28.- Motivo de cambio

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El sol asomaba entre los pequeños huecos de la persiana la primera vez que abrí el ojo. Me giré, intentando recuperar el sueño, abrazándome al torso desnudo de Daimen, pero sentía una extraña presión en el estómago, de esas que te desvelan del todo y eres incapaz de dejar de pensar en ello, menos aún de volver a dormirte para olvidarlo.

Comencé a removerme en la cama. Sabía más o menos lo que tenía que hacer, mi problema era que Surina estaba a punto de bajar para pasar unos meses sola en la capital. Y yo no quería ni podía dejar el Lhanda. Pero sentía lástima al tener que separarme de su lado, sobre todo después de lo mucho que habíamos pasado juntas.

Mientras seguía girando, enredada cada vez más en las sábanas, sentí que los brazos de Daimen me envolvían y apretaban con fuerza, infundiendo calidez en las zonas en las que nuestras pieles coincidían. Intenté mantenerme quieta, no queriendo despertarle mientras seguía pensando aquello. Él me besó la mejilla, y me di cuenta que estaba despierto. Un poco más relajada, me giré para mirarle.

- Buenos días, revoltosa- Me dijo, sonriendo levemente. Adoraba su mirada al despertar, totalmente desorientado, con los ojos entrecerrados y una sonrisa que no tardaba en convertirse en un ligero bostezo.

- Te he despertado, ¿verdad?- Pregunté, un poco avergonzada. Supongo que si me ponen nerviosa soy incapaz de mantenerme quieta, cosa que ya había comprobado a lo largo de los años, pero que nunca está de más recordarme a mí misma.

- Apenas, supongo que sentir que la cama se mueve cada poco tiempo me recordara otras cosas, y decidiera despertarme por si podía unirme a la fiesta.- Un creciente sonrojo comenzó a inundar mis mejillas mientras él, riendo, besaba mi nariz.- ¿Qué te ocurre?

Suspiré, arrebujándome entre las sábanas como si quisiera que volvieran a atraparme y lograra al fin dormirme, cosa que, sabía, ya era imposible.

- Estoy algo nerviosa con la idea de que Surina se quede sola…- Comenté, aprovechando que él estaba estirado para apoyarme sobre su pecho y dejarme acariciar.- Van a ser muchos meses lejos y con esa guerra creciente…

- Bueno, tranquila, tampoco van a atacarnos.- Comentó, enredando sus dedos entre mi cabello, mientras yo le miraba sin saber cómo decirle que tenía uno de mis planes suicidas en la cabeza.

- Pero es que hay que intentar hacer algo por terminar esta guerra…- Comenté, no necesité una palabra más para que Daimen se incorporara y suspirara, comprendiendo. Me erguí en la cama, siguiéndole.- Daimen, entiéndelo, quiero poder volver a casa sin miedo de ser capturada, llevo mucho sin ver a mis padres y sigo sin querer acercarme porque hay mucha gente que podría delatarme en mi pueblo. Lo único que quiero ahora mismo es acabar esta guerra, y, si para ello tengo que intentar dialogar yo y lograr un pacto, lo haré.

Daimen suspiró de nuevo, levantándose y buscando algo de ropa que ponerse.

- ¿Me vas a hacer parar en un país en guerra, Clarya?- Preguntó, poniéndose unos pantalones marrones.- ¿Vas a hacer que arriesgue la integridad de mi nave para ver si logras una tregua? ¿Y que pasará con la caza de brujas?

Suspiré, he ahí el fallo de mi plan. Un fallo que, por supuesto, estaba ignorando con todas mis fuerzas, y que seguiría haciéndolo hasta que encontrara una solución. Miré a Daimen desde la cama, casi suplicante, y él me miró de refilón, intentando ignorarme mientras se abotonaba la camisa blanca.

- No puedo dejar que esta guerra siga eternamente, Daimen, y si logro que Surina haga algo respecto a la caza de brujas, y nosotros logramos una tregua… Habremos solucionado en apenas tres pasos una guerra que lo único que está logrando es consumir Elaika.

Me levanté también, buscando algún vestido corto que ponerme, mientras me iba poniendo unos pantalones similares a los de Daimen, algo más ajustados. Él me miró con una sonrisa leve, tal vez algo triste por verme tan afectada por lo que estaba pasando. Con un largo suspiro, se acercó para ayudarme a atar el vestido, mientras yo acababa de abotonar su camisa.

El Fantasma del LhandaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora