Capítulo 1: Para empezar.

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Sabes, a los varones siempre nos juzgan y desde muy chicos se nos hace competir por ser los mejores. Todo es competencia. Sino fíjate en lo que jugamos: a futbol, béisbol, baloncesto, a las carreras, luchas, y muchas cosas más, inclusos algunas competencias que los varones preferimos mantener en secreto de ustedes. Imagina las cosas más locas sobre las que uno puede competir y de seguro todos nosotros o bien la mayoría ya estuvimos en eso. Y este estimulo de competir no termina en toda nuestra vida. Nos apasiona.

Mi historia comienza ahí, en esas competencias de niño. Verás el corazón de un varón es ante todo simple, pero vive con intensidad las cosas a las que se abre. Una de las cosas que más anhela un varón es ser un ganador. Talvez a ustedes como chicas no les parezca lo más importante, ustedes siempre están interesadas en otras cosas. Es por esto que muchas veces no nos entienden.

De pequeño jugué a todo: a las canicas, a los trompos, "landa", "arriba", béisbol y sobre todo futbol. A la edad de 8 años había fracasado en casi todas estas cosas, por increíble que parezca. Así que intensifiqué mis estudios y ahí si triunfé. Fui el mejor alumno de mi primaria.

Una vez en secundaria intenté seguir el mismo plan. Pero verás, me fue imposible. Empecé a notar un ser que me parecía muy ajeno aún a mis doce años recién cumplidos: las chicas. Y es que verás, me pasé todo el primer año echando un ojo modestamente a cada muchacha. Y más increíblemente aún era que no sabía bien por qué. Ahora río de eso, pero en ese entonces realmente me dejaban como cuando ustedes están viendo esos escaparates de las tiendas mientras van de compras. Hipnotizado totalmente, en resumen.

Mi personalidad tímida no me permitía más que eso. Si algún día un chico te jaló el cabello, te empujó, te dio muchas bromas o bien simplemente cuando tú estabas cerca él estaba muy callado y como en shock déjame decirte que es muy probable que le gustaras. No miento, hablo por muchos de mi género cuando les digo esto: entrabamos en pánico, mientras en privado, en esas reuniones en las que ustedes pensaban que hablábamos de cualquier otra cosa, un tema recurrente era la ingeniería de un método de conquista infalible, el cual generalmente siempre se echaba a la basura cuando se ponía en marcha, pues verás ustedes son simplemente impredecibles. Las he visto llorar y reír al mismo tiempo. ¿Cómo le hacen?

Entre tanta timidez decidí empezar a escribir poesía, tratando de imitar al mejor poeta nacido en nuestras tierras, su majestad, Rubén Darío. Realmente eran versos muy tontos, aún conservo algunos y realmente no tenía idea de lo que escribía. Es probable que nuestro poeta se haya estado quejando en su tumba, como reclamo, mientras escribía mis versos a imagen de los suyos. Realmente muy probable. Pero los escribía porque eso era lo que deseaba decirle a alguna muchacha que me gustase. A esas alturas estaba en segundo año. Y, cómo te dije, no dio ningún resultado, pues resulta que ustedes a esa edad no se fijan en eso y mi plan se fue por borda (a como otros de algunos amigos, que habían llegado a ofrecerse a cargar el bolso de la chica que les gustaba, cosa que funcionaba en escasas ocasiones). Falló mi estrategia, pues, a como lo dije, ustedes son a prueba de pronósticos.

Funcionó, más bien, hablarles a las chicas. ¡Increíble! Nunca lo había intentado.

Se lo que está pensando: ¡qué gran tonto! Lo acepto. Pero lo descubrí por accidente. Por cosas de la vida, bueno, más bien del profesor de inglés, tuvimos que trabajar en grupos mixtos. Verás, yo nunca tuve pavor por relacionarme con ninguna chica que no me gustara, tenía en ese entonces ya varias amistades femeninas que aún hoy conservo. En fin, ese día, se nos asignó una tarea y el grupo de trabajo que me correspondió era mixto, es decir, de varones y mujeres. Ahí mismo estaba la muchacha más bonita del aula. Y a que no adivinan lo que le pasó a este tipo. Bien si estás pensando en la remota idea de que se dispuso a su conquista, pues bien, pasó todo lo contrario. No logré articular una sola oración que pudiera crear una conversación con ella. Mi timidez jugaba conmigo una vez más.

Corazón de Varón.Where stories live. Discover now