Capítulo 50: ¡No permitas que lo haga!

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Vladimir

La bailarina que me cruza en el pasillo se queda mirándome y termina guiñándome el ojo. En otros tiempos me habría ido tras ella, le habría pedido su número telefónico, le hubiera invitado a tomar algo y hubiera pasado toda la noche con ella en un cuarto de hotel. Y, muy seguramente, no habría sido la única mujer en Miami con la que habría hecho eso.

Pero hace unos meses algo pasó. Mi vida cambió por completo y nunca más podrá volver a ser igual; y aquí estoy, apoyando desde la distancia a esa bailarina cuyo acto principal es estar todas las noches en mi mente.

Loreta se presentó ayer en una categoría de parejas y lo hizo muy bien. La última vez que la vi estábamos desnudos y sudorosos en el cuarto de aquel hotel en Santa Marta, hace más o menos un mes. En ese momento pasaban miles de cosas por mi mente, menos que Loreta me fuera a dejar abandonado ahí, solo porque acabó mi suerte.

A pesar de lo mucho que ese hecho me lastimó, la tristeza se ha ido difuminando con el tiempo y lo único que quiero ahora es volver a estar con ella. No me importa la suerte, mucho menos que ella me haya hecho daño, solo quiero volver a tenerla entre mis brazos. No puedo vivir sin su locura, no quiero acostumbrarme a no escuchar su voz.

Mientras estoy en la tribuna, esperando que la compañía de baile de Loreta participe en una categoría de grupos, recibo un mensaje de Carolina. Desde que regresé de mis accidentadas vacaciones con mi exnovia no ha parado de buscarme, y yo sigo ignorándola. Luego de encontrármela en el baño del restaurante en Santa Marta, no volví a saber nada de ella hasta una semana después de haber regresado. Por suerte he escapado sano y salvo de sus encuentros repentinos en la calle, en el centro comercial, y según Pablo, me he salvado de encontrármela en el casino, pues ya no voy mucho por ahí, pero ella sospechosamente va todos los días.

«Esta vez no será diferente. Seguirás siendo ignorada, querida» pienso.

—Ladies and gentlemen, please welcome from Cali, Colombia, the group Ambrosia Latina. Damas y caballeros, por favor reciban desde Cali, Colombia, al grupo Ambrosía Latina.El locutor anuncia por los parlantes y veo como poco a poco van entrando los bailarines entre los que, por supuesto, reconozco a Loreta.

Todos se acomodan con rapidez y tan pronto empieza a sonar la música, una señora robusta delante de mí se pone de pie y no me deja ver nada. Le pido que se siente pero me ignora, trato de pararme yo también pero siento el golpe de un vaso de plástico que me arrojan para que me siente o me quite.

Me agacho, y ahora es la señora frente a mí quien recibe los reclamos, la mujer tiene muy mal genio y creo —aunque no podría asegurarlo— que gracias a mí se va a formar una trifulca. En fin, no es lo que me importa en este momento, entonces bajo hasta la primera planta, donde veo un pequeño espacio en el que me puedo ubicar. El único problema es que tengo que estar de pie, y temo que vengan a llamarme la atención para que regrese a mi puesto. Por ahora solo pido un poco de suerte para poder ver la presentación de Loreta sin que nadie venga a impedirlo.

El show es espectacular. Yo no sé mucho de baile, más que lo que he visto tantas noches en que iba a ver el show de Loreta, pero esta coreografía que están presentando me parece genial. Dan vueltas, giros, saltos, todos se esfuerzan por dar lo mejor de sí mismos y en combinación con el estupendo vestuario, el show se ve perfecto.

Mis ojos hipnotizados siguen a Loreta. Se ve tan radiante y feliz cumpliendo el sueño de su vida, que me contagia un poco de ese positivismo que irradia y recuerdo por qué me enamoré de ella. Nada me había deslumbrado tanto como su ser. Es hermosa, eso es más que evidente, aunque en mi vida he conocido y coincidido con muchas mujeres bellísimas, pero nadie me había encantado como ella.

De buenas en el juego (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora