Capítulo 51. La historia de Nina

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María seguía en silencio asimilando toda la información. A decir verdad, prefería la segunda historia, pero conociendo su suerte... Sin embargo había habido un detalle que se había quedado marcado en su mente. Aquello de la explosión había logrado ponerle la piel de gallina, ¿sería eso lo que había ocurrido cuando vio morir a Nicky y de pronto la escena se repitió? Desde aquel día no le había vuelto a suceder. Había tratado de conseguir que volviese a ocurrir, pero por más que se concentraba, no lo lograba. Además, tampoco se había atrevido a confesárselo a nadie. Sabía que Nicky sospechaba algo porque la había estado interrogando durante ese mes en su casa, pero ella siempre le había dado largas y le había dicho que no sabía qué se refería. Ahora que creía tener más o menos la respuesta, ¿se atrevería a contárselo a alguien? En cierto modo le daba miedo hacerlo porque no sabía si sería capaz de repetirlo, y si llegado el momento todos dependían de ella y no lo lograba sabía que los decepcionaría, así que por ahora era mejor guardar el secreto.

Nate volvió a entrar en la cabaña. Se le notaba malhumorado, pero aun así no se había marchado. Eso era un alivio porque sin él, María y Bruno no tenían como volver al internado.

—Dame eso —pronunció seco mientras arrebataba el libro de las manos de María y comenzaba a examinarlo ante la atenta mirada de la Ignis—. ¿Qué es esto?, ¿qué le has hecho? —preguntó negando con la cabeza.

María miró confusa la foto de su padre en el libro. ¿A qué se refería?, ¿a caso él también lo conocía?

Nathaniel la miró perdiendo la paciencia. Le había hecho una pregunta y esperaba una respuesta.

—¿A qué te refieres? —preguntó Bruno salvando a María.

—A este desastre, ¿por qué habéis hecho esto? —insistió Nathaniel respirando hondo.

Los tres chicos lo miraban sin terminar de entender a qué se refería.

—¡La foto! ¿Por qué habéis hecho el cambio? ¡Habéis mutilado un libro histórico!, ¡una reliquia! ¿Se puede saber qué os pasa? —explotó el Domador.

La boca de María comenzó a abrirse. No daba crédito a lo que estaba escuchando. Se acercó hacia Nathaniel.

—¿A qué te refieres? Yo lo cogí así —dijo sin darse cuenta de que se acababa de delatar.

Nathaniel arqueó una ceja ante la confesión de la chica, pero estaba tan intrigado por saber quién había hecho eso que lo dejó pasar.

—Esta no es la foto original. En los bordes se puede ver que ha sido modificada —explicó.

Bruno sonrió y miró a María.

—Y por eso lo necesitábamos —bromeó señalando a Nathaniel—. El chico no solo es malas contestaciones y poca paciencia. ¡Es todo un cerebrito!— añadió entre risas.

Nate lo asesinó con la mirada.

—Muy gracioso, ahora ven conmigo un segundo que tengo que hacerte un par de preguntas —dijo cogiendo a Bruno del brazo y arrastrándolo fuera de la cabaña.

María y Nina se quedaron en silencio tomando unos sorbos de su bebida.

—Gracias —dijo María de forma amable.

—Oh, no hay de qué. No solemos recibir muchas visitas por aquí, así que me ha alegrado que vinieseis.

María se moría por saber qué era ese sitio, y sobre todo, qué era lo que ocurría con esa chica. La miró y dudó un segundo, tampoco iba a pasar nada por preguntar...

—Y, ¿cómo acabaste aquí? —preguntó la joven Ignis tratando de no sonar entrometida.

Nina se rió.

—Supongo que es lo que llevas pensando desde que has llegado —comentó la chica entre risas.

María desvió la mirada avergonzada.

—Oh, no te preocupes, no me importa contártelo —añadió sonriente—. Digamos que vi la parte amable y la no tan amable del régimen, y no me gustó —explicó.

María la miró decepcionada, ¿esa iba a ser toda la historia? 

—Mis padres eran, son—rectificó—, Domadores. Sin embargo yo nací Ventus. No me malinterpretes, ¡me encanta ser una Ventus! No me cambiaría por nada, pero digamos que ellos no sentían lo mismo. Ser Domador es un gran orgullo y bla bla bla —dijo gesticulando con la mano—. ¿Qué te voy a contar? Supongo que tu madre ya te habrá hablado de eso —añadió divertida—. Digamos que en el internado pude ver cómo el trato nunca era ni sería igualitario. Como el régimen favorecía a los Domadores, y jamás se preocupaba por el resto. No sé —Se encogió de hombros—. Simplemente decidí irme antes de la conexión, y mis padres no se lo tomaron demasiado bien...

—¿Te escapaste?—preguntó María sin creérselo del todo. 

Nina comenzó a reírse ante la incredulidad de esta.

—Mira quién lo pregunta. Tu madre empezó todo esto.

—¿Mi madre?

—Sí. ¿Es que acaso no sabes que ella se escapó?

—Sí, bueno, pero, no sé...

—Ella nos mostró que no teníamos que servir al régimen si no queríamos, que había otra vida posible —Sonrió—. Y se fundó este lugar donde todos vivimos en igualdad, y en armonía con la naturaleza. Aquí somos libres de ser quienes queremos ser y no servimos a nadie —explicó emocionada.

María sonrió, se la veía feliz, pero sin duda, eso no era lo que ella quería. La Ignis amaba el internado. Quizá no era lo más justo, pero para ella era su lugar en el mundo.

—Nos marchamos.

La voz de Bruno medio asustó a María. Debido a la emoción del momento, la joven ni siquiera se había dado cuenta de que los dos chicos habían vuelto a entrar. 

—¿Qué ocurre? —le preguntó a su novio.

—En el camino te lo explico —respondió serio.

—Yo os deseo mucha suerte, pero no voy a ir—respondió Nina.

María la miró confusa, pero Bruno y Nate parecían comprender sus motivos, así que no insistió.

—Ha sido un placer y cualquier cosa ya sabéis dónde encontrarme —añadió la Ventus mientras el resto salía de la cabaña.

Nathaniel llamó a su grifo y los tres se montaron en él.

—¿Al menos podéis decirme a dónde vamos? —preguntó María.

—A Santiago de Chile, vamos a hacer una visita a tu madre.

La voz de Nathaniel provocó escalofríos en María. ¿Qué acababa de pasar?, ¿por qué iba a su casa?, y sobre todo, ¿qué tenía que ver su madre en todo eso?  



La leyenda de los Ignis | #2 |Where stories live. Discover now