Epílogo: Love me right

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«No existe el amor, sino las pruebas de amor, y la prueba de amor a aquel que amamos es dejarlo vivir libremente».

[Anónimo]

¿Cuánto puede cambiar una persona a lo largo de una vida? ¿Y a lo largo de unos años? ¿De unos meses? ¿De unos días? Hermione, sin duda, sabía que la sensación de vacío que la marcha de Draco le dejó era algo que tardaría en desaparecer. Pero estaba bien con eso, a pesar de que sabía que había gente que no lo comprendía, ella estaba bien con la decisión que él había tomado.

«No lo entiendo», había dicho la señora Weasley cuando se lo contó todo, «una relación es de dos, no de uno. Debería haberlo hablado contigo».

Hermione no supo que debía contestar con exactitud a aquellas palabras. Por ello simplemente se encogió de hombros y sonrió con suavidad. «No soy nadie», dijo finalmente, «para ponerle cadenas a su libertad, ya lleva mucho tiempo con los grilletes puestos».

La mujer no pareció conforme con sus palabras, pero ni ella estaba dispuesta a decir algo más, ni la señora Weasley estaba en posición de volver a preguntar algo. Entre todo el círculo de Hermione se firmó un pacto silencioso para darle su tiempo, porque sabían que lo que Hermione necesitaba era eso: un poco de tiempo para sí misma.

Los meses pasaron, la primavera dio paso al verano, donde se tomó unas pequeñas vacaciones junto a Ginny, Luna y Pansy, descubriendo las maravillosas ciudades de España y los parajes paradisíacos de las Islas Canarias. Volvió antes del final del mes del sol, cambiando el bikini por un abrigo largo cuando el otoño azotó con fuerza, devolviendo a Londres el tono grisáceo que la ciudad parecía llevar por bandera.

Los días siguieron pasando, entre escapadas de fin de semana con las amigas, charlas hasta altas horas de la noche en los días de lluvia y la brisa del otoño arrastrando las hojas por la acera. El invierno llegó, cubriendo los colores anaranjados del invierno por el manto blanco propio de la estación más fría. Pasó las Navidades con los Weasley, riendo y celebrando que en esas fechas se había sumado una silla más a la mesa.

Porque de la misma forma que el tiempo calmó esa sensación de vacío, también ayudó a curar las heridas que la relación de Pansy y Bill tenía. Las cosas entre ellos mejoraron y, a pesar de todas las subidas y bajadas, se dieron una oportunidad. Conociéndose, enamorándose, queriéndose.

Hermione pasó la Navidad con una taza de chocolate entre las manos y su mirada perdida en los copos que caían al otro lado de la ventana. La primavera se abrió pasó una vez más, sin embargo, a mitad de la estación de las flores, la brisa cálida trajo consigo una lechuza blanca apoyada en el alféizar de su ventana.

La mujer se acercó al ave y sustrajo del pequeño collar rojo una nota llena de dobleces y con olor a menta. La abrió y sus manos temblaron ante las pocas palabras allí escritas. Caligrafía cursiva, arcos exagerados y puntos circulares sobre las íes. Una letra tan pulcra como el emisor de la nota.

Miércoles 23, a las 18:00 en Heartshire Street, número 36.

No había firma, ni iniciales ni nada que marcase la identidad del remitente. Pero Hermione sabía perfectamente de quién era. Tragó saliva, se apresuró a su cuarto y colocó la nota sobre el escritorio. Una parte de ella estaba aterrada, la otra, por el contrario, se encontraba eufórica. Fue a casa de Pansy y habló con ella acerca de la nota, cenó con ella y después fueron a dar una vuelta con Lyra, disfrutando de ver como el husky correteaba por las calles bajo la luz de la luna.

Volvió de madrugada al piso, tranquila y soñolienta. Buscó entre los cajones uno de sus pijamas (o al menos lo que ella llamaba pijama) para cambiarse de ropa, pero sus dedos rozaron algo más duro que la tela propia de esas prendas, y enganchó con los dedos ese extraño objeto. Se sorprendió al descubrir que se trataba de una carta frunció el ceño.

Redención [Dramione]Where stories live. Discover now