Tormenta

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 Rosita estaba ocupándose de terminar de preparar la cena, mientras los demás acababan de acomodar la mesa. Después de un largo día de trabajo, todos estaban bastante agotados y esperaban terminar pronto de comer para poder ir a descansar.

Afuera llovía intensamente, desde hacía varios días que no cesaba el diluvio. Oscar y Felipe habían conseguido que Imelda les permitiera escuchar la radio, para distraerse del ruido constante del agua golpeando contra el techo y las ventanas, con la condición de no escuchar nada de música (obviamente) De los parlantes de la radio, solo se escuchaba el incesante parloteo de los periodistas.

-En otras noticias... informamos que la tormenta persiste y parece que se instalará en el cielo por varios días más... -

Imelda revoleó los ojos y gruñó hacia el aparato con aprensión.

-¿Acaso no es obvio? No entiendo como les pagan a estos sujetos para hablar tantas tonterías. - Se quejó haciendo un gesto de desagrado con su mano. -La tormenta persiste... como si necesitáramos que nos lo digan. No ha dejado de llover ni un minuto en toda la semana! -

-La preocupación de las autoridades se concentra en Shantytown... - Continuó el periodista y todos en el comedor detuvieron lo que estaban haciendo. -La precariedad de las construcciones no soportó la intensidad de la lluvias... - Imelda frunció el ceño y se acercó al aparato -Todas las casas cedieron ante las inclemencias de la tormenta y la crecida del arroyo que pasaba por debajo del asentamiento empeoró la situación. - Los ojos de la matriarca se ensancharon de preocupación e inconscientemente se llevó una de sus manos a su pecho. -La mayoría de sus habitantes fueron relocalizados en refugios improvisados, pero algunos se niegan a abandonar el lugar... -

-Héctor... - Murmuró Imelda en un suspiro y dio media vuelta decidida. -Voy a salir. - Anunció imperativamente y marchó a pasos agigantados hacia la puerta trasera.

-Pero... hermana.... - Intervino Felipe.

-No puedes salir... - Continuó Oscar

-...Con este clima... - Siguió el primero

-...Es una locura! - Exclamaron ambos. Imelda se detuvo, con la postura rígida y la mirada firme. Los observó un instante y luego siguió su camino.

Afuera un relámpago iluminó el cielo nocturno y un trueno acompañó con un rugido ensordecedor. La lluvia caía con fuerza, gotas gordas y pesadas acrecentaban los charcos del patio. Pepita estaba algo inquieta, daba vueltas dentro de su "casa" gimiendo molesta por el ruido y por la amenaza del agua. Imelda sabía que a su alebrije no le gustaría la idea de volar bajo la lluvia, pero tenía que intentarlo.

-Pepita. - El colorido animal la observó con sus ojos amarillos. -Necesito que me lleves. - Le dijo con tono suave, pero con autoridad. El gato gigante mantuvo su mirada y retrocedió. -Ya sé que no te agrada... pero tenemos que ir. - Parecía que Pepita lo meditaba... era muy raro que no obedeciera las peticiones de Imelda, pero había algo en la mirada del esqueleto que logró convencerla. Se acomodó para que pudiera subir y con Imelda en su lomo salió hacia la lluvia, el agua golpeaba su rostro peludo y no pudo evitar un gruñido de molestia, luego de acostumbrarse al clima, extendió sus alas y salió disparada hacia el cielo.

-Vamos a Shantytown... -


El viaje fue turbulento, no sólo el caer del agua complicaba la visión, sino que el viento feroz también castigaba el audaz vuelo del alebrije. Sin embargo, la preocupación de Imelda no le permitía replantearse su decisión de salir con aquel pronóstico, tenía un presentimiento muy doloroso en su interior y se obligaba a guiarse por él.

TormentaWhere stories live. Discover now