Cap. 29.- Contrarreloj

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El silencio se hizo en la sala mientras yo analizaba la información, no podía ser que el Gobernador hubiera sido envenenado, sabía a ciencia cierta que había hecho bien el antídoto, no se habían presentado síntomas, y Vanera no tenía una sola razón para haberme mentido, no podía sospechar de mi. Ni siquiera yo sabía que iba a traicionarla cuando le di mi bendición, acompañada por el hechizo de invisibilidad.

No, aquello iba más allá. Tal vez algo sí que había salido mal.

- No puede ser, el antídoto…- Murmuré, lo que causó que Luke me mirara horrorizado.

- ¿Lo sabías?

- ¡Claro que sí, yo intenté evitarlo, y debería haber salido bien! Vi el antídoto, y sabía sus síntomas, no presentó uno solo, y eso significaría que el antídoto había surtido efecto.- Intenté defenderme.

- Esto… ¿Clarya, verdad?- Escuché, al otro lado de la línea. Luke y yo nos miramos unos segundos, desconcertados, antes de mirar al transmisor. Entonces me miré la mano. Del pánico, no había soltado el botón de habla.

- Sí, dime…

- ¿No has usado muchos antídotos, verdad?

- Mago borde, no asustes a la muchacha.- Al menos uno de los dos magos era una persona decente.- Querida, los antídotos no funcionan hasta que no se ve el primer síntoma de envenenamiento, no vale usarlo justo después del veneno, y pocos hay que funcionen antes.

- ¡Clarya! ¿Cómo no sabías eso?- Se quejó Luke, todavía más alarmado si cabía.- ¡Has puesto a Surina en peligro sin decirnos nada y sin tener una mínima idea de venenos! ¿Acaso sabes lo que van a hacerle?

- ¡Claro que lo sé, lo mismo que me harían a mí si estuviera en su lugar! ¡No creas que me tomo esto a la ligera, Luke! ¡Estoy aterrorizada con la idea, pero no nos va a llevar a ningún lado comenzar a gritarnos entre nosotros!

Irónico que aquello lo chillara con todas mis fuerzas, lo sé. Pero supongo que estaba muerta de miedo, no sabía si habría alguna forma de llegar a tiempo para salvar a Surina y, por supuesto, tampoco sabía si lograríamos alcanzar para salvar al Gobernador.

Suspiré.

- Muchas gracias por vuestra información, chicos, espero tener el placer de volver a hablar con vosotros en algún momento.- Dije al micrófono, ellos se despidieron de igual manera y acabé apagando el transmisor, girándome para mirar a Luke.- Da la vuelta a la nave.

- Clarya, soy el mecánico, no el piloto.

- No debe ser muy difícil, da la vuelta, iré a buscar a Zuriel para que encuentre el camino más rápido.- Comenté, casi saliendo por la puerta, cuando me volví a girar.- Dame el loro, necesito ver qué más sabe Ida.

- Está bien…- Luke se quitó el colgante y me lo tendió, noté, cuando lo cogí, que sus manos estaban heladas. Debía estar muy nervioso.- Pero ten cuidado, estaba de muy mala leche.

- No te puedes imaginar cómo ando yo.- Comenté, frustrada, mientras cerraba la puerta y caminaba hacia el cuarto de Daimen, esperando que Zuriel siguiera ahí.

Giré la cabeza del loro, el cual cobró vida y aleteó hasta posarse en mi hombro.

- ¿Ida?- Llamé, sin saber si era seguro que me contestara. Tal vez estaba en una situación peliaguda y por eso no me contestaba. Me comencé a morder las uñas con nerviosismo temiendo que la hubiera puesto en un aprieto, cuando noté las garras del loro clavarse en mi piel. Chillé de dolor, girándome para observar la figura, roja de rabia. La solté de mi hombro y la sujeté con la mano.

- ¿Sabes en el lío en el que está metida? ¡Va a morir, Clarya! Mi hermano está que echa chispas. ¿Cómo pudiste hacerle eso a mi padre?

- Ida, no fui yo.- El loro comenzaba a calentarse y a vibrar, no sé por qué se me ocurrió darle esa cualidad a la estatuilla, comenzaba a ser insoportable.

El Fantasma del LhandaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora