Capítulo 12: Casualidades

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—Tome asiento por favor, señorita... ¿Kristjana? Jón...Jón... ¿Jóndo...?

—Jóndóttir, Kristjana Jóndóttir, señor... —interrumpió la mujer sonriendo mientras yo trataba repetidamente de pronunciar su nombre sin éxito—. Puede llamarme Kris, Kristina o Kristiana para su comodidad señor, disculpe, soy extranjera.

No, si de eso no me quedaba ninguna duda...

Revisé minuciosamente el currículo de Kristjana, y una de las líneas de dicho documento aceleró mi corazón repentinamente e interrumpí la respuesta que me estaba dando a una de mis preguntas...

—Disculpe, ¿Es usted islandesa?

—Si señor, hace muy poco que vivo en este país, sin embargo, conozco muy bien el idioma, pasé dos años de mi vida estudiando este lugar y viajé por cuestiones de trabajo, soy originaria de Reikiavik, la capital de Islandia. —me respondió.

Inmediatamente se dibujó una evidente sonrisa a lo largo de mi rostro y después de dos preguntas más, le hice saber que el trabajo era suyo, no iba a dejar pasar la oportunidad de tener a una residente de mi sitio de ensueño cerca de mí.

Kristjana era de estatura muy baja, cabello rubio, una sonrisa blanca y deslumbrante, ojos un poco achinados de color azul verdoso. Tenía una voz extremadamente delicada y hablaba muy lento, al hablar, prestaba mucha atención a los ojos de las personas, parecía como si tratara de hechizar el alma de todos. Tenía la piel muy pálida, y al parecer, ella padecía de una enfermedad degenerativa que creía haber vencido por completo, así que cuando le pregunté al respecto, rápidamente obtuve una respuesta que me tranquilizó y me hizo dejar el tema de lado.

Con mi evidente asombro ante una islandesa, bastó menos de un mes para forjar una amistad entre ella y yo, desde pasar la hora de almuerzo juntos hasta asistir a conferencias como mi asistente y acompañante.

Una que otra sonrisa esporádica se nos escapaba mutuamente durante el trabajo, los compañeros nos observaban y sonreían entre ellos sabiendo que existía algo entre nosotros, aún más Tato, que me veía con una sonrisa sarcástica cada vez que estaba cerca de Kristjana y me susurraba "Te gusta, te gusta", como solía hacerlo de niño.

Ella y yo pensábamos que nadie lo había notado, pero aun así manteníamos una cierta distancia para no perjudicar el trabajo de ninguno.

Por obra y gracia del destino, en la siguiente reunión general, se presentó una gran oportunidad.

—Alex, ¿Le molestaría quedarse unos minutos al finalizar la reunión? Necesito comentarle algunas cosas. —solicitó mi jefe antes de iniciar.

—No señor, con mucho gusto —respondí.

Por una hora aproximadamente, la reunión tomó un camino meramente informativo, se habló del rating de la revista en los últimos meses y de algunas opiniones y sugerencias recibidas por la comunidad, no pasó a más. Y, al finalizar la misma, esperé sentado como me lo había indicado el jefe.

—Acompáñeme, si es tan amable. —me dijo señalando su oficina.

Aquello me empezaba a asustar, tal vez le habían llegado rumores de mi relación con la nueva empleada, y no estaba contento.

—Me imagino que ya tiene usted todo listo para su viaje, ¿No es así? —preguntó.

—Si señor, todo listo, esperando la fecha con ansias. —le respondí rápidamente.

—Me alegra mucho escuchar eso Alex, pero creo que debemos contemplar una cosa más antes de que parta. —Me dijo asustándome un poco, pensé que el viaje tendría algún inconveniente—. Creemos que debe viajar en compañía de otro empleado de la compañía, hemos evaluado la cantidad de equipo y el trabajo a realizar en Islandia, y llegamos a la conclusión de que su compañero, Juan José Masís, lo acompañará.

Estaba muy feliz, me encantaba la idea de viajar con una persona de confianza y en cuanto lo supe, corrí a contarle.

A ambos nos emocionó la idea y pasamos el siguiente mes contando los minutos para tomar el avión que nos llevaría hasta Islandia, sin embargo, Tato no lucía del todo convencido ni emocionado, y es que no lo estaba, o al menos no como yo.

Caminos de Luz y TintaWhere stories live. Discover now