Yo volqué los ojos, Lizzie no se rendiría tan fácilmente.

-¿Cuándo?- pregunté, rezando por que dijera viernes, pues ese día era la comida de Marie.

-El sábado- casi.

-Bien

-Entonces te espero

-Aja

Esteban regresó y comenzó nuevamente la plática. No sé lo que está diciendo, no me interesa en lo más mínimo, intenta llamar mi atención cada par de minutos, pero simplemente me estoy quedando dormida. Dudo mucho que sea culpa de la pijamada, más bien es que en serio que era aburridísimo.

Checo nuevamente mi celular. Llega un momento en el que dejo de ponerle atención a Esteban y me concentro en enviar mensajes de texto a mis amigas, por otro lado, también elimino todos los que Adam me manda.

-¡Lili!- grita Esteban –Si no me vas a poner atención mejor salte

-Vale- le respondí levantándome de mi asiento.

-¿En serio piensas irte?

-Ni siquiera quería venir

Caminé hasta la salida y me fui, dejando a todos con la boca abierta.

Llegué hasta una pequeña plaza, donde a causa del cansancio, y puesto que aún no quería volver a casa, decidí quedarme a tomar un café en uno de los locales.

Me senté en una mesa y ojeé el menú. Ya era algo tarde, por lo que no me apetecía nada caliente, aunque se me antojaba también algo dulce. Al final solo pedí un Capuchino Frapeé.

A penas me habían traído mi pedido, cuando un chico entra al lugar, me mira y saluda con su mano. Lo reconozco de la escuela, se llama John y es aquel que sale con Caro. Esa relación me la deben a mí.

Se sienta en la silla de enfrente y me mira sonriente.

-Lili, que sorpresa encontrarte aquí- dice recargado en la mesa.

-Solo pasaba- respondí, tomando un sorbo a mi capuchino -¿Y tú?

-Igual- se encogió de hombros.

-¿Y cómo van las cosas con Caro?- me atreví a preguntar, ya que no teníamos mucho de qué hablar.

-No muy bien, en realidad

-Siento oír eso

-No es tu culpa

* * *

Llego a mi casa, lo primero que haga es irme directamente a mi cuarto, y recostarme en mi cama, me siento cansada. Me pongo mis audífonos y enciendo la música.

Cada canción que suena es un suspiro cansado que suelto y un pensamiento que viene a mi mente.

Sin más, me quedo dormida. No sueño nada, simplemente duermo.

Despierto al escuchar las voces de mis padres fuera de mi habitación, intento ignorarlos, cerrando nuevamente los ojos y subiendo el volumen de la música, pero para mi pesar, ambos entran sin que yo me dé cuenta y de un momento a otro siento cómo me arrebatan mis audífonos.

Solo me digno a abrir los ojos, aún acostada y sin mover ni un músculo.

-Liliana ¿Se puede saber dónde estabas?- preguntó papá cruzado de brazos.

Miré la pantalla del reloj y vi la hora, luego me cubrí los ojos con mí brazo.

-En las últimas tres horas, aquí, en mi cuarto- contesté mostrando mis ganas de volver a dormir.

Vida de una suicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora