Éramos tan diferentes.
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Esté es un fanfic hecho por mi.
Prohibida su adaptación, copia total, parcial y/o publicación en otras páginas.
Cualquier tipo de plagio no s...
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Alice sintió su cabeza doler mientras sus ojos se abrían con lentitud, estos aun no podían enfocar bien por lo cual sus cejas se fruncieron y entonces un aroma en particular llamó su atención, haciendo que se incorporara de golpe por lo cual se sintió mareada y por obviedad, su vista tardo más en enfocar.
Cubrió sus ojos con sus manos y gruño por lo bajo, cuando sintió que sus ojos ya podrían visualizar todo, se quitó las manos y para poder observar su alrededor. Estaba sola en aquella habitación de... Hospital.
Trago grueso y observo su brazo que tenía un cable insertado, haciendo que tuviera un escalofrío al pensar cómo se sentía que le pusieran esa cosa. Pensó si quitárselo o no. Pero debía ser doloroso ¿no?
Cuando se trataba de hospitales y esas cosas, su yo valiente se esfumada, convirtiéndose en aquella pequeña niña necesitada de sus padres y no le gustaba ser así ni ponerse así pero no lo podía evitar porque era lo que realmente era.
Una chica débil.
Muy débil.
Y vaya que era patética también.
Dio un respingo en su lugar cuando vio a una enfermera entrar, quizás un chequeo porque traía una tabla. La enfermera la miro sorprendida y luego sonrió.
— Al fin despierta, señorita.
— ¿Uhm? — Fue lo único que salió de su boca y la contraria sonrió nuevamente negando.
— Estuvo desmayada un día y un chico la trajo — Explico mientras se acercaba y hacia un típico chequeo.
¿Un día? Vaya.
— ¿Un chico?
— Sí, dijo que era su familiar.
La pelinegra solo asintió sin darle importancia y la enfermera salió de la habitación, informando que en un momento le traería algo para beber y comer. No prestó mucha atención ya que dejó su mirada perdida en un punto del lugar. Quería y debía salir de ahí si no quería tener un ataque de pánico, ya que los hospitales era uno de los lugares que más odiaba desde la muerte de sus padres.
Estaba planeado su patética huida cuando escucho la puerta ser abierta y luego cerrada, llamando su atención. Cuando la persona se acercó notó quien era por lo cual elevo una ceja con confusión.
— ¿Qué haces aquí? — Fue lo primero que pudo decir o más bien, preguntar.
— Oh hola, ¿cómo estás? Estoy bien, muchas gracias ¿Y tú? También, gracias por preguntar — Habló el chico como ironía haciendo que la contraria rodara los ojos.
— ¿Qué haces aquí? — Volvió a repetir.
— Nada, vine de visita, obvio — Habló con obviedad mientras rodaba los ojos.
— ¿Cómo sabias qué estaba aquí?
— ¿Acaso esto es un interrogatorio? — Cruzó sus brazos.
