T r e i n t a y n u e v e

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Permanecer en un cuarto de hospital, casi inmovilizado, mientras su hija recién nacida se encontraba en manos de unos hijos de puta y su alfa se hallaba volando hacia otro país, era el mismísimo infierno para Harry.

Todo su ser dolía, tanto física como emocionalmente. Estaba devastado como nunca antes en su vida lo había estado. Le habían dado justo en sus puntos más débiles, casi asesinándolo. Sin su beba y sin su alfa, Harry no quería seguir viviendo. Sin embargo, confiaba en Louis, confiaba en que ambos regresarían a su lado.

Pero, ¿cuánto tiempo más tendría que soportar? Porque sentía como si lentamente estuviese agonizando. Y lo estaba. Harry se encontraba sumergido en un estado de completa tristeza, debilitado a más no poder, apenas pudiendo respirar.

No quería comer, no quería hablar, no quería moverse. No quería nada. Ni siquiera la presencia de Zayn le animaba, quien no se había movido de su lado desde que Louis se había marchado. El rizado apenas le hablaba a su amigo para pedirle ayuda cuando sentía ya muchas ganas de ir al baño. Y sólo eso.

Luego regresaba a la camilla con su ayuda, se acomodaba, abrazaba una almohada que le había pedido a Louis que marcara con su olor y volvía a su rutina de llorar hasta caer rendido por el sueño.

Pero todo empeoró al día siguiente. 

Harry se despertó de golpe, sintiendo un gran escozor en la marca de su cuello. Todo su sistema se alertó, y al instante se desesperó.

Louis.

El omega cerró sus ojos con fuerza, permitiendo que los sentimientos de su alfa lo dominaran completamente.

Miedo. Angustia. Impotencia. Dolor. 

Harry rompió en llanto, sufriendo por una interminable hora  aquellos sentimientos que no le pertenecían. Tuvo la certeza de que nada estaba saliendo como Louis lo había planificado. Harry sentía en su pecho que el plan había fallado y su alfa estaba sufriendo las consecuencias.

Y luego, de repente, dejó de sentir. En su ser ya no habitaba ningún sentimiento ajeno; ningún sentimiento de su alfa. Era como si hubiese perdido la conexión con Louis, como si el lazo hubiese perdido su poder.

El frío lo invadió de pronto, y Harry soltó el grito más desgarrador de su vida, llorando muy ruidosa y desesperadamente. Apenas sentía la presencia de Zayn y de varias enfermeras, mientras el sufrimiento lo azotaba sin piedad, aniquilando con su última chispa de esperanza.

En medio de sus incontrolables alaridos, Harry sintió un pinchazo en su brazo. Y al mirar con temor aquellos preocupados ojos mieles de su mejor amigo, entendió que lo habían sedado.

Su dolor haría una pausa.

Harry cayó dormido, deshecho en lágrimas, luego de susurrar hasta el último segundo el nombre de su alfa. Un alfa que, tal parecía, ya había iniciado su partida.




Y despertó sudando, inhalando aire con fuerza por la exaltación que le había dado aquella pesadilla. Temblando de frío y respirando con irregularidad, Harry se incorporó en las penumbras, ahogando un gemido cuando sintió una punzada de dolor en su abdomen bajo. El desespero lo atacó al percatarse de que su enorme panza ya no estaba, y lo que fue peor, aquella no era la habitación que compartía con su alfa.

Tardó sólo segundos en comprender que su pesadilla no había sido una pesadilla. Las lágrimas no demoraron en marcar presencia de nuevo. Su bebé no estaba, su alfa no estaba, ¿qué más quedaba?    

Se levantó de la camilla, jadeando, y, debilitado, se tambaleó hacia el baño de aquella habitación, encerrándose dentro. Allí rompió en un lastimero llanto, con sus dedos enterrándose entre sus rizos, sujetándolos con fuerza, pretendiendo arrancárselos, mientras sus espalda se recargaba en la puerta cerrada.  

No podía creerlo. No podía creer que Louis... su Louis... había roto sus promesas. ¡¿Por qué mierda había hecho promesas que luego sabía no podría cumplir?! ¡¿Por qué le había dado esperanzas?! ¡Era un mentiroso! ¡Y lo odiaba! ¡Lo odiaba por haberle dejado! ¡Lo odiaba por haberse marchado! ¡Lo odiaba por haber dejado que toda su confianza se depositara en él!

Harry comenzó a lamentar absolutamente todo. Lamentaba haberse enamorado, lamentaba haberse dejado marcar, lamentaba haber permitido que su embarazo siguiera, lamentaba haberse ido a Alaska con Louis, lamentaba haber dejado su antigua vida atrás, lamentaba haberlo conocido, lamentaba haber asistido a esa fiesta. Incluso lamentó haber nacido.

Porque ahora todo dolía mucho. Ahora el dolor era más insoportable que nunca. Ahora el sufrimiento se expandía cada vez más. Y Harry no podía resisitir tanto. Era demasiada la tristeza, demasiado el dolor, demasiado el desaire que padecía su alma.   

Y deseó nunca haber encontrado a su alfa. Deseó nunca haberse topado con aquella azul mirada que siempre le transmitió tanto. Deseó que sus vidas no se hubiesen cruzado. Que sus mundos no hubiesen colisionado, que sus almas no se hubiesen enlazado.

Deseó que nada de los últimos nueve meses hubiese pasado. Quería remontarse a aquel tiempo, quería sentirse libre de nuevo, quería volver a ser aquel tonto e inmaduro adolescente que bebía, se drogaba y follaba con quien quisiese, sin recibir quejas ni reproches de nadie.

Ansiaba volver a esa vida de mierda, donde el dolor no era tan jodidamente insufrible, donde todo se resolvía con una buena cogida y un porro de por medio.     

Prefería mil veces aquella porquería, a que estar sufriendo la gran presión en su pecho que casi no le dejaba respirar.

Pero era un punto sin retorno, siendo demasiado tarde para volver a atrás. Ya no podía regresar a lo que era. Ya no podía hacer más nada, porque no quería vivir la vida que eligió junto a su alfa, sin su alfa.   

Y es que ambos habían construido todo tan alto, y ahora estaba cayendo. 

Si Harry le hubiesen dicho diez meses atrás que su destino sería suicidarse por culpa de un alfa, y de un hijo técnicamente perdido, se habría echado a reír con ganas, soltando ruidosas carcajadas que luego le habrían hecho doler el estómago. Después se calmaría, tomaría aire, y se echaría a reír de vuelta, yéndole a contar el chiste a sus amigos para que se rieran con el.  

Y fue entonces cuando el omega advirtió del gran impacto que causó Louis en su vida en menos de un año. Porque allí estaba, tomando valor para cometer el suicidio.

Dejó de llorar y se miró en el espejo, viendo la vida que se escapaba de sus rojizos y apagados ojos. Ya estaba muerto antes de matarse. Cerró su puño, canalizó su ira, y sin titubear golpeó el mismo con toda la fuerza que fue capaz de dar, logrando de ese modo destrozar el vidrio en varias partes que algunas cayeron al lavado.

Tomó un filoso trozo, apoyó la punta en su antebrazo izquierdo y, sin siquiera pensarlo, lo atravesó brutalmente sobre su piel. Jadeó, contrayendo su rostro de dolor, mordiéndose el labio inferior para evitar que los chillidos saliera. Y mientras la sangre de una de sus arterias cortadas comenzó a fluir, repitió el proceso en aquel mismo antebrazo, gimiendo e iniciando una nueva ronda de angustioso llanto.    

Louis había roto sus promesas, así que el rompió la suya.

Observar la sangre resbalando por todo su antebrazo, goteando hasta alcanzar el suelo, le bastó para dejarse caer totalmente debilitado y turbado. Su cuerpo temblaba, recibiendo leves espasmos, y se quedó allí, en el suelo, desangrándose hasta que todo se volvió oscuro para él.   

Harry no consiguió lo que anhelaba. No supo qué fue lo que ocurrió luego de desvanecerse en el baño, pero si supo que no había muerta.

Sublime Dominación | LarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora