Psicosis - Wigetta

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No respires, no escuches, no sientas.

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Cerró los ojos con fuerza hundiéndose en el agua tibia de la tina y pequeñas burbujas escaparon de entre sus labios a causa de la perdida de aire. Abrió los ojos despacio observando a través del agua la quietud de su hogar, tenía veintiún años, los sueños rotos y un pasado que cada vez estaba más cerca. 

-¡Ah!-

Se sentó de golpe en la tina y tosió en busca de aire, estaba mareado y confundido, el timbre resonó por el lugar, Guillermo se levantó de prisa cubriendo su cuerpo con una tolla azul y caminó a la puerta de entrada.

-¿Recién te estás bañando?-Chilló Alex.

Guillermo rodo los ojos divertido y le dio lugar a que entraran sus tres amigos –Será tonto el chaval-Murmuró a medida que sus tres amigos entraban.

-Linda casa-Dijo Alex tirándose sobre el sillón –Y que maravillosa vista –Dijo observando la altura del enorme ventanal.

-¡Traje dos amigos! –Grito Rubén mientras sacaba dos botellas de ron de su mochila.

Guillermo sonrió feliz de volver a verlos.

-Traeré vasos- Grito Rubén marchándose a la cocina.

-Bien, yo me cambió y nos vamos –Murmuro Guillermo retirándose a su dormitorio dejando a los chicos solos.

Veinte minutos después los cuatro chicos iban de camino a una discoteca de la cuidad en taxi, ebrios y gritando mientras Mangel intentaba calmarlos desde el asiento delantero.

-Guarde el cambioh- Comentó el de ojos bizcos mientras se bajaban del coche.

Guillermo se acomodó su abrigo mientras bajaba del taxi.

-Te ves bien- Lo alabo Rubén.

-Sí, salvo por aquella playera de tortugas que llevas-Se burló Alex a su lado tomándolo del brazo y guiándolo al interior del lugar.

La música martillo sus oídos en cuanto entró y el aroma a alcohol y cigarro se impregnaron en su nariz, Guillermo sonrió, feliz de volver a tener a sus amigos con él y los cuatro chicos se internaron en ese mar de gente.

Guillermo bailaba al ritmo de la música, se sentía como flotando, se sentía mareado pero se sentía feliz (Como hacía tanto no se sentía)

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A la mañana siguiente lo primero que Guillermo hizo al levantarse fue correr al baño a vomitar.

-Ah, qué mal me siento joder- Murmuro tirando de la cisterna.

Aún llevaba la misma ropa del día anterior, estaba descalzo y despeinado y tenía una resaca que probablemente duraría todo el día. Luego de darse un tibio baño, Guillermo se colocó un simple short y una playera negra, su cabello mojo levemente su rostro al sentarse con la humeante taza de té en el sillón, al terminar la taza de té decidió ir a grabar unos videos para seguidamente ir a dormir un poco para calmar el dolor de cabeza.

Eran cerca de las diez de la noche cuando Guillermo recordó que era domingo y no tenía nada que comer y tuvo que correr al supermercado antes que cerraran. A medio camino una tormenta lo empapó obligándolo a apresurar más el paso, sus pies pisaron cada charco que había en el camino, sólo quedaban tres cuadras para llegar, cruzó la calle de prisa y las luces lo iluminaron.

-¡Ah!-Grito al ver el coche más próximo.

Las llantas del coche chillaron en el pavimento mojado y Guillermo cerro los ojos esperando el impactó que nunca llegó.

-¿Estás bien?-

Abrió los ojos despacio bajando los brazos que cubrían inútilmente su cuerpo y asintió apenado de haber cruzado la calle sin mirar, levanto la cabeza despacio y clavó la vista en el desconocido que casi lo atropella.

-Lo siento-Dijo él.

Guillermo se quedó atontado de sólo verlo, estaba muy oscuro pero los focos que iluminaban la desértica calle le permitía verlo perfectamente, era un hombre alto y fornido, tenía un porte impecable y parecía llevarse el mundo por delante, el pecho levantado, los hombros rectos, la camisa ajustada dejaba ver el inicio de sus pectorales y una blanca y firme piel. Era delgado pero se veía musculoso y fuerte, su cuello estaba erguido y recto y poseía la manzana de adán muy pronunciada. Una mandíbula cuadrada, labios finos y tentadores, junto con una sonrisa torcida y retadora una puntiaguda y recta nariz y unos ojos tan profundos, su cabello se veía brilloso y suave.

Era simplemente perfecto.

-Samuel- Se presentó estirando su mano en dirección a Guillermo y sonrió de lado. Un leve sonrojo se instaló en las abultadas mejillas de Guillermo y no dudo en tomar la mano del chico entre la suya  –Samuel de Luque-


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