Capítulo 52 - Un Corazón Podrido -

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Chloe soltó un suspiro profundo y estresado a la vez que Nathan terminaba de reformar su cuerpo desde un charco de Lágrimas Carmesí. Su teoría era cierta, y afortunadamente funcionó. La esgrimista, con una sonrisa en su rostro, tensó sus músculos y lanzó una estocada hacia el frente, dirigida directamente a la cabeza de Lorena. La caballera abisal se defendió juntando sus Hilos del Destino frente a sí, chispas azules salieron del choque del arma legendaria.

Ese poder... — susurró Lemy desde el interior de Ashley, intrigado por las extrañas luces —. ¿Dónde habré visto eso antes...?

Nathan tomó a la Espada de Blut con ambas manos y la sacó brutalmente por un costado de Lorena, regando sus interiores de forma grotesca y letal. Chloe no pudo evitar apartar la mirada.

— Eso no era... — exclamó Chloe, deteniéndose ante el ademán de vomitar —. Olvídalo.

El tiempo se detuvo para Lorena. Mientras el amargo olor de su propia sangre y carne inundaba sus fosas nasales hasta el punto de aturdirla, sumado al inenarrable dolor que paralizaba su cerebro divino, se veía envuelta en un remolino de desesperación como nunca lo había sentido. Era ahogante. Su corazón, que ahora colgaba de la punta de la cuchilla de Nathan, desde la distancia la llamaba: «¡Corre, inútil!» le gritaba, con palabras que de hecho eran audibles, aunque sólo fuera para ella.

Miró hacia atrás, hacia los ojos naranja rojizo que la miraban con arrogancia. Vio que, incluso teñidos con la plaga carmesí, eran hermosos. Tuvo una epifanía, una aparición. Detrás de esas perlas ámbar que buscaban su muerte, había un par azul intenso como los relámpagos de una tormenta. Todo en aquel rostro, aquella ilusión, encajaba a la perfección con el hombre a quien ella amaba, y lo recordó, ¿qué recordó?, el trato, el sello, el candado.

El Maestro Izán von Brokenvlad caminaba decidido por un desierto lleno de agujeros. Poderosos vientos salinos le impedían levantar mucho la cabeza, al más mínimo descuido, su sombrero artesanal cuidadosamente tejido por el último sastre en aquel desolado lugar saldría volando para nunca más ser visto. Estaba cubierto por tres capas diferentes de mantos azules, negros y dorados que cubrían desde su nariz hasta la punta de los dedos de sus piés, cuidando que el polvillo no ingresara en su sistema.

El cielo era de color rojo vino tinto en su gama más oscura, a duras penas adornado por planetas y lunas cercanas.

Izán tosió por primera vez. Habrían hecho ya varias semanas desde la última vez que tomó o bebió. Sus labios, oscultos tras su vestidura, yacían rotos y resecos, el simple hecho de juntarlos le causaba un fino dolor punzante.

Izán tosió por segunda vez. No podía ver hacia el frente, ni cuidar su retaguardia. Si abría sus ojos tan solo un poco, las gruesas arenas sobre las que caminaba sería lo último que vería en su vida. Cuando él había sido una persona que siempre se había guiado por la evidencia que había a su alrededor, el andar a ciegas era una tortura incluso peor que esa que su hermano le había colocado.

— ¡Imbo...! — aclamó al nombre de su viejo amigo en un momento de debilidad —. ¡Dame fuerzas, por favor!

Un viajero — dijo una voz omnipresente con un tono ligeramente femenino —. ¿Aún quedaba vida en éste mundo?

Izán intentó mojar sus labios para no castigarse con cada palabra que dijera, mas su seca lengua poco contribuyó a la causa.

— ¡A-agua... si de una gota se tratase, te daría los doce universos! — espetó el viejo antimago cayendo de rodillas, como nunca lo había hecho ante nadie.

¿No sabes tú a quién te diriges? — preguntó la voz, manifestándose ante el moribundo Izán como un sol traído a tierra, lastimando sus débiles ojos que no habían visto luz alguna en días —. Entérate, nómada, que es por mi mano que la tierra bajo tus sandalias está muerta y el cielo ya no posee luz. No hay nada que tú tengas que yo desee, ni algo que yo desee que tú me puedas dar.

Arrasando con la Magia II: Los Caballeros del AbismoWhere stories live. Discover now