Capítulo 39: ¡Reconozco las locas a kilómetros!

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Vladimir

—¡Este tipo es un abusador! ¡Siempre ha querido lastimarme! —grita desesperada la mujer que me estrelló mi carro. Todos en la estación de policía nos miran, en especial a mí; de seguro pensando: "típico machista... se cree mucho con su carro... cree que puede maltratar a su pareja..." y muchas otras cosas que esta loca está afirmando.

—¡Cálmese, señora! Tienen que esperar a que llegue nuestra especialista en violencia intrafamiliar para poder solucionar el problema —asegura la policía que está detrás del escritorio frente al que estamos sentados.

—¿Violencia intrafamiliar? ¡Si yo a esta mujer ni la conozco! —exclamo exaltado. Mi paciencia está abandonándome.

—Ah. ¡Ahora lo negás todo! ¡Aceptá que siempre buscás la manera de joderme la vida!

—Yo... no... —Ni siquiera pudo hablar.

La agente encargada de que "no golpee a mi ex pareja" me lleva a un cuarto pequeño que tiene tres asientos como esos de sala de espera.

—Quédese ahí... no se quiera pasar de vivo... —murmura la agente.

—Yo no voy a hacer nada...

—Eso es lo que dicen todos los abusadores de parejas.

—¡Pero si yo ni la conozco! —exclamo a punto de perder la paciencia.

—Pues tendremos que esperar a su testigo para saberlo —dice altanera.

Opto por respirar profundo y trato de ignorar la locura en la que estoy metido. ¿Por qué siempre me encuentro con viejas locas? ¿Por qué la locura no puede ser sana, como la de Loreta?

Loreta... Mi primer impulso fue llamarla pero sé que no debí hacerlo. No es ni abogada ni psiquiatra así que no me puede ayudar mucho ni a mí ni a la loca esta, y su temperamento puede empeorar las cosas. La verdad es que la llamé con el pretexto de que es mi testigo, pero para ser sincero, lo hice porque la necesito a mi lado.

—¡Vladimir!... —Escucho un grito a lo lejos y en seguida sé que llegó— Déjeme pasar. ¡Debo ver a mi novio!

«¿Ya somos novios?»

Antes de que pueda entrar en pánico por esa palabra, la veo atravesar la entrada principal de la estación, ignorando a todos los policías y finalmente, entrar a la sala en donde me tienen retenido. Su cara de angustia me parte el corazón; ahora estoy seguro que no debí llamarla, debí buscar otro testigo.

—¡Vladimir! ¿Qué pasó? —Se acerca a mí y pone sus manos con cariño en mis mejillas, con la misma suavidad que manejó cuando me lastimé la rodilla.

—La vieja del carro sí resultó ser una loca...

—¿Ves? ¡Yo sabía! ¡Reconozco las locas a kilómetros! ¿Dónde está la vieja ridícula esa? Voy a cantarle unas cuantas verdades...

—Cálmate, Loreta... No te llamé para que me defiendas. Bueno, un poco sí, pero te pido que manejes todo con calma, por favor.

Respira hondo haciendo caso a mis palabras. Empieza a calmarse y se sienta a mi lado. Después de un par de segundos en silencio, se dirige a mí.

—¿Qué pasó?

—Iba a llamar a un guarda para que hiciera el croquis del accidente. Se supone que es lo que haces cuando te estrellas, pero la vieja me pidió que no lo hiciera. Trató de darme dinero pero no se lo recibí...

—¿Por qué no? —me interrumpe.

—¿Porque no es lo correcto? No sé... no me pareció bien recibirle la plata. ¿Sabes cuánto cuesta arreglar el bómper de mi carro? No es que yo no lo pueda mandar a arreglar, pero la verdad lo único que pensé en ese momento fue en que el seguro tenía que cubrir el daño. Ahora sé que me hubiera evitado todo este problema si le hubiera aceptado los cien mil pesos que me ofreció.

De buenas en el juego (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora