desaparecer, llevándola conmigo.

—Sí. Soy yo. El amigo de Alex. Mucho gusto. —dijo agachándose para saludarla. «¿A quién cresta le estaba llamando amigo?»

—Paula, hermana de Alex. —se presentó ahora ella antes de que alcanzara a impedírselo. Se mostraba tímida ante su presencia. Anton ejercía ese maldito poder ante cualquier chica.

Solae por su lado, la miraba con detenimiento, y por un momento tuve esperanzas de que la reconociera. Después de todo, las dos siempre se habían llevado demasiado bien. «¿Pero por qué mi hermana aún no saludaba a Solae?»

—¡Paula! Ahora me acordé de ti. Tu eres amiga de mi hermana Tamara ¿verdad?

—¡Sí, de Tam! Debo haberte visto cuando he ido a su casa. ¡Ustedes dos se parecen mucho! —Dijo mi hermana riéndose, mientras hablaba con Solae como si recién la conociera.

El sonido de la campana que finalizaba el recreo, penetró en mis oídos como el estruendo de un taladro: insoportable, ajeno, lejano. La cabeza comenzó a darme vueltas, mis oídos se abombaron y empecé a ver luces blancas alrededor. ¿Había ocurrido realmente? ¿Lo había hecho delante de mí? Anton le había lavado el cerebro a mi hermana justo frente a mis narices y yo no había podido hacer ni una puta mierda para impedirlo.

No lograba reaccionar. No podía moverme y no sabía si aquello también era obra suya. Quizás también me estaba manipulando a mí. Quizás ahora también borraría todos mis recuerdos.

—Alex. ¿Subes con nosotros? Ya terminó el recreo —me preguntó de pronto Anton, con su cara demasiado cerca de mi espacio personal. Instintivamente retrocedí al darme cuenta que me había ido totalmente de ahí por un instante.

—¡Nos vemos más tarde! —Se despidió mi hermana en voz alta —y muy simpáticos tus amigos—. me comentó luego al oído, antes de dirigirse hacia su sala. Solae agarró del brazo a Anton como señal de que ellos también debían irse.

—¿Seguro que ya estas bien? Aún te ves un poco verde. —insistió Anton fingiendo preocupación—. Quizás deberías regresar a la enfermería.

Lo único que quería era no estar más ahí con ellos. Eso, y matar a Anton. Pero gran parte de mí tenía miedo. Miedo a no saber de qué otras cosas era capaz; miedo de que a mí también me hiciera olvidarlo todo. De que me hiciera olvidar a Solae.

—Adelántense, yo voy en un momento. —les pedí. Necesitaba estar solo y asimilar lo que acababa de ocurrir, antes de enfrentarme a esta nueva realidad en la que yo era culpable de haber expuesto a mi hermana a los extraños "poderes" de Anton.

—No te sientas culpable, Alex —me dijo Anton de repente «¿Acababa de leer mi mente?»

—¿Culpable?

—Sí. Culpable de no ir a clases por sentirte mal. Te exiges demasiado. —añadió poniendo su mano sobre mi hombro. «¿Qué sabía este imbécil de mí? ¿Es que acaso ahora pretendía querer ser mi amigo?»

—En serio, no te preocupes por volver a clases. Yo me encargaré de que nadie te extrañe. —Anton sonreía de una manera que no era capaz de interpretar. ¿Qué clase de ataque pasivo agresivo era este?

—Estoy perfectamente. No hace falta que te preocupes por mí. —le respondí cortante, sacudiendo su mano de mi hombro. Mi respuesta fue suficiente para que por fin decidiera dejarme en paz y subiera a clases junto con Solae.

No sabía por qué yo era el único que estando en contacto directo con él, no había sido afectado por su extraña influencia (prefería evitar llamarlo "poder"). ¿Acaso él lo había decidido así, o es que yo era inmune?

—Voy a averiguar qué es lo que pretendes hacer y voy a detenerte. —musité entre dientes, mientras los observaba caminar delante de mí. En mí surgía una voluntad renovada. ¡Claro que volvería a clases! Ahora estaba motivado por hacer exactamente lo contrario a lo que Anton me dijera. Necesitaba probarme a mí mismo que aún tenía algo de control sobre la situación.



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