Prólogo

344 34 5
                                    




Jamás he creído que fuera hermoso. Ni aún antes del accidente. Pero ahora... ahora no me animo ni siquiera a mirarme en el espejo.

Mis amigos me dicen que no es para tanto, que solo es una cicatriz. Es cierto, lo es, pero me ha transformado para siempre. Tengo esta larga estría rosada que surca mi mejilla hasta perderse en el labio superior y a mí me parece una maldita autopista.

Me he dejado crecer el pelo de modo que pueda cubrirme parcialmente la cara, pero ese estigma es todavía demasiado evidente.

Cada vez que alguien me mira, rezo para que mis ojos puedan distraerlo de mi rostro desfigurado.

Taehwan dice que son tan profundos que dicen todo y nada a la vez. O más bien, lo decía antes, cuando todo iba bien.

Inmediatamente después del accidente, no se ha concentrado demasiado en mis ojos, dado que evita dirigirme la mirada durante la mayor parte del tiempo que pasamos juntos. A veces, cuando lo hace, parece que tiene miedo de mirar la cicatriz, como si se tratara de algo de lo que es conveniente alejarse. Y otras veces, parece casi como si estuviese disgustado, pero no me atrevo a preguntar si es así. Supongo que lo nuestro está en las últimas, pero no insisto para que me dé la confirmación. Él siempre está viajando debido a su trabajo y las llamadas telefónicas se están dilatando. No es como si hubiéramos estado comprometidos, por lo cual puede que incluso yo esté bien con ello. Creo.

He hablado con algunos médicos, pero todos me han dicho que es demasiado pronto para una cirugía reparadora. Dicen que deben esperar para estar seguros que los músculos debajo de la cicatriz se hayan consolidado, por lo que debo convivir con esta pesadilla en mi rostro hasta que decidan que ya estoy listo para una intervención. No sé si lo que siento es rabia o simplemente estoy cansado. Una cosa sí sé, sin embargo. Es realmente muy difícil sonreír aún.

No recuerdo muy bien el accidente, solo sé que un coche se estrelló de lleno con el mío. Después no sé nada más. El coche que causó el accidente desapareció inmediatamente y nunca han encontrado al responsable.

Lo siguiente que recuerdo es a mí, sobre una cama de hospital y a los ojos de mis padres apuntándome. Recuerdo su esfuerzo por parecer dichosos de verme, felices de que estuviese vivo, pero muy pronto comencé a sospechar que algo no andaba bien.

Ya han pasado tres meses, les he hecho mucho daño durante este tiempo, soy consciente de ello, sé también que están preocupados por mí y mi humor huraño.

No es que yo sea un gran conversador o el alegre del grupo ni siquiera antes del accidente, pero después de éste, mi estado de ánimo ha ido de mal en peor. He evitado salir, incluso con mis mejores amigos, y además renuncié al trabajo.

Nunca he tenido la necesidad de trabajar porque mis padres son adinerados, muy adinerados, pero ésa es una cuestión que nunca me ha interesado. Siempre quise demostrar que era capaz de vivir sin su dinero. No es nada personal, yo los quiero, los quiero de verdad un montón, pero tenía la necesidad de hacer algo por mi cuenta. Aunque, al final, fracasara.

Pero ahora, después de meses sin hacer otra cosa más que leer —por suerte la vista no quedó dañada o habría sucumbido totalmente— me encuentro mirando el letrero superior de la biblioteca. No sé por qué acepté este trabajo en lugar de alguno de los muchos otros que mis padres encontraron para mí (sí, lo hicieron en mi lugar. Qué triste, ¿no?), pero alguna cosa en mi mente me dijo que éste podría adaptarse perfectamente a mis necesidades.

Podría continuar leyendo mis libros, nadie me molestaría, no estaría obligado a hablar y podré ser tan huraño como quiera.

Y es, más o menos aquí, donde se inició el resto de mi vida de veinteañero.

his scar ; namsongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora