4. El Estado trivializado: las políticas públicas como revelador del Estado

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En el mismo momento en que un puñado de politólogos norteamericanos ponían en el centro de la escena las instituciones del Estado, Leca y Jobert, en un largo y erudito estudio crítico de la obra de Crozier y Friedberg El actor y el sistema, se interrogaban sobre «la decadencia del Estado», tal como podía diagnosticarse a partir de los análisis de la sociología de las organizaciones (Leca, Jobert, 1980). Sus críticas se dirigían especialmente al postulado de «no jerarquización de sistemas de acción», es decir, a cierta indiferencia hacia los sistemas de regulación tales como el Estado o el mercado, «exteriores» a los sistemas de acción concretos sobre los cuales se concentra el análisis. 

Porque, dicen, la originalidad de El actor y el sistema «consiste en rechazar el sistema político como un sistema de acción específica con vocación (o pretensión) de coordinar otros sistemas de acción» (Leca, Jobert, 1980, p. 1164), visión que ellos rechazan en nombre de la especificidad del Estado: «Reconocer la instancia que organiza, si es preciso mediante el recurso a la violencia, y justifica, a través de los procesos de legitimación, las diferencias sociales transformándolas en identidades políticas vinculadas a toda la colectividad, no significa sacralizar el poder político, ni pretender que está "por encima" de la sociedad (...)» (Leca, Jobert, 1980, p. 1165). En otras palabras, estudiando cómo actúa el poder en el seno de sistemas concretos de acciones, viendo el poder «político» por todas partes, la sociología de las organizaciones disolvería el concepto de Estado hasta el punto de negarse a «pensar en la crisis del Estado en términos de Estado». 

Leca y Jobert reconocen que «la sociología política gana con ello la posibilidad de una mirada más precisa dirigida a las acciones políticas específicas, ante todo, las políticas públicas (... pero pierde de vista) lo que "mantiene el conjunto": la ciudadanía, la legitimidad y el uso monopolizado de la violencia» (Leca, Jobert, 1980, p. 1169). La crítica está justificada, ya que Crozier y Friedberg dejan poco lugar al Estado como tal en El actor y el sistema, pero al mismo tiempo es excesiva en la medida en que éstos nunca han abogado, antes al contrario, por el fin de la política. Han querido reaccionar contra un análisis del Estado reificado y todavía dominante en aquel momento, tal como era transmitido por las diversas capillas neomarxistas, y se han negado a «identificar el poder con la autoridad, el Estado, el orden establecido» (Crozier, Friedberg, op. cit., p. 24). El rechazo del idealismo filosófico-jurídico, lo mismo que de los determinismos económicos, conduce a los sociólogos de las organizaciones a poner en primer plano tres conceptos principales: los actores, los juegos y los sistemas de acción. 

Los actores no son los agentes racionales postulados por la teoría económica. Disponen de una «racionalidad limitada», es decir que sus objetivos no son claros, ni unívocos, ni explícitos. Sus elecciones están cruzadas por múltiples contradicciones y se inspiran en motivaciones cuya principal virtud no es siempre la coherencia. Los objetivos no resultan exclusivamente de elecciones racionales, sino que se descubren a posteriori, a través de las decisiones (Hirschman, 1967; Narch, 1974). El comportamiento de los actores, en lugar de ser racional en relación con los objetivos, «es racional, por una parte, en relación con las oportunidades y, a través de éstas, con el contexto que las define; y por otra parte, en relación con el comportamiento de los demás actores» (Crozier, Friedberg, op. cit., pp. 47-48). El individuo no se comporta como si tuviera «los ojos fijos en objetivos estables y claramente definidos de una vez para siempre» (Dupuy, Thœnig, 1983, p. 13). En la misma línea, Padioleau resume el retrato concreto de los actores en tres rasgos:

i) «Se identifican con valores e ideologías y son portadores de intereses.» 

ii) «Eligen los intereses o los valores en función de apreciaciones subjetivas más o menos reflexivas. En especial los actores muestran, de manera espontánea o pensada, una disposición a evaluar los objetos, los actos y los individuos, los grupos o las colectividades, en términos netos o vagos de ventajas, costos, beneficios.» 

Las Políticas PublicasWhere stories live. Discover now