19- El éxito de Tom

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«Venga, Cupido, déjanos ser un ejército, que todo el mundo encuentre su amor verdadero»

Considero este el lema más adecuado para este capítulo, ya que, intimidada por las amenazas, denuncias y quejas tras tomarme la libertad de concluir cierta historia del modo que más me complacía, ahora debo ceder ante el afable deseo de ofrecer satisfacción y, a riesgo de escandalizar a ciertos lectores, me encuentro en disposición de emparejar a todo aquel que pase por mis manos.

De vez en cuando, se produce una epidemia matrimonial, especialmente en primavera, que devasta a la sociedad, hace menguar el número de solteros y provoca el llanto en las madres ante la pérdida de sus hermosas hijas. Aquella primavera la enfermedad se presentó con gran virulencia en el círculo de los Shaw, aturdiendo las cabezas paternales al declararse un caso tras otro con alarmante rapidez. Fanny, como hemos visto, fue la primera en caer, y en cuanto se hubo superado aquella crisis, Tom regresó para aumentar la lista de víctimas. Como Fanny salía mucho con su Arthur, quien estaba convencido de que el ejercicio era lo más necesario para la convaleciente, Polly acudía todos los días a visitar a la señora Shaw, quien se encontraba muy sola, aunque mucho mejor que de costumbre, ya que el compromiso tuvo un efecto vivificador en ella, mucho más que todos los tónicos que había probado hasta entonces. Unos tres días después de recibir la alegre noticia de Fan, Polly se sorprendió al entrar en casa de los Shaw y ser recibida por Maud, quien bajaba corriendo las escaleras y lanzando una avalancha de palabras en rápida sucesión:

—¡Ha venido antes de lo que dijo para sorprendernos! Está en el cuarto de mamá y acaba de preguntar por ti. Te oí entrar y bajé a buscarte. Ven enseguida. Está muy raro con el bigote, pero se le ve muy bien, grande y moreno, y me levantó en el aire al besarme.

Y tomando a Polly de la mano, Maud la arrastró escaleras arriba como si fuera un barco capturado y arrastrado por un remolcador ruidoso y pequeño.

«Cuanto antes mejor», fue el único pensamiento de Polly antes de entrar en la habitación en compañía de Maud, quien exclamó en tono triunfal:

—¡Ahí lo tienes! ¿No te parece que está espléndido?

Por un momento, Polly tuvo la sensación de que todo bailaba a su alrededor, mientras una mano oprimía la suya y una voz gruesa le decía alegremente:

—¿Cómo estás, Polly? —Y, a continuación, se sentó junto a la señora Shaw, con la esperanza de haber contestado como era debido, pues no tenía la menor idea de lo que había dicho.

Poco después, los ánimos se calmaron un poco, y mientras Maud comentaba la gran sorpresa, Polly se aventuró a mirar a Tom, alegrándose de que este tuviera la luz de frente y ella no. No era una habitación muy grande, y Tom parecía llenarla por completo. No era que hubiese crecido mucho, salvo en la anchura de sus hombros, pero su actitud jovial y tranquila sugería una vida al aire libre con gente que mantiene los ojos siempre abiertos y no se preocupa por las cuestiones de etiqueta. Con el basto traje de viaje, las fuertes botas, el rostro moreno y la barba recia tenía un aspecto tan distinto que Polly no halló ni el más leve rastro del elegante Tom Shaw en aquel hombre que apoyaba el pie sobre una silla mientras hablaba con amenidad de negocios con su padre, algo que deleitaba enormemente al viejo caballero. A Polly le agradó inmensamente el cambio y escuchó las novedades del oeste con el mismo interés que hubiera dedicado al romance más emocionante, pues, mientras hablaba, Tom la miraba de vez en cuando con una sonrisa o un asentimiento, como solía hacer en los viejos tiempos, y durante un rato se olvidó completamente de María Bailey.

Poco después, llegó Fanny y le dio a Tom una sorpresa mucho mayor que la que él les había dado a ellos. El muchacho no sospechaba en lo más mínimo lo que había estado sucediendo en casa, pues Fan se había dicho a sí misma con malicia juvenil: «Si él no quiere confiarme sus secretos, yo no le contaré los míos», y no le había dicho nada por carta de Sydney, salvo una alusión ocasional en la que le comunicaba que iba a verlos a menudo y era muy bueno con ellas. Por tanto, cuando le anunció su compromiso, Tom se quedó tan aturdido que Fan creyó que no lo aprobaba, pero tras la sorpresa inicial, se mostró tan contento que su hermana se sintió a un tiempo conmovida y halagada.

Una muchacha anticuadaWhere stories live. Discover now