1.2. LA POLÍTICA DE LAS POLÍTICAS SOCIALES

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Se ha mencionado en la introducción a este capítulo que uno de los problemas más debatidos en el análisis de las políticas públicas se formula, a menudo, en forma de pregunta: does politics matter? (Sharpe, Newton, 1984; Castles, 1981, pp. 119-132, ¿importa la política?) o, también, como una alternativa: «politics make policies», más que «policies make politics». «La política es la fuente de las políticas públicas» o, al contrario, «las políticas públicas hacen la política». La pregunta no es solamente la versión erudita de si fue antes el huevo o la gallina: ha constituido un enfoque fructífero que ha vuelto a poner en tela de juicio el paradigma simplista de la decisión racional y secuencial, según el cual las políticas (policies) no podían ser sino el fruto de la decisión política (politics). 

Sin embargo, se ha exagerado a veces la refutación del «sentido común», tanto más cuanto que los primeros análisis de políticas públicas estaban fuertemente marcados por la impronta del behaviorismo triunfante: se fijaba en los inputs (las demandas) y los outputs (los «productos», las políticas) sin preocuparse demasiado de lo que pasaba en la «caja negra»; es decir, sin tener en cuenta el impacto de las estructuras, de los partidos o de la burocracia. Poco a poco, numerosos estudios demostrarán que, a pesar de todo, esta variable no es desdeñable. La influencia de la política y de la administración ha sido analizada bajo aspectos y según puntos de vista muy dispares.

− Una primera interpretación del crecimiento del Welfare State se refiere a lo que constituye el centro de la ciencia política clásica, es decir, las elecciones y los partidos (Peltzman, 1980). Cabe afirmar ante todo que en un sistema pluralista el principio mismo de la competencia política constituye una causa potencial de la fluctuación de las políticas sociales (Hewitt, 1977). En períodos de crisis, ciertos partidos pueden prometer transferencias suplementarias para asegurar la mejor distribución de los recursos (cf. la relación establecida por los socialistas franceses entre impuesto sobre los grandes patrimonios y la renta mínima), mientras que otros ofrecen desgravaciones fiscales (Reagan y Thatcher). 

En uno u otro caso, sin embargo, los partidos comparten un objetivo común: convencer a su electorado potencial del aumento de los ingresos o del bienestar, de los que serían responsables (Castles, 1982). Esto explica que las elecciones vayan a menudo precedidas o seguidas por medidas a contracorriente del ciclo económico, cuya racionalidad consiste principalmente en satisfacer al electorado. Uno de los ejemplos recientes más característicos de un «ciclo político» desconectado del ciclo económico mundial fue la política de reactivación del consumo desarrollada en Francia por el gobierno de Mauroy entre 1981 y 1983 (Hoffmann, Ross, 1957). Pero, en Francia, los especialistas en finanzas y en fiscalidad local saben muy bien que el fenómeno del «ciclo político» se manifiesta en todos los ayuntamientos del país, al margen de las tendencias políticas: dispuestos a aprovechar un largo mandato (seis años), los alcaldes aumentan fuertemente los impuestos locales tras las elecciones, lo que les permite ganar ventajas en dos frentes: estabilizar, y a veces disminuir, dichos impuestos hacia el fin del mandato para preparar las elecciones y, por otra parte, recoger el beneficio de las realizaciones y de los equipamientos financiados por el aumento inicial de la fiscalidad. 

Por el contrario, en Estados Unidos la frecuencia de las elecciones locales (cada dos o tres años), la existencia de iniciativas populares o de referéndums que permiten limitar la presión fiscal y el carácter casi exclusivo de un impuesto local poco elástico basado en la propiedad inmobiliaria, constituyen otros tantos obstáculos político-institucionales al desarrollo de los servicios públicos por parte del local government. − Otra manera de abordar la cuestión es interrogarse sobre el «color político» de los partidos en el poder (Rose, Peters, 1978, pp. 106 y ss.). Por ejemplo: ¿es indiferente que las políticas sean formuladas por la izquierda o por la derecha? A menudo se ha tendido a considerar, durante los «Treinta Gloriosos», que el efecto político de la etiqueta de un partido estaba limitado en razón del incrementalismo inherente a la mayor parte de las políticas públicas (el mejor vaticinador de un presupuesto dado sería el del año precedente), o bien en razón de los dividendos procurados por el crecimiento. Por ejemplo, se han subrayado las convergencias de los conservadores y los laboristas durante los años cincuenta-sesenta, forjando el término Butskellism, contracción de los nombres de dos líderes, uno conservador y el otro laborista, Butler y Gaitskell. Igualmente, se ha apuntado que las deducciones públicas en Francia habían aumentado tanto en el septenato de Giscard como en el de Mitterrand. Sin embargo, los análisis del proceso presupuestario han mostrado que en Estados Unidos y en Gran Bretaña los cambios del equipo dirigente entrañan mutaciones más marcadas en el seno de un movimiento de naturaleza «incremental» (Wildavsky, 1975). 

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