Acciones inesperadas

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— ¡Hora de jugar! —cantó Sunshine alegremente. El mensaje no iba dirigido a Daniel; sino para ellos, los nephilims reclutados para nuestro ejército, esos que hemos entrenado durante mucho tiempo.

—Todo saldrá bien. No te asustes será divertido, cortar miles de cabezas—añadió con una amplia sonrisa.

— ¿Lo disfrutas?

—¿Qué crees? Soy la voz encargada de anunciar la batalla, tú serás el primero en atacar. Entiendo que sea difícil para ti—confesó ella y lo sujetó por los hombros—. Míralo por el lado bueno, muchos de nuestros guerreros estaban condenados, pero ahora no importa si viven o mueren, porque su elección los ha salvado—le animó ella y él sonrió. Sunshine siempre tenía razón.


El infierno está plagado de sentimientos extremos, capaces de herir por el simple placer de ocasionar dolor, pero otros te sumergen en el delirio de las pasiones, ambos sentimientos pueden ocasionar placer. Aunque solo por uno de ellos, un ángel al igual que un mortal se convertirían en demonios. No en vano dicen que Dios otorgó el placer del sexo solamente a la raza humana, de ahí surgieron tantos descontentos en el reino celestial, ese fue un placer negado para los ángeles.


— ¡¿Dónde estabas?! —gritó Kovat furioso, señalando a Kurde, quien caminaba por uno de los pasillos más estrechos del infierno, cargando una antorcha entre sus pequeñas manos. Ella lo ignoró y él le sujetó por el brazo lleno de rabia.

— ¿Con qué derecho te atreves a tocarme? —soltó Kurde dulcemente, su mirada se veía tenebrosa.

— ¡Me ignorabas! —contestó él ofendido.

—Era mejor para ti que lo hiciera, pero si quieres jugar. Entonces juguemos—cantó ella, embozando una gran sonrisa, capaz de erizarle la piel al más valiente. — Niños la comida llegó ¡Die, Hate! ¡Vengan mis bebés! —añadió la pequeña. Gruñidos y sombras enormes se reflejaron en las paredes, los gruñidos aumentaron, las sombras se volvieron más grandes.

— ¡Te convenía ser ignorado! Entenderás que conmigo no se juega—aseguró Kurde confiada y Kovat palideció.

— ¡Basta, no es gracioso! —gritó él algo nervioso.

—Deberías correr. Cualquiera en tu lugar, lo haría sin dudar—susurró ella tiernamente—. ¡Ataquen mis bebés! —ordenó con voz firme. Kovat empezó a correr.

Mientras unos corrían por su vida, otros cedían ante la tentación de lo prohibido. La enorme sala de juntas estaba poco iluminada, telas rojas colgaban del techo, runas antiguas relucían, sobre la pared de ladrillo, dándole refugió a la pasión.

—Ven—dijo Cassius palmeando el escritorio, Marie salió de su escondite, danzó descalza entre las telas y le sonrió.

—Te extrañé—susurró ella a su oído, con una mezcla de ternura y deseo.

—Yo más—aseguró él, desabrochándole la camisa—. Pero ya estás aquí y tiempo apremia—añadió dedicándole una sonrisa.

 Pero ya estás aquí y tiempo apremia—añadió dedicándole una sonrisa

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Entre el cielo y el infierno |Trilogía cielo o infierno #1  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora