Primer recuerdo

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Las carreras entre manadas amigas se habían vuelto populares a principios del siglo presente, creando así una tradición que poco a poco se llevaría a festividad y por ende se organizaría, cada año en cierta fecha establecida e inamovible, una especie de fiesta al aire libre donde los negocios de comida se veían sumamente favorecidos.

Las tradiciones siempre me habían parecido aburridas, para mi, un joven de diecinueve años entonces, estar ahí era mera obligación. Mis padres estaban estrechamente relacionados con el comité y como apellido influyente dentro de la manada, no podían negarse a participar. Sin embargo jamás entendí porque tenían que llevarme a rastras a mi. Quizá porque hablaba bien de ellos o tal vez porque querían que respirara un poco de aire fresco. En cualquiera de los dos casos, era algo que simplemente no me interesaba.

No hasta que le vi.

La carrera de lobos estaba a punto de terminar, pasaron más de una hora corriendo a los alrededores del bosque, donde con anterioridad se había preparado una pista para ellos y sus ágiles patas. Era aburrido hasta cierto punto, de vez en cuando se escuchaba el cañón que simbolizaba la descalificación de algún participante o bien, que había terminado el medio tiempo. No se podía observar nada con exactitud, sólo lograban diferenciarse unas que otras manchas de colores tierra o en su defecto blancas o negras, corriendo sin parar.

No sé que veían de interesante los adultos en esa "sana competencia" como les gustaba llamarla aunque más de alguna manada preparaba a sus concursantes desde jóvenes con tal de llevarse el trofeo a casa. Dándoles así un sentimiento de poder encima de las demás manadas.

Yo sólo me limitaba a asentir cada que alguien me hacía comentarios respecto a la carrera y a dar bocados a la botana o comida en forma que en ese momento me estuviese llevando a la boca.

Cuando el encuentro finalizó y todos los lobos llegaron a la meta, se dedicaron a revisar los vídeos y fotografías que revelarían al ganador.
En un encogimiento de hombros levanté mi trasero entumido de la silla de plástico y me encaminé al muelle que daba al río, tardarían unos minutos en dar el premio pero yo ya estaba lo suficientemente harto para resistir más.

Comenzaba a atardecer y como la vista era maravillosa ahí, decidí pasar al menos un momento relajante conmigo mismo. Apenas era mi primer semestre en la universidad y ya estaba atiborrado de estrés y pendientes. Sentía que me asfixiada al igual que mi lobo se la pasaba quejándose la mayor parte del tiempo. Nos haría bien a ambos relajarnos un poco.

Al llegar al muelle me percaté de su presencia. Un joven de piel levemente tostada y rubios cabellos esponjados se encontraba mirando el río desde una orilla del soporte de madera. Mentiría si dijera que mi corazón no se aceleró cuando el giró a verme, también mentiría si negara el hecho de que mi lobo saltó alegremente al reconocer a su acompañante de vida.

-Hola.- Saludó tímido y no pude reprimir mi sonrisa. Ni siquiera sabía su nombre y ya quería abrazarlo. No podría describir el sentimiento, estaba aterrado al mismo tiempo que, después de tantos años de vida, al fin me sentía completo.

Terminé por sentarme a su lado, charlando sobre cualquier cosa. Detestando juntos la carrera la cual ni siquiera recordaba. Bromeando y lanzándonos agua con nuestros pies. Descubriendo en discretas olfateadas el aroma de quién sería nuestro futuro.

Supe en ese mismo instante que mi vida jamás volvería a ser igual ¿Pero qué más daba si ahora podía asegurar que un hermoso y maravilloso omega como Jimin me acompañaría hasta la eternidad? Jamás volvería a sentir soledad, ni miedo, ni tristeza si le tenía a él.

Supe al mirarle a los ojos, mientras los fuegos artificiales, que anunciaban el fin del festival, estallaban en miles de destellos de colores que mi vida sería plena con sólo tenerle en ella.

Porque ¿qué podría salir mal?

I don't like cats ‹ ✨ Yoonmin ✨ › ×Omegaverse×Where stories live. Discover now