UNO

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Aquella mañana una vez más el edificio se había quedado sin agua, me enredé con mi toalla y salí de mi habitación para ir a la azotea y encender la bomba de agua; regresé a mi departamento para darme mi merecida ducha y cuando acabe ya había olvid...

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Aquella mañana una vez más el edificio se había quedado sin agua, me enredé con mi toalla y salí de mi habitación para ir a la azotea y encender la bomba de agua; regresé a mi departamento para darme mi merecida ducha y cuando acabe ya había olvidado que había encendido la bomba de agua.

Preparé mi desayuno con premura para alistarme e ir de compras, necesitaba nuevos materiales con los que trabajar, mientras cocinaba el estruendo del agua cayendo se hizo eco por todo el edificio. Salí disparada para apagar la bomba de agua y así acabar con el estrepitoso escándalo, de regreso a mi departamento me encontré con mi vecina que estaba afuera observándome con mala cara; por tercera vez olvidé apagar la bomba de agua.

Era seguro que se volvería a quejar de mí, sabía por parte de la dueña del edificio que decía que no limpiaba el baño y esa era una gran mentira. Por alguna razón aquella mujer no me soportaba, no le había gustado para nada que me mudara al edificio y ver el mal genio con el que siempre estaba y la mala cara con la que siempre me miraba; me hacía reafirmar el hecho de que no le gustaba mi presencia en el lugar.

Entonces ¿por qué seguía viviendo allí? la respuesta era sencilla, el costo del alquiler era bajo en comparación a otros lugares. Las desventajas eran que siempre debíamos cargar el agua al tanque de manera manual y debía compartir el baño con cuatro personas más, además de que en mi habitación no funcionaba el aire acondicionado y si bien tenía un baño privado, éste no contaba con un water y sólo con una ducha para bañarme; de modo que debía compartir el baño con los demás.

Nunca había sido sencillo para mí entablar conversación con las demás personas y mucho menos hacer amistades; y aquella situación en el edificio en donde vivía hacía las cosas más difíciles para mí. Cuando ya estaba lista y había solucionado el problema del agua, tomé mis cosas y me preparé para empezar con mi trabajo; aquella era mi rutina desde hacía dos años.

Dos años en los que me había mudado de casa tres veces, el edificio donde vivía me había conquistado por el enorme patio que tenía alrededor, frondosos árboles en la parte trasera del terreno y césped en la parte delantera con palmeras y un pequeño arbolito. Un corredor daba sombra en todos los lados de la construcción.

Subí a mi pequeño auto dorado y conduje sin prisa, debía comprar materiales para los adornos que debía hacer. Me dedicaba a las manualidades y había logrado, después de años, hacerme de una reputación y de una cartera de clientes segura.

Las calles estaban casi vacías y la falta de lluvia se notaba, el ajetreo matutino levantaba mucho polvo que dificultaba la visión, por lo tanto debía ir con mucho más cuidado que el de costumbre. Cuando regresé a mi hogar y acomodé todos los materiales en su lugar, es decir, sobre la mesa llena de sobrantes y purpurina; me dirigí al baño con premura, no debí beber tanta agua.

Al cerrar la puerta, un pequeño papel hacía de cartel y rezaba el horario de limpieza para el baño. Rodé los ojos con fastidio ¿Esa mujer no tenía nada mejor que hacer? Leí detenidamente, más por curiosidad que por cualquier otra cosa, me tocaba limpiar el baño los miércoles y viernes.

Inesperada luz © PAUSADAWhere stories live. Discover now