Capítulo 1

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Capitulo 1

Memorias de Alicia, parte 1.

Me encontraba recostada en el césped del campamento. Aun era muy pequeña, pero podía entender que mis deseos por llegar hasta el sol eran algo serio. Por eso me pasaba horas mirando el cielo, tan azul o tan gris como podía llegar a ser, me quedaba por un largo tiempo observando las nubes avanzar y sintiendo la lluvia en mi rostro. Claro, que eso duraba hasta que mi tutora me gritaba que debía salir de ahí o sino enfermaría.

-No podemos darnos el lujo de que enfermes, Alicia -decía, tomándome del brazo y haciendo que de un salto quedara en pie y corriéramos hasta el hogar.

Tenia siete años cuando comencé a demostrar que no era una niña común y corriente, por lo que cuando cumplí los diez llamé la atención de mis profesores, junto con otro joven, a quien conocí el primer día de clases.

Leo, tan simple como eso. No tenia apellidos y venia de otro campamento. Exactamente como yo.

Su cabello negro y ojos verdes destacaban en su blanca piel. Era el niño más guapo de toda la clase y lo mejor de todo, es que no tenia la menor idea de cuan guapo era, ni siquiera ponía atención a como las niñas lo observaban.

No las notó a los diez, como tampoco a los dieciséis. Simplemente me encantaba lo ingenuo que podía llegar a ser, solo se encargaba de leer y leer sus libros. No parábamos de hablar sobre ellos.

Congeniamos de inmediato, bastó solo la primera clase que coincidimos para que nuestra amistad comenzara. Leo era tan listo como yo, por lo tanto, ambos llamamos la atención de los profesores, que no demoraron en dar sus informes.

Y darnos nuestros uniformes.

Para cuando teníamos quince años, ya estábamos en una nave, listos y preparados para poder colonizar nuevas tierras... ya fuera en buenos términos o no. Nuestro hogar pronto ya no sería apto para la humanidad y comenzaría el temido apocalipsis.

-Todo saldrá bien, Alicia.

Leo miraba hacia delante, estaba tenso como un elástico, sin embargo, tomó mi mano y cerró sus ojos mientras la nave despegaba.

Era un sueño hecho realidad. Para cuando nos estabilizamos, pude disfrutar de no tener el peso de la gravedad, de como las ventanas nos permitían ver el infinito universo.

-No dejes de mirar, Leo -dije, devolviendo el apretón de su mano.

Ambos nos quedamos mirando, sin decir nada. No era necesario.

Sin embargo, nuestro gozo solo duro unos minutos, porque diferentes enfermeras especializadas en criogenización hicieron que nuestras manos se separaran y movieron nuestros asientos hacia atrás, para lograr que nos recostáramos.

-Ahora es tiempo de dormir... por un tiempo -dijo una de ellas, sonriendo de manera un tanto escalofriante.

Efectivamente dormimos, por alrededor de dos años.

El tiempo se había detenido para nosotros, pero para nuestros compañeros en la tierra... bueno, digamos que estaban teniendo su baile de graduación.

O quizás estaban muriendo, a la espera de un nuevo planeta, esa también era una opción.

Despertamos en la orbita de un nuevo planeta. Habían enviado varias capsulas para reconocer nuestro nuevo hogar, si era habitable, si los residentes eran hostiles. Ningún volvió, solo pudieron averiguar que el planeta sí era óptimo para nuestra forma de vida, pero hasta ese entonces no sabíamos que era o quien era lo que había destruido nuestras esperanzas.

Aun así, el Gobierno Universal, decidió que era hora de expandirnos... además teníamos una cuenta regresiva, por lo que no dudaron en seguir con el plan de enviar colonos. Personas que fueran inteligentes y que con un par de años se capacitaran en estrategias militares además de levantar una civilización.

¿Quién podría cumplir con esas características? Usualmente los científicos, catedráticos, ingenieros y un sinfín de profesiones necesarias que no eran muy cercanas a la violencia ni a unir armas con sus probetas.

No fue tan difícil encontrar a los candidatos, solo debieron tomar a todos los posibles científicos, ingenieros, profesores, matemáticos, físicos... y convencerlos que estaban salvando a su planeta. Unieron mente y cuerpo. Alimentaron nuestra inteligencia, pero además debíamos levantarnos a las cuatro de la madrugada para poder entrenar y convencernos de que haríamos lo que fuera por nuestra patria... en este caso, por nuestro planeta.

Funcionó. Solo éramos un montón de jóvenes, los suficientemente mortales para poder enviarlos a una expedición, quizás suicida. Sin embargo, en todos los años que tuvimos de entrenamiento, encontraron una solución para hacernos aun mejor, para trabajar como una sola mente y tuvimos que firmas una cantidad de papeles enormes para autorizar este nuevo proyecto que estaban llevando a cabo.

La Terminal. Un microchip que no alcanzaba a tener más de medio centímetro fue instalado en nuestro sueño mientras viajábamos. Justo en la zona detrás de la oreja izquierda. Era un sistema que nos permitía comunicarnos con quien quisiéramos, buscar en la red lo que deseáramos y lo mejor de todo, que durante la batalla... lograba que los soldados trabajaran en masa. Como un solo soldado mortal, dividido en diferentes partes, acabando con todo lo que desearan.

Excepto por la parte final, donde era bastante tétrico pensar que en el momento de la batalla estaríamos todos conectados de alguna forma, la Terminal sonaba bastante genial. Poder ver búsquedas en forma de hologramas, ante nuestros ojos, comunicarte con quien desearas, incluso guardar memorias en el chip. Si, era algo que jamás habríamos pensado en tener.

-No me agrada esto -dijo Leo, mientras observaba la cantidad gigantesca de papeles que debíamos firmar -suena demasiado interesante, pero esto es demasiado sospechoso.

- ¿Queda otra opción? No podremos viajar si no firmamos esto.

Él levanto los hombros.

-Supongo que tienes razón.

Éramos armas perfectas y la Terminal, era una actualización ¿Qué podía salir mal?

Llevábamos un mes rotando alrededor de nuestro nuevo planeta, R22 se llamaba para ese entonces. Cuatro semanas en una nave gigante, solo ese tiempo basto para darme cuenta de que Leo tenía razón, algo mal iba con la Terminal y el problema era que solo yo me había dado cuenta de ello. Ni siquiera Leo... y eso fue lo que primero me hizo sospechar.

- ¿Cómo te sientes? -pregunté preocupada para cuando despertamos.

-Bien -respondió, taciturno, sin aquella entonación tierna que usaba cuando se daba cuenta que me preocupaba por él.

En Tierra nos dijeron que no debíamos preocuparnos de como utilizar la Terminal, puesto que no sería un problema, se nos daría natural, que sería como andar en bicicleta.

Jamás tuve una bicicleta y no sabia andar en una.

No sabia andar en bicicleta y no sabia usar la Terminal, porque en realidad, no funcionó conmigo.

No la primera vez, por lo menos.


Primer capitulo de esta historia, que se me ocurrió un día, la estaba escribiendo solo para mi, pero decidí publicarla por estos lados. Díganme si les parece interesante :D Hace años que no subo una historia

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