Capítulo 7

Mulai dari awal
                                    

—Muy bien... —espeta una voz sarcástica— Tampoco desperdicias la oportunidad de intentar separarnos.

Lo que me faltaba. Las palabras de Jacqueline alimentan las sospechas de mi esposa, ahora sí que nada ni nadie podrá convencerla que mi amiga no me ve con otros ojos.

—Vienes a esta hora y encima hablas mal de mí. —añade mientras se acerca

Ni que fuera tan tarde, son las siete de la noche.

—Menos mal que puedo decirte de frente todo lo que pienso. —replica Jacqueline

—Sólo atrévete. —la reta Daniela, fulminándola con la mirada

—Ni creas que tu agresividad me va a detener. Eduardo es un caballero, jamás podría pegar una mujer. Pero yo sí puedo defenderme y lo haría sin dudarlo.

—Sal de mi casa.

—Esta casa no es solo tuya. De hecho, si bien recuerdo la compró él. Y que ayudes con los gastos, no te hace la dueña única de todo esto.

—Sal.

—Creo que mejor hablamos otro día. —intervengo

— ¡No he terminado! ¡Ni intentes protegerla después de todo lo que pasó!

Si dejo que continúen con esto, terminarán arrancándose el pelo. Ignoro lo que acaba de decir y la tomo del brazo, animándola a seguirme fuera de la casa. No se zafa del agarre pero tampoco da señal de querer moverse.

—Si me voy, vas conmigo. Y si tu esposa está dispuesta a cambiar, lo aceptará. Que te demuestre lo que afirma.

— ¿Y es lógico que lo deje ir con la persona que le aconseja separarse de mí? ¿Con la mujer que quiere más que una amistad?

— ¡Basta con eso! —le grita mi amiga, liberando su brazo

— ¡Ya! ¡Se calman y se callan! Jacqueline, espérame fuera.

Suspira porque sabe que no le queda de otra. No hace falta que se lo repita dos veces, pues enseguida está dirigiéndose a la salida de la sala. Después de eso, un portazo confirma que dejó la casa.

— ¿Vas a ir con ella?

—Voy a ponerle fin a esta amistad. ¿Contenta?

No le doy la oportunidad de contestar, ni siquiera me quedo a observar su reacción. Hago lo mismo que hizo mi amiga un par de segundos atrás. Bueno, menos lo del portazo. Al estar fuera de la casa, me la encuentro de brazos cruzados, apoyada a la parte derecha de su coche. Tarda unos momentos hasta percatarse de mi presencia pero al hacerlo, no se mueve. Así que voy hacia allá.

—Ni me mires así, tenía que sacarte de ahí. La estabas provocando y-

— ¿Iba a terminar golpeándome? —completa— Ja, empiezas entender que sus arranques de rabia se vuelven una costumbre. Que es un problema muy serio.

—Después de esto, a ver quién le saca de la cabeza que tú quieres algo conmigo —murmuro tras un corto silencio—. Creo que... nos queda una sola solución.

Me observa curiosa. Ni está sospechando lo que estoy por hacer.

—Tú y yo deberíamos dejar de vernos.

No fue la manera más clara de expresarlo. Pero me cuesta tanto trabajo decir el «ya no podemos ser amigos». Me cuesta y me duele renunciar a esto. Sin embargo, no veo ninguna otra salida.

—Primero ignoras mis llamadas y mis mensajes. Ahora me propones que dejemos de vernos. ¿Qué sigue? ¿Decirme que nuestra amistad debe dejar de existir?

Sí, es justo lo que intento...

—No puedes ser tan estúpido como para —se detiene bruscamente, mientras que el horror y la decepción se van instalando en su rostro; debe estar dándose cuenta— ¿En serio? —suelta; su voz me desgarra por dentro— ¿Así es como me pagas por haber dado mi opinión y por haberte sugerido que la dejaras? ¿O acaso ella te lo pidió?

—No... Mira...

— ¿¡En qué te estás convirtiendo!?

— ¡¡¡Es que no nos queda de otra!!! ¡Entiéndeme!

—No nos queda de otra... —repite aturdida— ¿Y sabes qué sigue? Ya no dejarás que ninguna mujer se te acerque, por miedo a lo que vaya a pensar y a decir tu esposa. Dejarás de hacer todas esas cosas con las que tu esposa no está de acuerdo. ¡Incluso dejarás tu carrera! ¡Esa carrera que te hacía tan feliz y por la que te has esforzado tanto! ¡Todo por tu esposa!

Sus ojos están cristalizados. Por mi culpa. Esto salió justo como imaginaba: horrible. Me quedo callado, incapaz de consolarla, incapaz de encontrar las palabras correctas. Incapaz de pensar en otra solución, para que no tengamos que alejarnos.

Y si supiera que ya he querido dejar la carrera... mejor me lo guardo, sólo conseguiría verla más decepcionada de lo que ya está. Mierda, esto es una porquería.

—Bueno, no te quito más tiempo —anuncia, borrándose las lágrimas con rapidez—. No vaya a ser que tu esposa se enoje. Además... tú serías el único que saldría perjudicado —añade con voz apagada—. Que te vaya bien, Eduardo.

—Por favor... No era mi intención que acabáramos en malos términos. No hagas esto.

— ¡No estoy haciendo nada! ¿Quieres que te aplauda? ¡Tú eres el que bota a la basura nuestra amistad! ¡Adiós!

Se mete al coche lo más pronto que puede. Asisto impotente a su partida, disgustado conmigo mismo por lastimar a alguien tan importante para mí. Temo que aunque los malentendidos desaparezcan, no podré sentirme completamente feliz. Este sacrificio ha sido demasiado grande.

. . .

Esta mañana voy comprobando que Daniela está de buen humor, mientras que a mí me sigue agobiando lo que hice anoche. Nada bueno puede salir de esto. Ella está toda cariñosa, anhela pasar tiempo a mi lado y yo quisiera estar a solas, tratar de asimilar lo ocurrido.

—No me gusta verte así. —susurra, acostándose a mi lado en la cama y colocando su cabeza en mi hombro

—Prefiero que no hablemos de eso.

—Claro. Como tú quieras, no hay problema.

El buen humor es tan evidente en su tono. Me pregunto si tiene que ver con mi decisión o con alguna intención de que lo nuestro funcione, de que la armonía vuelva a ocupar su lugar.

No sé qué estará pasando en su cabeza después de los últimos eventos. Anoche no hemos vuelto a tocar el tema, de hecho casi no hablamos y hoy me topé con su buen humor, con un desayuno en la cama y con planes acerca de cómo deberíamos pasar el día, ya que es sábado y ella es libre. Supongo que no tiene caso arruinarlo todo iniciando una conversación sobre mi amistad con Jacqueline.

— ¿Entonces vamos a la playa?

— ¿Por qué no?

Se aferra más a mí y sonrío con amargura. En realidad no me apetece salir, no me apetece hacer nada pero tampoco puedo rechazarla. Ni siquiera debería mostrar que estoy abatido, pues luego se le ocurrirá hacer preguntas y quizá hasta terminará haciéndose ideas. Pensará que Jacqueline me importa tanto porque no la considero una simple amiga. Si hubiera entendido que eso nunca fue cierto, no habría tenido que acudir a medidas extremas... Si me contara que tiene un amigo hombre, no sacaría conclusiones. Ya, debo dejar de pensar en el tema. Hoy somos sólo mi esposa y yo. Nadie más.

—Te amo —susurro, para luego besarle la frente y estrecharla entre mis brazos—. Te amo tanto.

—Yo también te amo.    

Llámalo infierno © |COMPLETA|Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang