Nido

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El joven de cabellos miel se abrazaba fuertemente a la almohada que su amante usaba para reposar su cabeza en las noches. Su nariz enterrada aspiraba el aroma de su alfa, intentando calmar este nuevo sentimiento aflorando en su pecho. Piers no era un hombre de planes, toda su vida estaba puesta en el ejército y aunque la familia era algo indispensable en su naturaleza como omega había decidido omitir este último instinto a sabiendas de lo arriesgado que era estar en la BSAA. Repudiaba la idea de casarse y tener hijos para evitarles el dolor de la pérdida y creeía fervientemente que podría reprimir por siempre a su reloj biológico con cada celo que pasaba... y asi fue durante un tiempo hasta que conoció a su amado capitán.

Christopher Redfield era como el en ese sentido, un hombre sin la intención de causarles dolor a sus seres queridos (aun cuando en ocasiones pasaba de forma inevitable), al igual que Piers, él era un hombre de familia, con una hermana menor que por mucho tiempo fue una hija para él y todo aquel nuevo cadete que pasaba por su guía, le consideraba un hijo; Piers pasó por él hasta llegar a ser su teniente y mano derecha y en ese preciso momento, todo cambió entre ambos. De amenas pláticas y tardes conviviendo entre ambos, pasaron un día a cuidarse el uno al otro y ser inseparables hasta el preciso momento que ambos labios rosaron los ajenos de forma inconsciente...
Y ahí fue cuando el instinto del joven omega empezó a revelarse.

Suspiró fuerte y muy a su pesar se levantó del suave colchón, dispuesto a lavar la escasa ropa que el y Chris tenían en casa. Su celo estaba cerca y a pesar de su insistencia, Chris logró convencerle de quedarse en el pequeño apartamento donde ambos vivían, un pequeño sitio que solía llamar hogar.

Puso la lavadora y empezó a echar las prendas una por una, revisando los bolsillos y separando las prendas claras de las oscuras en una cesta. Tomó uno de los sueteres de su pareja y estuvo dispuesto a ponerlo junto al resto de la ropa oscura pero no pudo evitar notar el aroma de su alfa, impregnado en este. El olor le resultaba hipnotizante, su cabeza daba vueltas mientras su omega interior reclamaba por ponerselo. Sin poder o querer evitarlo decidió oir a su omega interno y adueñarse del sueter.

***

Pasaron las horas y a las 6 pm, el hombre de unos 40 años llegó a su departamento, ansioso por saludar a su precioso novio. Le saludó, anunciando su llegada una vez cerrada la puerta, solo para toparse con un pasillo a oscuras.

-Piers- le llamó, esperando una respuesta

Usualmente, el joven muchacho solía dejar lo que estaba haciendo y corría a su encuentro cual cachorro.

Pero no salió a recibirlo como siempre.

La casa estaba en silencio, parecía que el muchacho había desaparecido... pero su olor era clara prueba de que estaba ahí.

El aroma parecía mas dulce de lo usual, mucho mas intenso que de costumbre. Lo atraía como una abeja a la miel, inconscientemente comenzó a caminar guíandose por el olor topandose con un desastre en la lavandería.

-interesante- murmuró para si mismo.

Había ropa regada en el suelo, toda pertenecía a él; parecía que un huracán arrazó con todo y solo dejó un camino que llevaba hacia la habitación que ambos compartían.

Chris lo sigió, imaginandose lo que se iba a encontrar.

Abrió la puerta y lo primero que vió fue una montaña de ropa, toda de su propiedad acomodada como una especie de cueva; era el tipo de cueva que el y su hermana menor Clarie construían y llamaban fuerte cuando eran unos niños.

Entró a la habitación entonces, sonriendo de forma suave.

-Parece que alguien estuvo jugando con la lavandería- comentó al aire, esperando alguna respuesta.

Nada, solo escuchó el sonido de algo removiendose en el interior de la improvisada guarida.

-Se que estas aqui, mi lindo omega-

Como si le hubieran invocado, la cabeza del susodicho surgió de entre varias camisas, sudado y con las mejillas sonrosadas, como si su piel hubiera sido expuesta a los rayos del sol durante mucho tiempo.

-hmmm- emitió un ligero gemido como respuesta.

Se sentía adormilado, tal vez embobado por la fiebre... no lo sabía con exactitud, su cuerpo emitía dulces feromonas que atraían a su pareja como una lámpara a las polillas.

Chris extendió sus brazos entre todas las telas amontonadas y lo atrapó entre sus fornidas manos, levantandole lo mas delicado que pudo al notarlo tan sensible y frágil. Surgió el joven entonces de la pila de ropa, con la piel enrojecida y solo una camiseta cubriendole el torso y parte de sus piernas.

Los ojos azul gricaseo del mayor se volvian intensos, comenzaba a sentir en su pecho un sentimiento nuevo, algo inentendible en verdad pero lo causaba su joven amante.

-Creo que acabo de volver a caer rendido a ti- suspiró con un notorio sonrojo en las mejillas.

Piers fruncio el ceño en respuesta, su capitán era demasiado honesto con sus sentimientos lo cual llegaba a ser bastante vergonzoso, aun entre los efectos de su naturaleza la personalidad del omega se mantenía inamovible.

-um... yo..- intentaba articular palabra alguna pero era imposible, no tenía excusa para sus acciones, el enorme montón de ropa era la respuesta obvia de sus instintos.

Tras un momento de silencio, su pareja habló.

-Estas listo entonces- dijo con voz ronca, mas como una afirmación que como una pregunta.

Y por primera vez en mucho tiempo se quedó mudo... Su omega interior lo gritaba desde el fondo de su ser, ya no podía seguir negándose a la verdad.

Aún con el seño fruncido solo atinó a asentir con la cabeza, avergonzado y derrotado de lo que su naturaleza le reclamaba.

-Tengamos un bebé-

...

Bearfield and Puppiers antology (CANCELADO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora