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Mimi se sentó en uno de los taburetes en el bar de imitación, esperando y observando como otras personas trabajaban a su alrededor. A menudo, ella había mirado hacia Ana, no podía dejar de hacerlo, pero sintiendo un conflicto en el momento. Toda la mañana se había tratado de convencerse de que Ana estuviese allí era lo mejor. Necesitaba saber si podría manejar esta parte de su vida. En concreto, lo que necesitaba saber es si esto tenía el potencial para convertirse en un problema entre ellas.

Al mismo tiempo, temía la respuesta. Ella no sabía qué hacer si Ana no podía ocuparse de verla besando a otras, y si tal vez después de hoy no sería capaz de hacerle frente al ver su beso con Mireya. Suspiró como su mirada se posaba en su co-estrella. Al verla, Mimi se deprimió, recordando la vacilación de Ana en decirle a su amiga. Hacía que Mimi tuviera ganas de llorar, pensando de nuevo en ello. Ana una vez le dijo que ella nunca le diría a nadie. Ni siquiera a Mireya.

Reconoció, también, que había sido muy egoísta, preocupándose por su carrera, y también envuelta en su auto-compasión, a pensar en las cosas como causa y efecto. Mireya se sentó a su lado de repente, y Mimi apagó su torrente de pensamientos y forzó una sonrisa.

- "Hola, Mireya Bravo"- dijo, amablemente. Ella había escuchado a Mireya decirle a alguien que es extraño cuando las celebridades eran llamadas solo por su nombre y su primer apellido.

- "Hola, Miriam Doblas"- Parecía como si le fuese a decir más, pero Noemí interrumpió.

Mimi miró brevemente a Ana, deseando poder enviar sus mensajes telepáticos porque sí. Esperanzada de que su mirada fuera suficiente para que Ana supiese que estaba pensando en ella, Mimi volvió su atención sobre la directora. Aquí vamos.

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Estar viendo a Mimi besar a Mireya era cada pedacito del infierno emocional que Ana había previsto. Por lo menos, en un principio. Viendo a Mimi y Mireya coquetear había sido incómodo, era una especie de Dios-sácame--fuera-de-aquí. El beso había sido peor. No había manera de verlas y no pensar que era real. Si esto hubiera sido un mal sueño, sería del tipo que se extendía hasta el día de vigilia, sus emociones persistentes sustituyeron todo pensamiento racional.

Cuando Noemí gritó: "¡Corten!" Ana lo había agradecido. Había respirado, agradable y lentamente, se recompuso. Después del shock inicial empezó a relajarse. El día cayó en el ritmo de las instrucciones de la directora, y después de un tiempo, Ana comenzó a notar las otras cosas: los extras que caminaban alrededor de la barra, el camarero que servía las bebidas. De vez en cuando, algo inesperado que podría suceder: como Mireya tropezando con una línea y todos riendo, o alguien que dejaba caer accidentalmente un vaso. Fueron estos los momentos que ayudaron a romper la ilusión, los tiempos en que Ana entendió lo que Mimi quiso decir que no es real.

Sin embargo, los besos, pues había muchas versiones, eran difíciles de ver. Incluso si no fuera real, no eran lo suficientemente falsos, como para no ser despreciados por el corazón de Ana. Era imposible no preguntarse si Mimi disfrutó besando a Mireya, o peor aún, si la actriz pensaba que Mireya besaba mejor. Y no era difícil estar enfada con Mireya, sin alguna razón, sintiéndose triunfante por el hecho de estar besando a Miriam Doblas donde todo el mundo podía ver.

La odiaba, brevemente, pero con fuerza, por llegar a hacer algo que Ana nunca llegaría a hacer, besar a Mimi con orgullo y en público sin temor a ser condenada. Pero luego la voz de Noemí interrumpía el momento y Ana podía ver el cambio, primero en Mimi, a continuación, en Mireya, el cambio casi imperceptible en el lenguaje corporal que significaba que estaban cada una volviendo a ser ellas mismas. La ayudó, ya está. La ayudó a recordar a Ana que no era Mimi la que besaba a Mireya o al revés, que sólo estaban actuando. No cambiaría la forma en que sentía cuando observaba el beso, pero ayudó a calmar las emociones negativas.

El lado ciego del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora