Capítulo 12

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Tengo dos opciones, correr con los brazos abiertos a una muerte segura, o pensar una segunda opción para sobrevivir a mi primera batalla real.

Elijo la primera.

Aprovecho los pocos segundos de ventaja que me da su reacción para llegar junto a él, me apunta con el arma a la cabeza, de frente. Pero este movimiento ya es mecánico, fue el primero que aprendí cuando me empezaron a entrenar, golpe seco en el pulgar que desvía el arma y afloja su agarre. Agarro su pulgar y lo giro mientras apoyo mi espalda en su pecho. Golpe en el interior del codo y codazo en su cabeza. En menos de un minuto consigo su arma y le estoy apretando la tráquea con mi pie.

—El código.
—8-70-125-6-3.—Contesta entre jadeos y cuando empieza a ponerse morado quito mi pie.

Coge una gran respiración y le doy un golpe en el medio del pecho, haciendo que se desmaye, extras de que el Sargento Stevens me quisiera entrenar a veces.
Me levanto, alivio mis piernas y camino hacia el panel de control, introduzco el código. Una sirena empieza a sonar y meto el arma en la cinturilla de los pantalones.

Camino hacia el señor desmayado y le quitó su gorro. Necesito apartar el pelo de mi cara.

La puerta empieza a subir y me coloco cerca del resto.

—¿Te enseñaron a luchar?—pregunta sorprendido Jeremy. Asiento y la puerta ya va por la mitad.—Dios, crearon un militar que les podría matar a ellos mismos, ególatras.

La puerta se abre de todo y cojo aire. Parpadeo para acostumbrar los ojos al exterior.

Un semicírculo formado por personas armadas con todo tipo de armas nos recibe. Llevan media cara tapada por una tela con una especie de K boca abajo dibujada. Saco el arma de nuevo y aprieto los dientes esperando a que alguien de la señal de que comience la siguiente batalla.

Pero nadie da la señal, todos tienen fija su mirada en mí, concretamente en la mano de mi arma.

—Golat.—Frunzo el ceño hacia la alguacil Démez, se me hace raro escuchar mi propio nombre.—Suelta el arma.

—¿Qué?—no me puede traicionar ahora, ella no.

—No es por lo que crees, mira tu arma.

Bajo la mirada hacia ella y me encuentro una capa de hielo frío y sólido cubriendo la empuñadura. Doy una respiración profunda y cierro los ojos, esto me pasó hace tiempo con el lápiz con el que escribo en la libreta, ya casi me había olvidado. Tengo que volver a recordar absolutamente todo,  lo necesito.

—Es bueno sentir, no es bueno expresar.—Repito en voz baja el pequeño mantra, cómo le llamó el Sargento Stevens cuando aún era mi alguacil, que él me enseñó. Poco a poco noto como se va disolviendo y agitó la pistola para quitar los restos de agua.

—Es ella.—Dice la alguacil Démez. La gran mayoría deja de apuntarme pero hay algunos que persisten.

Jeremy se adelanta y camina hacia ellos poniéndose unos guantes que antes no llevaba. Empieza a hablar serio con un grupo de tres chicas y dos chicos todos con la bandana con la K invertida.

—Golat, tienes que ir con ellos.—Miro a la alguacil Stevens sorprendida.

—No, no vas a hacerlo.—Su mirada se torna pesarosa haciendo que me aleje un paso de ella.—Tú también no, por favor, el sargento Stevens también se fue no puedes irte tú también.

—Golat, lo siento, pero era el plan desde el principio. Simplemente cogeremos vías distintas para ir a un mismo final.

—Pero ese final va a ser separadas.

—Existe esa posibilidad.

Pestañeo rápido para evitar tanta luz y voy junto a la alguacil Démez. Le doy el abrazo que siempre quise darle, pero que nunca nos dejaron. Escucho como inspira fuertemente y nos separamos.

—Escuché la frase que decías antes. No siempre es malo expresar las sensaciones ¿vale?—mete un mechón de pelo detrás de mi oreja.—No todo lo que dicen que es malo lo es y no todo lo que dicen que es bueno lo es. Simplemente opina sin prejuicios sobre cualquier cosa, y conserva tu mente, es lo más preciado que puedes tener en momentos de guerra cómo estos.

—¿De guerra?—agarro su brazo cuándo pretendía separarse de mí.

—Sí Golat, estamos en guerra, la guerra por la libertad de todos los seres vivos. Contra la explotación humana y planetaria. Contra el sistema. Te presento a los Kepiers, gente cómo tú y como yo, que simplemente quieren vivir sus vidas. Pero que para llegar a hacerlo deben usar todo lo que tienen al alcance.

Recorro con la mirada las filas de gente con bandana. "Gente cómo tú y como yo." Suspiró y cojo fuerzas. Tiro el arma al suelo ya que ha quedado inservible por el hielo, me despido con una mirada de la alguacil Démez y camino hacia los ahora conocidos como Kepiers.

—Perdona, no es por molestar, pero ¿yo también puedo ir con ellos o voy contigo? Porque...—escucho como la alguacil Démez trona sus dedos y se gira hacia Jack. Le dice algo en voz baja.

Llego al grupo de Jeremy y en cuánto estoy a menos de un metro de ellos se quedan en silencio.

—¿Puedo ir con vosotros?—me muerdo el labio sin mirarlos.—Digamos que eres la única persona que conozco de por aquí, Jeremy.

—¡Oh,vaya! Se han invertido los papeles.—Contesta burlón. Se queda unos segundos en silencio y sigo mirando mis botas y moviendo los granos de arena con el pie.—Claro, supongo que no hay ningún problema. Lo miro y sonrío.

—Gracias.

—¿Te suele pasar eso?—Escucho una voz cercana así que me giro hacia una de las chicas que hay en el grupo, identificando que habló ella.

—¿Lo qué?

—El hielo.—Sus ojos se entrecierran como si estuviera evaluando mi respuesta. Supongo que será así a partir de ahora, teniendo que ganarme la confianza de cualquier persona con la que me cruce.

—Creo que me pasó hace un par de años, pero es un recuerdo borroso.—Levanta una ceja.—Usaban algo llamado Hyol en mi comida, lo sé porque les escuchaba hablar de aumentar la cantidad. No me acuerdo de nada pero desde hace aproximadamente unos—hago las cuentas rápidamente— 25 días, si hice bien las cuentas por vuestros horarios con horas, dejé de comer a grandes cantidades para no ingerir tanta cantidad de Hyol y bebía una vez a la semana en las duchas. Arriesgué mi salud, pero en esos momentos no tenía nada que perder aparte de la vida, que tampoco es que fuera maravillosa. Supongo que se puede pensar que si estás ahí desde pequeña como creo que fue mi caso es extraño que quiera salir, debería considerarlo mi hogar o algo así, pero tampoco es que haga cosas muy normales. Y estoy asustada como la mierda sobre esto.

Sus ojos se mueven quedando más o menos cerrados y su bandana se mueve un poco, saco la conclusión de que está sonriendo y alzo una de las comisuras de mi boca ante ello.

—Soy Harley, una de los cinco líderes de los Kepiers. Encantada de conocerte al fin, Golat.


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