El legado de aquel que susurra las ánimas va cayendo en picado, se desmorona con la brusquedad del hielo bajo el martillo de truenos.
Ruge para sí mismo con la esperanza de devorar las nubes que ocultan la luna esta noche. El cielo que observa; se desgarra en retales que jamás podrán ser reunidos de nuevo, pues sus garras desesperadas han arrancado su propia naturaleza con el más brutal de los instintos.
Las golondrinas se precipitan contra el suelo creando ríos de vísceras y sangre, no hay hueco para los agapornis en sus nidos, el principio y el fin de la migración ha llegado, ahora todos permanecen ahogados bajo el barro.
¡No mires atrás!
Todo resuena aunque es inaudible, puedo sentir como mi corazón se estremece y retumba en mi pecho como balas de cañón, como la mismísima gravedad haciéndose notar. Sujetarse el pecho para que el tórax no se rompa es como intentar sujetar arena con las manos, la absoluta desesperación. Mientras más aprietas para retenerla entre tus dedos, grano a grano se escapa hasta la completa ausencia.
El sopor se va abriendo paso, acunando los restos quebrados, incitando a cada mísero espacio de tu cuerpo a quedarse. La afirmación no cabe; la negación se desborda y vuelve a su más puro origen.
La verdadera explosión de la creación comienza a destruir otras dimensiones. El terror es un sentimiento intenso, se puede paladear, casi es tangible. Plañideros gritos rajan la tierra y se ahogan bajo sus propios tsunamis. La brisa solo trae consigo el más lastímero silencio.
Y se crea.
Pero no merece la pena.
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A TI, MI AMIGO SILENCIOSO.
PoesíaTe escribo a ti porque no hay a nadie más que sepa escuchar el vacío y su caída.
