Reducir (1)

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Bien dice en la biblia que hemos de amar al prójimo. Es tal vez por eso que a Jimin le gusta tanto el amor, le gusta amar a sus parejas por igual y le gusta hacerle el amor a los que ama. Siempre ha considerado que tiene amor suficiente para todos.

Esto según su propia definición de amor, claro. La cual se basa en la idea de que amar a alguien es disfruta el sexo que se tiene con ese alguien.

Jimin es lo que llamamos puta entre la sociedad (Puta, en femenino. Tú sabes qué es una puta). Pero, si le preguntan, está bien ser una puta.

¡Que vivan las putas!

Lo que está mal es ser una mala puta.

Y Jimin acaba de descubrir que se ha convertido en una.

Desde que la revolución de hormonas atacó a un joven Park Jimin, éste supo que le gustaba el sexo apenas lo probó. Así que se dejó ir como gorda en tobogán y tuvo todo el sexo que pudo durante sus primeros años en el bachiller; día, noche, madrugada; en la escuela, su casa, casa ajena, en el carro, en un motel.

Un festival infinito de éxtasis.

Hasta que se empalagó. 

Cuando se hastió del sexo, supo que no sufría ninfomanía —alabado seas, Señor—. Entonces su madurez sexual brotó. Jimin entendió que el sexo ocasional con desconocidos que encuentras en Tinder se disfrutaba más.

O eso creyó hasta que conoció a su primer amor.

El año que Park Jimin conoció el amor fue el más lluvioso de la última década según un noticiero local —debió suponer entonces que aquello era una señal—. 

Jimin, quien en aquél entonces tenía los cabellos teñidos de rosado, fue obligado a dar el recorrido de bienvenida a los estudiantes de primer ingreso a la facultad de Arquitectura.

Todo comenzó cuando Jeon Jungkook, un chico entre el grupo de novatos que saltaba a la vista en cualquier lugar donde se encontrara, apareció en su vida. Un muchacho joven, alto y de complexión atlética así como un rostro cargado de inocencia. El sex appeal del castaño era imposible de ocultar. Incluso Jimin, quien juró nunca más involucrarse con compañeros y/o conocidos, estaba dispuesto a romper sus reglas.

¡Y vaya que lo haría!

Tras años de experiencia, Jimin sabía cómo coquetear disimuladamente. Sabía la formula correcta para manipular a sus víctimas, para que cayeran en su telaraña por propia voluntad. El problema fue que mientras Jungkook caía, Jimin también lo hizo.

— ¿Eres el chico rudo que pasa de todo?

Fue la primera línea que le dirigió. Kook se encontraba apartado del pequeño grupo de novatos que comían en una mesa en la cafetería de la facultad, Jimin les había dicho que tenían media hora y después seguirían con el recorrido.

El castaño se sentó correctamente en la silla donde antes se había tumbado apenas vio al muchacho de cabellos rosados acomodándose a su lado, también se quitó los auriculares de los oídos para prestarle atención a su mayor.

— ¿Qué? —Respondió confundido. Jimin rió por lo bajo al darse cuenta que su primer movimiento había sido un fracaso.

— Pregunté si no te agradan tus compañeros.

— ¡Oh! No, es decir, supongo. No los conozco —se encogió de hombros—. Estoy aquí porque mi grupo favorito acaba de sacar su nuevo álbum y quería escucharlo a solas.

— ¿Debería irme entonces?

Jungkook abrió los ojos un tanto apenado y en seguida negó con una mano.

3Rs. [BTS]Where stories live. Discover now