Vidas fragmentadas

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  «La vida es una serie de colisiones con el futuro; 

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  «La vida es una serie de colisiones con el futuro; 

no es una suma de lo que hemos sido, 

sino de lo que anhelamos ser».

—José Ortega y Gasset—


Kevin apareció en una hermosa cascada, las aguas cristalinas se rodeaban de tulipanes silvestres. Esa mujer acabaría con su vida, lo sabía, pero ya estaba muerto, quizás por eso se adentraba en sus jueguitos retorcido, esa belleza retorcida le tentaba, ella, la sombra de la dulce joven que conoció años atrás.

— ¡Eres un imbécil! —señaló Sunshine, sin quitar la vista de un tulipán rojo.

—No soy tu sicario personal, niñita. ¿Por qué no me ayudaste a salir de allí? —le recriminó Kevin disgustado, sacudiéndose la ropa empapada por la lluvia.

— ¿Quién piensas que mando la lluvia? ¡Fui yo idiota! ¿La muerte no puede matar? ¡Qué triste ironía! —se burló la rubia, sus rizos dorados descansaban sobre su espalda.

— ¡No debí hacerte caso! ¡Eres una víbora desleal! —chilló enojado y luego desapareció

— ¡Si no fuera por mí seguirías allá abajo Kevin! —gritó la rubia con una amplia sonrisa. —Agradéceme, mi vida—soltó esas palabras para herir a Kevin, era su castigo por fallar en algo tan fácil, por lo visto a los hombres les costaba matar niñas bonitas.


El cielo no es como los humanos piensan, no se vive sobre nubes esponjosas, en verdad es un lugar parecido a la tierra, solo que en él no reina la maldad, solo la paz y serenidad, «mi lugar favorito desde que soy una criatura celestial, es la cascada, me gusta mirar el agua caer, con tanta fineza y belleza» pensó Sunshine sentándose en el borde de una roca, para luego sumergir sus pies en el agua; todos le consideraban un ángel despiadado y cruel, ¿pero ¿qué sabían ellos? Ni siquiera conocían las razones por las que llegó a ese puesto. Fue hace cuatrocientos cincuenta años y aún lo recodaba a la perfección.

Tenía dieciséis años, todo era nuevo y desconocido para mí, una humilde, aunque feliz aldeana, hasta ese fatídico día en que los piratas atacaron nuestro pueblo, mataron y violaron sin piedad a quienes se cruzaban en su camino. Asesinaron a mis padres e incendiaron nuestra, miré toda la escena, mientras yacía bajo mi cama, me forcé a no llorar, de hacerlo me encontrarían. El fuego se asomaba desde la puerta, amenazando con quemarlo todo, logré escapar por una ventana pequeña ventana, que estaba sobre el armario, respiré profundamente al tocar el piso exterior, ya estaba fuera de ese infierno. escuché el llanto de mi hermanita Sky, seguía dentro de la casa en llamas, tan solo contaba ocho años; entré a las llamas sin dudarlo, llegué hasta Sky quien abrazaba una muñeca de trapo, sus ojos verdes parecías un océano, de tantas lágrimas que derramaba y su cabello negro, estaba pegado a su rostro, debido a la humedad del mismo.

Le ayudé a salir y nos encaminamos al bosque, pero el humo era demasiado fuerte y mis pulmones débiles, la abracé mientras el aire me abandonaba, hasta que morí asfixiada al pie de un árbol, con ella en mis brazos, mirando nuestra casa arder desde lo lejos; por lo menos ella estaba bien. Eso era suficiente para mí, lo siguiente que recuerdo, es una luz cegadora y cuando pude abrir los ojos nuevamente, me encontraba aquí, en cielo, donde vigilé y cuidé a mi hermana; hasta que un maldito día, se encontró con un demonio, que le tentó y llevó al lado oscuro; hizo que le vendiera su alma, la condenó al infierno, a sufrir eternamente.

Ese era origen de su crueldad. Jamás dañaría a un inocente, pero, ¿por qué debería tener compasión por un demonio? Lo único que hacen es acabar con lo bueno del mundo, destruyendo las frágiles almas. Cuando empezó el reclutamiento de nephilims se ofreció como voluntaria para escoger aliados. Ellos poseían una parte demoniaca, eso ras cierto, pero en el fondo, también eran humanos, y si lograba que una pequeña gota de humanidad brotara en sus almas la aprovecharía en nuestro favor; pero si le traicionaban, los destruiría. Los ángeles malvados, pero estaban destinados a destruir el mal que infectaba el mundo. Si el precio que debía pagar era ser considerada cruel y despiadada, lo aceptaría con honor, una batalla no se ganaba sintiendo lástima, sino peleando por un ideal, por lo correcto; por eso nunca se daría por vencida.



Entre el cielo y el infierno |Trilogía cielo o infierno #1  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora