Dos

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A petición del público, supongo que aquí va una segunda parte

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Lo peor de pasar un bochornoso momento con su mamá en un sitio público, era lo que venía después de ello.

El calor fue insoportable, y estuvo pegajoso los siguientes tres días en la oscuridad de su habitación. Nadie subió al segundo piso, y por Dios, le agradecía bastante el hecho de que tampoco escucharon sus ruegos o al menos fingieron demencia en lo que respecta a sus deseos morbosos. Al cuarto día, cuando salió de la habitación, ni siquiera pudo mirar a los ojos a su familia; John lo seguía tratando con la misma familiaridad que siempre, y Mary estaba feliz por el hecho de haber estado en lo correcto.

Lo primero que vio al salir, fue una caja de cartón en la entrada de su habitación. Tenía una dedicatoria por parte de Sam, y refunfuñó todo el día al saber que lo que contenía la caja eran cosas para omegas.

"Para el Omega más bonito de toda la cuadra ;)"

Definitivamente, Sam tenía un sentido del humor muy pesado. Y aún así, el regalo era por parte de su mamá.

-Dean -le habló Mary- ¿Puedes dejar de mirar tanto el suelo? Lo vas a gastar, amor -Sam ahogó una risa mientras que Dean se frotaba la cara con un notable hastío- Vamos, cielo. No te pongas así; es algo que siempre pasará... Ya no te preocupes y termina de comer, que hay que darle la bienvenida a los nuevos vecinos de al frente.

Sam tragó los pedazos de pan tostado y se limpió con una servilleta antes de levantarse e ir a limpiar sus manos; John, por otro lado, bajó el periódico que leía con tranquilidad y observó a su primogénito.

No había hablado nada, pero aún así necesitaba decirle algo a su hijo para que dejara de sentirse así; él más que bien sabía lo que era sentirse incómodo en un área ajena. John creció en un hogar de omegas, en donde todos eran delicados como flores y fueron inculcados con ese grotesco pensamiento de servirle ciegamente a los alfas; así que se disgustó bastante cuando descubrió que no era un Omega más, sino uno de los tipos de los que tanto le desagradaba. Pasó de servir a su padre como esclavo, a sentarse en la misma mesa que él y compartir el "orgullo" de ser un ejemplar de la raza dominante.

John sabía lo difícil que era ser algo a lo que no estaba acostumbrado ser; aunque sonara estúpido. Y por ende, no quería que su muchacho pasara lo mismo que él; porque se sentía orgulloso de lo que era y estaba más que feliz con el hecho de que su primogénito era fuerte y precioso.

-No le des vueltas al asunto, Dean -le murmuró John- No hay nada de malo en ser Omega, y ni mucho menos en tener celos. Si lo que te preocupa es que alguien vaya detrás de ti mientras estés en ese momento, no piensen que estarás solo; porque yo te protegeré siempre -John le sonrió a Dean y le palmeó el hombro a su hijo- Ahora levanta esos ánimos y vamos, que tu mamá estuvo preparando este momento desde hace dos días.

Dean asintió y siguió a su padre. Estaba bien con el hecho de ser Omega; pero no le gustaba que por eso despertara la lástima de los demás. Dean era fuerte, consciente de si mismo y de su naturaleza; él no necesitaba el confort de nadie ni palabras de aliento sobre un momento que ya se había resignado a afrontar. Por eso se molestaba cuando sus padres lo trataban así, como si fuera delicado, o si alguien fuera a abusar de él en cualquier momento; Dean tenía dos buenas manos para golpear y dos buenas piernas para patearle el culo a cualquier hijo de perra que se equivocara con él.

Olor a malvavisco ||Destiel||Where stories live. Discover now