Sweet child o' mine

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Esa mañana llevaba mis jeans azules, un buzo de lana blanco y una campera roja. El clima había mejorado favorablemente y podía sentirse algunos rayos de sol a mitad de la mañana. 

El profesor de Derecho Procesal había dado una clase pesada y salí del salón con las ganas justas para retirarme de la institución, sin embargo, el hecho de que era viernes me hizo soportar unas dos horas más. 

Después de casi dormirme en Derecho Privado tomé mis pertenencia y fui al café de siempre. Mi mente daba vueltas en algunas dudas sobre el tema en clase y ni siquiera recordé la presunta cita con Genaro. Volví a bajar las empinadas escaleras, caminé por la parada de autobús repleta de estudiantes, crucé la transitada calle, en un semáforo verde y proseguí hasta el café. 

Abrí la puerta de "Café Aurelio" sin prestar demasiada atención, la vieja radio parecía relatar un partido de fútbol pero no me detuve a escuchar demasiado. 

Me acerqué a la mesada de madera y esperé a ser atendida. Corrí me flequillo con un gesto y mordí mis labios resecos por el frío. Tamborileé mis dedos en la madera y esperé. 

Una mirada calló sobre el peso de mi espalda pero no quise mirar, y entonces, los pasos secos se acercaron desde atrás cautelosos, alguien me rozó el hombro pero quedó de pie junto a mí. 

-Emma- dijo en un suspiro. 

-Genaro- correspondí. 

-¿Cómo estás?- sonrió apenas. 

-Bien- me pausé.- Bien y ¿tú?

-Bien- reí. 

-Me alegro.

-Yo por ti- ambos sonreímos. -Escucha, ¿crees que sea mejor ir a aquella mesa? Porque la estuve apartando mientras venías y me parece más.-Lo interrumpí.

-Por mi es perfecto. 

-De acuerdo.-Entonces nos dirigimos a una mesa junto a la ventana donde podíamos ver los autos pasar y la gente caminar. Podíamos ver la vida seguir mientras nosotros conversábamos. 

Se sentó enfrente de mí y me miró, pero no pude decifrar mucho lo que pensaba. 

Allí estaba, con su pelo en un rodete desprolijo, sus cejas juntas, sus ojos oscuros, sus labios finos rodeados por una barba candado. Su fuerte perfume delicioso. Había apoyado sus codos en la mesa y sostenía su propio mentón con la yema de los dedos. Su mirada dió un pequeño paseo por mi rostro y se detuvo en mis ojos.

Sonreí tímida sin mostrar los dientes y bajé la mirada. Había cruzado mis dedos por encima de la mesa y acomodé mi flequillo con un gesto, otra vez.

El hombre de pelo blanco, encargado del bar -del cual debía averiguar el nombre- cambió la radio por un poco de música. Una serie de clásicos sonaron en el local casi vacío. Caminó distraído y simpático hasta nosotros y me miró con ojos brillantes.

-Lo de siempre- tuve que asentir con una sonrisa estúpida y decir "gracias" simplemente. 

-Yo voy a pedir exactamente lo mismo que la señorita- dijo Genaro.- Por favor.- agregó esta vez con dulzura. 

-Enseguida-dijo el hombre.

-Gracias.-volvío a decir el chico de los ojos oscuros. 

¿De qué iríamos a hablar ahora que el hombre había despejado el camino? Nuevamente estabamos solos, él y yo, frente a frente. Cara a cara. 

-¿Y bien?- Le dije.

-¿Qué has hecho? 

-Estudiar, trabajar. Lo de siempre. 

Emma  & GenaroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora