~capitulo 1~

882 80 122
                                    

La ciudad de San Fransokyo es mundialmente conocida por reunir en sus parámetros oriente y occidente, modernidad y tradición, un lugar donde los polos siendo aún los más opuestos, puedan convivir lado a lado en paz y armonía; claramente no es una utopía en toda su extensión, puesto que existía crimen e inseguridad en las calles, barrios bajos, peleas clandestinas, inclusive submundos del crimen organizado muy difícil de mantener a raya de la ley.

Durante un par de generaciones las familias de dos peculiares chicos se han asentado exitosamente en esta particular metrópolis, siendo cada uno un reflejo de lo que la ciudad misma representa.

Por un lado se encontraba el heredero de dos clanes muy influyentes y respetados de la ciudad, ya que eran considerados patrimonio cultural de la misma, estas eran; la familia Tsukino, dueña del templo más grande y frecuentado de San Fransokyo, que por generaciones a manteniendo vivas las tradiciones y rituales del mismo.

Después se encontraba la familia Hikōshika, un clan dedicado al arte de la espada desde prácticamente sus inicios, parte de una larga línea de poderosos samurais; ahora su dojo de kendo se encuentra con las puertas abiertas a todo aquel que quiera sumergirse en la noble senda del arte de la espada.

El punto de unión de estas dos familias recae en un joven de largo cabello negro recogido en una coleta, con un flequillo cubriendo le donde debería de estar su ojo izquierdo, que en su lugar se encuentra un parche negro, su único ojo presentaba un peculiar color avellana bastante encantador, piel tersa y caucásica.

De tan solo 27 años de edad, usualmente se le podía ver usando unos pantalones negros de mezclilla, tenis simples y camisas de manga 3/4 con la túnica del clan escarabajo por encima, pero al momento de impartir una clase de kendo o estar en servicio en el templo de su familia, uno podía observarlo con un Hakama o un Samue simple.

Es Kubo Hikōshika de quien hablo, habilidoso en gran manera con el shamisen, el origami y las artes samurái, aunque su verdadera pasión siempre ha sido el crear fantasiosas historias sobre encuentros bélicos y cruzadas intrépidas entre samuráis y criaturas mágicas, un astuto e ingenioso escritor, miembro de un peculiar circulo de amigos con habilidades no muy comunes para algunos.



Templo Tsukino.
Distrito histórico de San Fransokyo.
5:30 P.M. Miércoles.

Como cualquier otro día típico, kubo se encontraba barriendo las escaleras que llevan al templo de su familia, era lo ultimo en su lista de pendientes; una ves acabada su labor podría reunirse con sus amigos como cada semana, un agradable respiro de todas las responsabilidades que recaían en sus hombros.

El chico japones estaba tan absorto en terminar su labor que no pudo percatarse de la llegada de uno de sus amigos -Hola kubo, ¿listo para ir con los demás?-  al escuchar su nombre no pudo evitar dar un ligero brinco por la repentina vuelta a la realidad, cuando por fin pudo reaccionar busco al responsable del susto, se trataba de Norman Babcock, aquel introvertido y amable chico que sabia bien como resaltar en una multitud gracias a su característico peinado de puntas, - ¡ahh!, hola norman, ya voy, solo deja me cambiarme- contesto sin muchos rodeos, -otra ves tenias tu cabeza en las nubes o ¿me equivoco?-  el contrario solo atino a encogerse de hombros antes de irse directo a cambiar su atuendo.

Un suspiro escapo por los labios de Babcock, esbozo una ligera sonrisa de lado mientras observa como el contrario se desaparecía de su vista, estando junto a kubo debía guardar apariencias, eso lo sabia muy bien, un secreto a voces que por dentro mataría a cualquiera, después de todo, nunca es fácil estar enamorado de tu mejor amigo.

~padres solteros~ hiroguel/kubanOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz