Runner Love ||Amor entre carreras|| [DiegoxReader]

Cap. 1: Cuestión de dinero y carreras

Aviso del fic: léase con voz de vaquero estadounidense!!!

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Narra (T/N), 15 años atrás.

Me encontraba correteando detrás de un pequeño potrillo gris, en el establo de la casona de mi familia. Teniendo yo tan sólo cinco años, era increíble que mi padre me permitiera vagar a solas por los establos.
El potrillo había nacido dos días atrás, y sus movimientos eran tan torpres que me producían cierta gracia.

Lo perseguía sólo por el hecho de verlo correr, y reía a medida que me acercaba a él. Pero el peligro acechaba, y yo no me había dado cuenta aún.
La madre del potrillo, recelosa, se preparaba para embestirme. Claramente estaba furiosa porque yo estaba acosando a su pequeño...

-¡Ven, caballito!- decía yo, saltando detrás de él.

Y no reparé en la yegua que relinchaba furiosa detrás de mí. Los ruidos de cascos me sobresaltaron, pero no atiné a moverme de mi lugar.

-¡Cuidado!- gritó una voz.

Al instante, alguien me había atraído hacia sí mismo, rodeándome con sus pequeños brazos y evitando que el animal me arrollara cuando pasó corriendo. Vi a la yegua pasar delante de mí, y el corazón me dió un salto en el pecho.

-Ten cuidado, los caballos son criaturas un tanto peligrosas- añadió la voz, con un tono amable.

Quien me tenía sujeta, finalmente me dejó ir. Me volteé para mirar a mi salvador, y descubrí a un niño de mi edad, vestido humildemente y con los cabellos rubios sujetos en una pequeña trenza.

-G... gracias- musité, avergonzada y asustada.

-No te preocupes por eso. Debí advertirte antes, cuando vi que estabas siguiendo a ese potrillo...

No sabía quién era ese niño, pero su rostro me parecía conocido. Creo que ya lo había visto antes por los establos, pero nunca me había acercado a él.

-Por cierto, mi nombre es Diego- se presentó él, extendiéndome su pequeña mano.

-Un gusto, Diego. Yo soy (T/N)- le sonreí, estrechando su mano con la mía.

-¡Señorita Miller! ¿Se encuentra bien?- indagó una mujer, acercándose a nosotros.

Era la señora Brando, sirvienta en la casona de mi padre.
Diego me observó con sorpresa, y soltó mi mano al instante.

-Venga, la llevaré de regreso a la casa- la mujer observó al niño con cierto reproche.

Observándolos a ambos, era fácil deducir que eran parientes...
La señora Brando me llevó de regreso a la casa, donde recibí una terrible reprimenda por parte de mi padre. Y después de eso, se me prohibió regresar a los establos.

Nunca pude volver a encontrarme con aquel tierno niño de cabellos rubios que me había salvado...

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Narrador omnisciente, presente.

(T/N) Miller, perteneciente a la aristrocrática familia Miller, se encontraba en su habitación decidiendo qué vestido ponerse. Los corsés ajustados y los falderones gigantes eran la moda en el Lejano Oeste por esos días, y ella tenía los vestidos más recientes de la colección.

-Clarise, ¿qué vestido debería usar hoy?- indagó la joven, dirigiéndose a su sirvienta personal.

Clarise, una mujer entrada ya en sus cuarentas, se acercó al armario y observó con atención su interior. Luego de unos instantes de silencio, tomó entre sus manos un bonito vestido color verde agua.