—Sí. Pero si esos progresos son reales, no se tomará tan mal como antes la separación.

—Ojalá. —responde Viviana

Sí, ojalá... No puedo estar seguro de nada, no puedo confiar en nada. Supongo que vamos a descubrir su reacción en menos de un mes, cuando acabará ese periodo que acepté esperar.

—No cabe duda que tu amor por ella es incondicional —dice minutos más tarde, cuando ya estamos disfrutando el café—. Estás más consciente que nunca de lo que te hizo pasar y aun así no la dejas de amar. Hasta consideras la idea de volver.

Dejo mi taza sobre la mesa mientras sonrío con amargura.

—O podrías dejarme claro que soy patético.

— ¿Cómo crees? Tienes toda mi admiración. Y si existe alguna posibilidad de que tú y mi amiga vuelvan, ella sería la mujer más afortunada de esta tierra. Y debería tenerlo bien claro.

—Ni me admires... Amar a alguien que te hace tanto daño es de lo peor que te puede pasar. Esto que siento por ella no se lo deseo a nadie.

—Espera, no hables así... O sea es cierto que si no la hubieras amado, tal vez no te habrías quedado a su lado, no habrías sufrido... Pero no vayamos a echarle toda la culpa al amor. ¡Es un sentimiento tan bello!

Tomando en cuenta lo que descubrí y aprendí durante la terapia, Viviana tiene razón. El amor no es el único culpable. Yo no me quedé a su lado sólo porque la amaba, la respuesta es mucho más compleja.

Todas las veces que me sentí culpable, todas las veces que creí que algo andaba mal conmigo, todas las veces que le quité importancia al problema, todas las veces que le busqué excusas al comportamiento de Daniela, todas las veces que busqué controlar mi propio comportamiento para no enojarla... Todas esas veces yo ya actuaba como una víctima y no tenía ni la menor idea de ello. Porque eso dicen: no sabemos lo que en realidad estamos viviendo. Y cuando lo sabemos ya es muy difícil de escapar. Nos encontramos atrapados en ese maldito ciclo del abuso... Y cada vez que nos piden perdón y nos prometen que no volverá a suceder, no logran más que engañarnos, hacernos pensar que de verdad fue la última vez que nos lastimaron. Y así, todo el proceso se repite. El mismo periodo de tensión seguido por un incidente abusivo y una luna de miel... y otra vez la tensión, el incidente y la luna de miel.

—Lo siento. —susurra de la nada

— ¿Por?

—He tocado un tema delicado y... mira lo que conseguí. No te ves muy bien...

—No, no es así. Yo te cité aquí, yo abrí el tema porque necesitaba darte las gracias. Desde fuera conseguiste ver lo que nos pasaba y trataste de ayudarnos. Si nadie hubiera intervenido, no creo que habríamos entendido en que estábamos metidos.

—Por desgracia sí, es muy difícil de entender. No me lo agradezcas, es poco lo que logré hacer por ustedes pero me alegra que sí pude ayudar.

—Espero que Daniela comprenda que no pudo haber elegido una mejor amiga.

Se queda callada y pensativa. Baja la vista hacia el café que tiene entre sus manos y lo contempla entristecida. Es obvio que algo no está bien entre ellas y creo saber cuál es el problema. Recuerdo muy bien cómo la trataba mi esposa cuando intentaba intervenir, cuando estaba de mi lado, cuando me ayudaba irme...

—Es una persona difícil... —opina— A veces ni yo la entiendo. Más de una vez quise abandonarla y largarme pero no pude. La quiero.

— ¿Te trató mal durante estos meses?

Llámalo infierno © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora