—No entiendo... —me oigo decir— Sé perfectamente qué hice mal. Más bien, sé que lo hice todo mal pero... Jamás creí que tú me pagarías de esta manera. Tú... Jamás creí me harías daño a propósito.

No la reconozco.

—Sabes... —contesta mientras intenta borrarse las lágrimas— Esta experiencia me enseñó que quizá no soy tan perfecta como creía. Como quería creer. —se corrige

Estoy de acuerdo, pues yo también estoy cambiando la opinión que tenía de ella. Es inevitable. La miro y simplemente no puedo creer que es la misma mujer a la que llegué a amar, la persona con la que pretendía compartir mi vida...

Busco rememorar todas las veces que la hice enojar pero me cuesta imaginar que le causé al menos la mitad de lo que yo siento en este momento...

—Yo también estoy en shock. —afirma tras un corto silencio

Ladeo la cabeza y de repente decido levantarme del suelo. Al diablo las explicaciones. Por el momento no quiero escuchar nada aun cuando mi cabeza me da vueltas y las dudas me carcomen. No quiero tenerla cerca porque me enferma. Sólo logro imaginarla... ¡Mierda! Y siento cosas horribles, cosas que no creí que llegaría a sentir al tratarse de ella.

Necesito salir de aquí. Me doy la vuelta y me pongo en marcha, ella no protesta. Llora aún más fuerte, si es que eso es posible. Pero no puedo pensar en ello ahora, no puedo fijarme en nada que no sea lo que llevo dentro. Es más de lo que puedo soportar y si no encuentro la manera de aliviarlo, no sé qué va a pasar. Llegado al pasillo me detengo un segundo para analizar las opciones y la idea de ir al otro dormitorio me parece la mejor. Es justo lo que hago y espero que Daniela no venga tras de mí, espero que no insista hablar. No la quiero ver. Su simple presencia provoca repulsión.

. . .

No deja de tocar en la puerta del dormitorio y empieza irritarme. No me importa que ya hayan pasado unas horas, quiero estar solo. Hundo la cara entre mis manos y trato de ignorar el ruido. Espero que desaparezca cuanto antes.

—Eduardo, soy Viviana.

La amiga de mi esposa. Entiendo que haya venido a visitarla pero no entiendo qué quiere de mí. Me tomo unos segundos para tranquilizarme y aunque no noto grandes cambios, me levanto del suelo y atravieso el cuarto. Jadeo en un último intento de quitar las sensaciones pesadas y le abro. Me topo con una mujer bastante preocupada y de inmediato sospecho que Daniela le habrá dicho algo. Espero estar equivocado.

—Me urge hablar contigo. —avisa; su tono refleja justo lo que afirma

— ¿Debe ser ahora?

—Sí. Y sé que me estoy entrometiendo pero tú y mi amiga tienen problemas muy graves. Es imposible que los solucionen solos. No van a poder ser objetivos. Necesitan ayuda. Antes que nada, tú necesitas entender lo que has vivido durante estos meses.

Encima llega a confundirme... No estoy de humor para intentar descifrar lo que sea que esté diciendo. De hecho no estoy de humor para nada. Me siento hundido, aturdido, decepcionado, traicionado, herido, asqueado... Quiero estar solo.

No, quiero salir de esto. ¿Pero cómo le hago?

—Eduardo, sé que te cuesta trabajo pero esta conversación es muy importante. Yo hubiera intervenido antes pero apenas hoy me enteré. Y no puedo dejar que pase ni un día más.

— ¿Qué pasa? —cedo; pero mi voz traiciona el fastidio provocado por su insistencia

—Pasa que mi amiga te estuvo haciendo daño sin al menos darse cuenta de eso. Hoy me contó gran parte de los problemas que tuvieron durante meses y supe enseguida que había algo grave de por medio.

Llámalo infierno © |COMPLETA|Where stories live. Discover now