No quiero tocar el tema...

—En fin... —añade al notar que no tengo nada que decir— Tú descuida, sigue con tu vida y yo sigo con la mía... Fuimos amigos, fue bonito pero tuvo que acabar. Qué le vamos a hacer...

—Sé que te lastimé y lo lamento.

—No. Está todo bien. —me miente a la cara mientras sus ojos van llenándose de lágrimas y su voz amenaza con quebrarse por la pena

—Lo que hice fue para evitar malentendidos...

— ¿Y funcionó?

Su pregunta nos vuelve a dejar en silencio. ¿Qué le digo? ¿Que no funcionó porque Daniela y yo encontramos mil motivos más para pelear?

—Qué lástima. Fue un gusto verte. Pero en serio me tengo que ir.

— ¡Espera! —reacciono; justo a tiempo para evitar que se dé la vuelta y se marche— ¿Podemos hablar?

—Ya lo hicimos.

—Deja de ser tan cortante. ¡Estoy harto de los conflictos! Quiero... hacer las paces.

—Eduardo... ¿Qué tienes? Dices que estás harto de los conflictos, me hablas en un tono repleto de dolor, luces pésimo... ¿Qué te está haciendo esa mujer?

—No quiero hablar del tema. No necesito a nadie que me diga qué hacer. Es muy fácil hablar ¿sabes? ¡Pero nadie está en mis zapatos!

—Te prometo que no voy a decirte qué hacer. Pero cuéntame.

En realidad sé muy bien lo que deseo hacer. Sólo que no puedo.

«No te vas. Si lo haces, me mato.»

«Tuve relaciones con otro hombre. O sea te fui infiel.»

—Te abrazaría pero estamos en un lugar público y no quiero meterte en problemas.

— ¿Nos vamos? —propongo

. . .

—Sigo esperando ese abrazo. —murmuro después de cerrar la puerta de su casa y voltear hacia ella

Jacqueline me ofrece una triste pero sincera sonrisa y no espera que se lo pida dos veces. Avanza dos pasos y se aferra a mí como si quisiera recuperar el tiempo perdido u ofrecerme al menos un poco de consuelo. Las ganas de llorar hacen sentir su presencia, pues siento esa maldita y dolorosa opresión en el pecho y ese ardor en los ojos. A estas alturas, ya es casi imposible contenerme. Aprieto los párpados y tomo una bocanada de aire, mientras me pierdo en el abrazo de mi amiga. Me pregunto cómo pude renunciar a ella...

—Cuentas conmigo para lo que sea.

Sus palabras me acaban. Su corazón es demasiado grande. La saqué de mi vida de la peor manera posible y está dispuesta a actuar como si nada hubiera ocurrido. Me habrá molestado y atormentado la culpa pero estoy seguro que para ella fue peor lidiar con el dolor que dejé atrás...

—Te alejé porque eres mujer, porque ella pensaba que todas las mujeres se me acercaban con intenciones ocultas... Yo sabía que no era cierto pero no había y no hay manera de hacerla entender.

—Lo sé, lo sé...

— ¿Y sabes qué es lo irónico? Ella se acercó a un hombre, confío en él, pensó que no tenía otras intenciones más que ser su amigo —hago una pausa para luchar con las lágrimas—. Y terminó engañándome.

Una vez soltadas las palabras, Jacqueline suspira contra mi hombro y me estrecha con más fuerzas. Ni siquiera hace falta que conteste, con eso que hace me basta. Y la había extrañado...

Llámalo infierno © |COMPLETA|Where stories live. Discover now