Noche de Bodas/Capítulo XIV

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Londres -Inglaterra de 2016

NARUTO UZUMAKI

Los pantalones que llevaba revelaban todas sus curvas, desde el trasero hasta el delicioso contorno de sus piernas. Se le había subido la sudadera, dejando a la vista un trozo de piel desnuda. Era evidente que se había quitado el sujetador, y a que no lo veía como un hombre que la deseaba, sino más bien como a un hermano mayor sin deseos masculinos. ¿Pero acaso eso no era verdad?

- Deja de beberte la cerveza así. No estás en una película porno.

Hinata soltó un grito ahogado.

- ¡Oye, no la pagues conmigo, so gruñón! -reprochó- Yo no tengo la culpa de que tu empresa sea más importante para ti que un matrimonio de verdad.

- Sí, pero si no recuerdo mal, tú estabas muy dispuesta a aprovechar la oportunidad por Iruka.

Hinata cogió el cuenco de la pasta y se sirvió un plato.

- ¿Quién eres tú para criticarme? Siempre te lo han dado todo. Te regalaron un Mitsubishi Eclipse cuando cumpliste los dieciséis años.

- Esta vez ganas tu, duende -finalicé- brindemos por nuestro grandioso matrimonio.

Hinata guardó silencio, durante el cual cogió un trozo de pan de ajo caliente cubierto por mozzarella derretida.

- Siempre me dices algo relacionado con enana, ¿no te cansas? -dijo una vez que brindo con su cerveza en la mano.

Hinata se echó a reír y cambió el tema de conversación. Yo mojé el último trozo de pan en la salsa y me lo llevé a la boca.

Una vez que acabamos de cenar, no tardamos mucho en recogerlo todo y en meter los platos en el lavavajillas, tras lo cual Hinata se acostó en el sofá de color arena del salón. Supuse que buscaba la postura perfecta para hacer la digestión de forma rápida.

- ¿Vas a trabajar esta noche? —escuché que me preguntaba.

- No, es tarde. ¿Y tú? —quise saber.

- Qué va, estoy cansada. —Se produjo un breve silencio—. Bueno, ¿qué quieres hacer?

Cuando me volteé, vi que se le había subido la sudadera. La piel blanca y tersa de su abdomen hizo trizas mi concentración. Se me ocurrieron un par de ideas sobre lo que podía hacer. Algo que implicaba subirle lentamente la sudadera para lamerle despacio los pezones hasta que estuvieran bien duros bajo su lengua. El resto consistía en bajarle los leggins y comprobar en cuánto tiempo era capaz de ponerla a doscientos. Puesto que era imposible, me encogí de hombros.

- No lo sé. ¿Vemos la tele? ¿Alguna película?

Ella negó con la cabeza.

- Póquer.

- ¿Cómo dices? -pregunté confundido

Los ojos de Hinata se iluminaron.

- Póquer. Tengo una baraja de cartas en la maleta. -manifestó

- ¿Llevas tu propia baraja encima?

- Nunca se sabe cuándo vas a necesitarla. -dijo guiñándome un ojo

- ¿Qué apostamos? -pregunté

Hinata se levantó de un brinco del sofá y se encaminó hacia la escalera.

- Dinero, por supuesto. A menos que seas un cobarde.

- Vale. Pero usaremos mis cartas.

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