El entrenamiento

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 «Si te caes siete veces, levántate ocho»

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 «Si te caes siete veces, levántate ocho»

—Proverbio chino—


Aíma yacía en el oscuro callejón, un dolor increíblemente fuerte azotaba su cuerpo sin piedad, era incapaz de manejar hasta su casa, tomó la decisión de transportarse; casi nunca lo hacía debido a la energía que consumía, pero en su situación sería necesario. Bastó menos de un minuto para aparecer en el umbral de su casa, el dolor incrementaba apoderándose de su cuerpo, la ropa que vestía se encontraba teñida por la sangre, creando una ironía.

Se despojó de las prendas inservibles para adentrarse en el baño de la planta baja, aquel junto a la enorme chimenea; abrió el agua permitiendo que la bañera se llenara, por último, dejó a su cuerpo caer dentro, el agua le dio una dolorosa bienvenida, estiró la mano para tomar el frasco de jabón, derramó el líquido con olor a cerezas y en pocos segundos, miles de burbujas olorosas le rodearon; el dolor la venció de tal manera que sucumbió al sueño dentro del agua espumosa. Al despertar se encontraba un tanto desorientada, desconocía el tiempo que había durado su siesta acuática; salió lentamente de la bañera, envolvió su cuerpo tembloroso en una gran toalla, una vez fuera del baño fijó la vista en el reloj que reposaba sobre la chimenea, marcaba las nueve de la noche, había dormí todo el día, soltó la toalla para enfocarse en sus heridas; la mayoría habían sanado por completo a excepción de la marca brillante en su mano.


— ¡Maldito Ángel! —vociferó enfadada. Se sentía estúpida, era tan obvio, las sensaciones extrañas producto de su cercanía; ¿cómo no lo había deducido antes? Subió a su habitación, desordenó el closet en busca de ropa deportiva, era consiente de pudo morir esa noche; por eso no permitiría que la encontraran nuevamente con la guardia baja, después de mucho rebuscar dio con un pantalón de lycra negra, tomó una camiseta purpura escondida bajo un par de sandalias y se vistió. Bajó hasta la sala, tomo el teléfono marcando ágilmente el número de Grutus o como todos le decían "el rey de las peleas en el inframundo". Un enorme y sanguinario demonio, uno de los mejores amigos de su padre.


—¿Qué demonios quieres? —soltó Grutos al contestar, su voz es áspera y ruda.

—Ser parte de tu grupo de entrenamiento—respondió la pelirroja firmemente, estaba dispuesta a lograr su cometido.

—¿Quieres ser uno de mis luchadores? —se burló sonoramente. —Eres muy débil para ellos. te destrozarían en menos de dos minutos, niña.

—Dudo que alguna de tus nenitas, pueda conmigo—escupió Aíma, un destello de ira se apoderó de su mirada.

— Mira quien lo dice, la niñita criada entre humanos.

— ¡Basta de tonterías! ¿Cuándo empezamos? —soltó decidida.

Entre el cielo y el infierno |Trilogía cielo o infierno #1  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora