Capítulo 42.

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Erick

Todavía ronda por mi cabeza la conversación tan sincera que tuve con la pequeña pelirroja, por más que deseaba no contarle todo, estaba ahí sentada con la mirada tranquila esperando, dándome un espacio seguro para hablar. A pesar de todo el dolor y rabia que habitaba en mí, apenas nuestros cuerpos tuvieron en mínimo contacto se sintió malditamente bien. En este punto debería estar avergonzado por ese pequeño encuentro en su cama, la verdad es que no es así, una buena parte de mí estaba consciente de lo que hacía y hubiese seguido pero no iba a pasar por encima de lo que realmente ella quería.

No, siempre será no.

Sentir deseo es normal, solo debo buscar una forma de canalizarlo antes de que la acorrale contra la pared nuevamente.

Hablar de mi papá fue difícil, sentía como cada palabra quemaba mi garganta, el sentimiento se disipo bastante cuando ya no quedaba más nada que decir. Sigo impresionado, le hable de la parte más oscura de mi vida y lo entendió, no hubo recriminaciones o malas miradas, solo me dio su apoyo, me ha quitado un poco el peso que llevo en mis hombros.

Esta plácidamente dormida tiene la mitad de su cuerpo encima del mío, nos quedamos dormidos en algún punto de nuestra conversación sobre cosas tan sencillas como saber el color favorito de cada uno, música favorita, culturas y toco por encima lo que su madre espera de ella.

Tanta presión en alguien tan joven debe ser agobiante, tal vez no sufra de la misma forma que yo, pero no significa que no tenga un dolor creciendo en su interior. Se remueve un poco y suelta un suspiro, es una persona tranquila en la cama, no se queja ni da patadas, mucho menos parece soñar.

He descubierto que deseo estar así todo lo que pueda, no soltarla jamás, acaricio su cabello pelirrojo con cuidado, me gusta la suavidad tocando mis dedos.

—Mirarme tanto debería ser considerado acoso — dice sin abrir sus ojos aun — ¿Qué haces despierto?

—Estaba cómodo, luego sentí el calor de tu cuerpo irradiando el mío y desperté — abre un poco sus ojos y suelta un suspiro.

— ¿Con que es mi culpa? — Asiento — deberías avergonzarte por eso.

—Me mantienes distraído es bueno — noto su rostro de preocupación de repente — ¿Qué tienes?

—Solo cierra los ojos y no veas abajo — me pide alarmada.

—Mackenzie...

—Erick — sus mejillas están muy rosadas — nunca llevo la cuenta de esas cosas — se recrimina — solo mantén tus ojos cerrados mientras voy al baño.

Hago trampa y termino viendo hacia la dirección donde me ordenó que no lo hiciera, ahora comprendo su vergüenza, un círculo rojo nos mancha a ambos.

—No deberías sentir vergüenza, es algo normal.

— ¿Por qué no enloqueces? — Se cubre el rostro con sus manos — es algo denigrante.

—Tengo una hermana — le quito las manos con cuidado — perdí la cuenta de las veces que lave sus sabanas o fui a la tienda porque necesitaba algo— le sonrío — no me molesta o me provoca asco.

—Tener esta conversación me incomoda un poco — lo sé — hubiese sido mejor tener otra reacción de tu parte.

— ¿Comportarme como un patán?, te lastimaría más — asiente — vamos a resolverlo — busco mi celular en la mesita cerca de la cama y le dejo un mensaje de texto a Camila — la ayuda viene en camino, si lo deseas ve al baño mientras recojo todo esto.

—Gracias — suena aliviada, agarra su bata y sale corriendo al baño.

No es muy grande la mancha que tengo, puede pasar desapercibida con un poco de agua, quito las sabanas y las hago una bola. Hablar sobre la menstruación debería ser algo tan normal como hablar de deportes, así las mujeres se sentirían más cómodas. La puerta se abre y la cabeza curiosa de Camila se asoma, me da una mirada de odio apenas nota mi presencia, luego cambia por una confundida y termina por entrar.

Una Inesperada Casualidad - Libro 1Where stories live. Discover now